La maldici¨®n de los malditos
Ni losCubs de Chicago ni los Red Sox de Boston, rebosantes de leyenda y de mala suerte, jugar¨¢n la final del campeonato norteamericano
Octubre es el mes del b¨¦isbol, el pasatiempo nacional de Estados Unidos. Es la final de las Series Mundiales -grandilocuente t¨ªtulo para un campeonato de dos divisiones, la Nacional y la Americana, en el que todos los equipos son estadounidenses excepto dos, canadienses- que precisamente este a?o cumplen un siglo. Y el centenario no pod¨ªa estar celebr¨¢ndose mejor: las semifinales han sido un espect¨¢culo de emoci¨®n y pasiones seguido por millones de aficionados en el que se han cumplido dos leyendas: las de las maldiciones que acompa?an a los Cubs de Chicago y los Red Sox de Boston. Ninguno jugar¨¢ la final, destinada a los Marlins de Florida y los Yankees de Nueva York.
Los Red Sox fundaron las Series Mundiales, pero no ganan un t¨ªtulo nacional desde hace 85 a?os. ?Por qu¨¦? La leyenda que pesa sobre ellos es la maldici¨®n del Bambino: el Bambino -Babe Ruth, el hombre que dio jornadas de gloria al b¨¦isbol, uno de los grandes mitos del deporte estadounidense- jugaba con los Red Sox, pero fue traspasado a los Yankees de Nueva York, el equipo rival, en 1920. Desde entonces, Boston no ha ganado una final.
Los dos conjuntos penan por culpa de un chivo no admitido a un partido y el traspaso de un jugador
Los Cubs no son, al contrario que los Red Sox, un equipo bueno y desafortunado: son un equipo canalla y desafortunado. Despu¨¦s de a?os desastrosos, soportados por una afici¨®n s¨®lo comparable con la del Atl¨¦tico de Madrid, los Cubs hab¨ªan hecho una sensacional temporada de la mano de su gran estrella, el dominicano Sammy Sosa, rey de los espectaculares batazos que env¨ªan la bola fuera del campo. Llegaban a las semifinales lanzados. Los Marlin no parec¨ªan un equipo capaz de frenarles: despu¨¦s de los cuatro primeros partidos, los Cubs ganaban por 3-1. Pero entonces, el pasado mi¨¦rcoles, ocurri¨® la cat¨¢strofe. Volvi¨® a caer sobre ellos la maldici¨®n del chivo: cuenta la leyenda que un tabernero de Chicago quiso entrar al hist¨®rico recinto de los Cubs, Wrigley Field, para ver un partido de las Series Mundiales en 1945. El problema es que no iba solo, sino acompa?ado por su cabra. No le dejaron entrar y se veng¨® jurando que los Cubs no volver¨ªan a ganar nunca un campeonato. As¨ª ha sido hasta ahora.
Los Red Sox han rozado dos veces la final: el s¨¢bado, en el tercer partido, iban ganando hasta que su lanzador, uno de los mejores del campeonato y tambi¨¦n dominicano, Pedro Mart¨ªnez, le dio con una bola en la espalda al bateador de los Yankees, Karim Garcia. Eso desencaden¨® una pelea que enloqueci¨® el partido. Los Red Sox perdieron, pero se recuperaron despu¨¦s y llegaron al partido definitivo cargados de fuerza para romper la leyenda del Bambino.
Su arranque no pudo ser mejor: el brazo de Mart¨ªnez destrozaba a los mejores bateadores de los Yankees -Derek Jeter, Bernie Williams, Jason Giambi y Alfonso Soriano- sin piedad. Cerca del final del partido, los Red Sox ganaban por 5-2. Pero despu¨¦s de m¨¢s de un centenar de lanzamientos, en la mayor¨ªa de los cuales la bola alcanzaba una velocidad de 145 kil¨®metros por hora, Mart¨ªnez flaque¨®. Por respeto a ¨¦l, su entrenador, Grady Little, le dio la opci¨®n de seguir lanzando. Mart¨ªnez cre¨ªa que a¨²n ten¨ªa brazo para hacer historia y sigui¨®. En pocos minutos el partido estaba empatado. Mart¨ªnez, con 123 lanzamientos, dej¨® el mont¨ªculo, pero era demasiado tarde. El partido se prolong¨® hasta once ag¨®nicas entradas -dos m¨¢s de lo habitual- y la noche de Nueva York recibi¨® con euforia el pase de su equipo a la final.
Chicago tuvo a¨²n peor suerte: en el sexto partido, el del pasado mi¨¦rcoles, y con el marcador a favor por 3-0 en la octava entrada -todas las desgracias de este a?o han ocurrido en la octava entrada-, un seguidor de los Cubs, un joven de 26 a?os, estorb¨® lo que estaba a punto de ser la eliminaci¨®n de un batazo de los Marlins al querer coger la bola que iba a caer en el guante de Mois¨¦s Alou. No hubo eliminaci¨®n. El partido sigui¨®. Los Cubs perdieron y volvieron a caer en el s¨¦ptimo y definitivo.
Y as¨ª la fatalidad ha vuelto a imponerse y as¨ª los destrozados seguidores de los Cubs y los Red Sox podr¨¢n ahogar su desesperaci¨®n en el dulce consuelo de la maldici¨®n del chivo y la maldici¨®n del Bambino.
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