Tambi¨¦n Diderot follaba
He aqu¨ª una comedia de enredo de altos vuelos, en lo que tiene que ver con la nomenclatura de sus personajes, brillante en muchos de sus pasajes, en la que viene a contraponerse la conducta p¨²blica de algunos personajes c¨¦lebres y las zonas de sombra, o acaso demasiado iluminadas, que solventaban en su intimidad. El protagonista es Denis Diderot (en un buen trabajo de actor de Andr¨¦s Lima), seg¨²n una trama que responde a ciertos rasgos de una historia verdadera. El fil¨®sofo de la Enciclopedia (autor adem¨¢s, y no por nada en este caso, de La paradoja del comediante) se encuentra en plena redacci¨®n de su m¨¢s duradera contribuci¨®n al gran pensamiento de la posteridad, cuando es invitado a disfrutar de unas veladas campestres en la casa del bar¨®n D'Holbach, en compa?¨ªa de Madame Therbouche, una pintora que desea reproducir en lienzo al pensador tal como vino al mundo. En bolas. Como es l¨®gico, Diderot, var¨®n antes que fil¨®sofo, ver¨¢ alzarse en la sesi¨®n el ¨®rgano de su virilidad, cuando es interrumpido por un propio que le informa de que Rousseau, otro de los ¨ªnclitos redactores de la Enciclopedia de la Ilustraci¨®n, se encuentra indispuesto y renuncia a escribir la entrada sobre la Moral, de manera que le toca a Diderot improvisar sobre el asunto en medio de una situaci¨®n tan prometedora como fastidiosa.
El libertino
De Eric Emmanuel Schmitt, en versi¨®n de Joaqu¨ªn Hinojosa y Fernando G¨®mez Grande. Int¨¦rpretes, Ana Otero, Andr¨¦s Lima, Ram¨®n Blanco, Miriam Alamany, Nuria Benet, Rebeca Valls. Iluminaci¨®n, Jos¨¦ Manuel Guerra. Vestuario y escenograf¨ªa, Dietlind Konold. M¨²sica, Joan Cerver¨®. Direcci¨®n, Joaqu¨ªn Hinojosa. Una coproducci¨®n de Teatro de la Abad¨ªa y Teatres de la Generalitat. Teatro Principal. Valencia.
Se perciben desde lejos las intenciones del autor (la vida real siempre reclama sus derechos), en una obra que se inscribe en esa especie de subg¨¦nero teatral que indaga, con mayor o menor provecho, en la vida privada de los grandes personajes de la historia. ?Recurr¨ªa Freud a la masturbaci¨®n en sus momentos de ocio nocturno? ?Era aficionado Einstein al fetichismo de los tacones de aguja? No importa. El jocoso ¨¢nimo moralista de la obra est¨¢ bien servido por una correcta direcci¨®n de Joaqu¨ªn Hinojosa, por los recursos sobrados de una actuaci¨®n solvente, una escenograf¨ªa de lujo necesario y por la sutil m¨²sica de Joan Cerver¨®, en un trabajo divertido, donde las mujeres son p¨ªcaras y muy bien tratadas por el autor, tal vez insuficiente (en el texto) en relaci¨®n con la talla de los personajes hist¨®ricos que toma por protagonistas. Pero es precisamente de lo que se trata.
Por mal que les sepa a sus seguidores, no ya Diderot, sino el mismo Freud tambi¨¦n practicaba sexo, por decirlo al modo norteamericano, y algo de eso es lo que aqu¨ª se pone de relieve en medio de enredos bien resueltos. La felicidad de las personas concretas est¨¢ tan alejada de la moralidad irresuelta como de la severidad de la ¨¦tica. Como si jam¨¢s lo hubi¨¦ramos supuesto. Un montaje agradable, aunque desde?e en sus prop¨®sitos que la raz¨®n es precisamente la fuente del deseo.
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