Palomares
La revista The sciencie of the total environment nos acaba de proporcionar la clave de un fen¨®meno humano de dif¨ªcil comprensi¨®n para muchos. Les hablo de una especie de nuestro g¨¦nero que es capaz de sobrevivir a los reg¨ªmenes pol¨ªticos, a m¨²ltiples carteras ministeriales, a los embates de la modernidad y, sobre todo, al tiempo, esa implacable m¨¢quina que aniquila cuanto le sale al paso. Hasta esta misma semana, en la que ha ca¨ªdo en mis manos el informe publicado por cient¨ªficos de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona acerca de los is¨®topos radiactivos del plutonio y el americio, no hallaba explicaci¨®n alguna a ese personaje duracel de la pol¨ªtica nacional llamado Manuel Fraga Iribarne. Y no me refiero a sus espl¨¦ndidos ochenta y un a?os y todos los que tengan que venir mientras el f¨ªsico resista. Me ci?o a la templanza y al esp¨ªritu que todav¨ªa le mantienen en primera l¨ªnea de fuego, presidiendo la Xunta de Galicia y soportando, como el Papa de Roma, inclemencias seniles de toda ¨ªndole.
Todo ocurri¨® un 17 de enero de 1966. En esa fecha, el choque de dos aviones americanos sobre la costa del pueblo almeriense de Palomares provoc¨® la ca¨ªda de cuatro bombas que sembraron el p¨¢nico entre los lugare?os y una contaminaci¨®n residual que a¨²n perdura. Para tranquilizar los ¨¢nimos, el campeador de Vilalba, puro nervio y pura trisca, se plant¨® en la misma playa de Garrucha, se enfund¨® un ba?ador de cuello vuelto sobre la panza ministerial y se zambull¨® en las aguas doradas de plutonio para dar ejemplo. La imagen del h¨¦roe fue vista en el Nodo de todos los cines del pa¨ªs y a¨²n se proyecta en la sesi¨®n continua de nuestra memoria. Pero lo curioso del caso es que, tal y como afirma el informe de los expertos, las concentraciones radiactivas estaban all¨ª, a 50 metros de profundidad, y a¨²n siguen emitiendo un contenido nuclear entre cinco y veinte veces superior al del resto del litoral mediterr¨¢neo. Conclusi¨®n: s¨®lo una radiaci¨®n de ese calibre pod¨ªa generar el zooplacton que mantiene firme a un Pelayo de nuestra historia que no necesita tirantes para seguir tirando de s¨ª mismo a?os y m¨¢s a?os. El Interminable Terminator dura, y dura, y dura...
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