Una mujer sin trabajo ni techo
Leila tiene 29 a?os y tres hijos, no cobra ning¨²n salario desde abril y sobrevive gracias a la caridad
Leila declara 29 a?os pero en su rostro se esconden 20 m¨¢s. Carece de empleo y de casa. Sin salario desde la ca¨ªda de Bagdad, el 9 de abril, sobrevive junto a sus hijos Waas, Raad y Ragad en un m¨ªsero campamento de hojalata junto al club h¨ªpico abandonado. Su marido falleci¨® hace siete a?os. No tiene zapatos. Usa calcetines para aminorar el roce de los pies sobre el asfalto.
Leila es chi¨ª. En el r¨¦gimen anterior tuvo un oficio modesto, de limpiadora en una mezquita. Sus ingresos proced¨ªan de las donaciones de los fieles. Con ellas se pag¨® el alquiler de una habitaci¨®n para cuatro en la Ciudad Sader, uno de los barrios m¨¢s pobres de la capital. Cuando perdi¨® ese trabajo tuvo que dejar la vivienda.
Kazan Hadi es responsable de la Uni¨®n de Desempleados de Irak, una organizaci¨®n del Partido Comunista. Con la ayuda de decenas de voluntarios y varias ONG extranjeras, visita esos campamentos de gente sin techo y les entrega dinero y zapatos. Tambi¨¦n les buscan un empleo. Leila est¨¢ hoy en su despacho acompa?ada de dos de sus hijos. Les van a entregar una olla. En su chabola junto al club h¨ªpico no hay cuarto de ba?o ni ducha, pero disponen de una toma de agua comunal. Apenas tienen luz. Para utilizar la olla deber¨¢ buscar madera y algo para prender fuego. Sus hijos Waas, Raad y Ragad, de 10, 9 y 7 a?os respectivamente, nunca han acudido a la escuela. Se muestran t¨ªmidos ante el extranjero. Hablan ¨¢rabe, pero no saben escribir ni leer.
Leila no entiende de pol¨ªtica ni de macroeconom¨ªa, de resistencia armada o conferencia de donantes. Su universo es exiguo y sus normas, muy duras; su mundo consiste en sobrevivir. Se queja de una infecci¨®n en la piel. No dispone de ahorros para pagarse un tratamiento. Ning¨²n m¨¦dico ha aparecido en estos meses por el campamento del club h¨ªpico. A veces recibe dinero de sus vecinos, pues hasta en la pobreza absoluta parece que existen las clases sociales. "Un hombre me dio ayer 500 dinares y pudimos comer todos". Leila aguarda la olla jugueteando con los dedos. Est¨¢ nerviosa y feliz. Alguien le entrega un fajo de billetes con el retrato de Sadam impreso. Los recoge y los guarda. No puede dar la mano al benefactor, pues lo proh¨ªbe su religi¨®n, pero sus ni?os se le cuelgan del cuello y le besan con fuerza.
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