"Me gusta m¨¢s que digan 'me encanta esta frase' a que digan 'me ha encantado tu libro"
Cuando se public¨® El secreto, los periodistas parec¨ªan tan cautivados por Donna Tartt como por su libro. Hab¨ªa nacido y se hab¨ªa criado en Misisip¨ª, y se habl¨® mucho de su educaci¨®n y sus antecedentes sure?os (la heredera del legado de Faulkner, Capote y Welty), su erudici¨®n y su estilo. Las rese?as biogr¨¢ficas hablaban de su experiencia en estudios cl¨¢sicos; su entusiasmo por Plat¨®n y Dante; su caracter¨ªstico aspecto ("de golfillo", "como un duende"); que encend¨ªa un cigarrillo tras otro, sacados de una tabaquera de piel de avestruz, y beb¨ªa como un cosaco. Una rese?a de Vanity Fair se?alaba que el contestador de su apartamento de Greenwich Village recib¨ªa a quienes llamaban con la voz de T. S. Eliot leyendo La tierra bald¨ªa, y la describ¨ªa como un esp¨ªritu precoz salido de un crucero de la Cunard Line (barcos de vapor que hac¨ªan la ruta del Atl¨¢ntico Norte) en los a?os veinte. Una chica lista al estilo Salinger.
"Mis obsesiones e intereses no han cambiado mucho desde que ten¨ªa seis o siete a?os"
"Me he dado cuenta de que no escribo sobre el amor, y tampoco me gustan los libros de amor"
Mientras Nueva York suda con una de esas oleadas de calor que baten marcas de temperatura, me dirijo a un peque?o restaurante franc¨¦s del Upper East Side para reunirme con ella. Tartt tiene un apartamento por la zona (se ha trasladado de Greenwich Village), pero en realidad pasa la mayor parte del tiempo escribiendo en su casa "de campo". Tras mucha insistencia, se aviene a decirme que est¨¢ en el Estado de Virginia.
Peter Pan en Misisip¨ª
Es menuda y muy elegante: apenas 1,52 de estatura, viste blusa de seda azul, pantalones negros y mocasines negros. Tiene una belleza poco ortodoxa, tez p¨¢lida y rasgos marcados, pelo peinado con una severa melena a lo Louise Brooks y penetrantes ojos verdes que mantiene herm¨¦ticamente cerrados cuando se concentra al hablar. Su voz es aguda, entrecortada, con un m¨ªnimo deje sure?o.
Aparentemente, la bebedora y fumadora que escribi¨® El secreto (Plaza & Jan¨¦s) se ha desvanecido. Dej¨® de fumar hace unos a?os debido a una bronquitis, y durante nuestra comida s¨®lo bebe agua. Pero la chica lista sigue siendo muy evidente. Tartt ha le¨ªdo much¨ªsimo, y es asombrosamente erudita; durante la conversaci¨®n cita a Tom¨¢s de Aquino, Oscar Wilde, San Agust¨ªn y Henry James -por no mencionar a John Hurt, el cantante de blues de Misisip¨ª-, mientras consigue la encomiable haza?a de no parecer en absoluto jactanciosa.
Ambientado en Alexandria, una peque?a poblaci¨®n de Misisip¨ª, Un juego de ni?os -como El
secreto- empieza con un asesinato, aunque es lo ¨²nico que ambos libros tienen en com¨²n. La v¨ªctima es un ni?o de nueve a?os, Robin Cleve Dusfrenes, cuyo cad¨¢ver aparece colgado de un ¨¢rbol de su propio jard¨ªn. Doce a?os despu¨¦s, su hermana Harriet, que ten¨ªa menos de un a?o cuando se produjo el asesinato, se dispone a vengar la muerte de Robin. Harriet est¨¢ enamorada de Raptado, de Robert Louis Stevenson; la historia de Scott en la Ant¨¢rtida, y la vida de Harry Houdini. Especie de versi¨®n femenina de Peter Pan, un relato que adora, es decidida, impetuosa y valiente; en realidad, m¨¢s decidida y m¨¢s impetuosa de lo que le conviene, porque uno de los temas centrales del libro es que los ni?os pueden interpretar y comprender de manera equivocada y peligrosa el mundo de los adultos, y los peligros en los que pueden caer si lo hacen. La solitaria, inteligente y poco com¨²n ni?a, enamorada de los libros, que vive en un mundo de imaginaci¨®n... Cada autor vierte su propia experiencia y la convierte en ficci¨®n, pero todo esto suena, poco m¨¢s o menos, a esbozo autobiogr¨¢fico de Tartt y de su propia ni?ez.
Naci¨® en 1963 en Greenwood, Misisip¨ª, la misma ciudad, me dice con orgullo de verdadera admiradora, donde muri¨® envenenado el gran cantante de blues Robert Johnson; el cruce donde supuestamente ¨¦l encontr¨® al diablo est¨¢ cerca de la peque?a ciudad de Grenada donde ella creci¨®. La mayor de dos hijas, Tartt fue educada en una "ra¨ªda elegancia", en una gran casa "llena de cosas bonitas y montones de libros". Su familia por parte de madre, los Boush¨¦, eran "antiguos sure?os", que es como decir que viv¨ªan en Grenada desde que la ciudad exist¨ªa. Su madre, Taylor, trabajaba de ejecutiva en la Comisi¨®n de Empleo Estatal. Su padre, Don, era una persona fuera de lo normal, un antiguo m¨²sico rockabilly que de alguna manera se hab¨ªa metamorfoseado en pol¨ªtico local de cierta enjundia y que raramente aparec¨ªa por casa. Tartt pas¨® buena parte de su infancia rodeada de una extensa familia de t¨ªas diversas, abuelos y bisabuelos. Sus padres est¨¢n ahora divorciados, y hace a?os que no habla con su padre.
Tartt afirma que una de las cosas que quer¨ªa hacer en Un juego de ni?os era describir un Sur "en la c¨²spide del cambio": social, econ¨®mico y cultural. Y uno tiene la impresi¨®n de que Alexandria, el lugar donde se ambienta Un juego de ni?os, sirve de fiel equivalente a la Grenada en la que Tartt creci¨®; su aire de somnolencia intemporal interrumpido por el ruido infernal de las excavadoras que abren carreteras y construyen hipermercados a las afueras, donde el viejo Sur y el viejo orden est¨¢n siendo irreversiblemente derribados. "Recuerdo que de peque?a", dice Tartt, "la cl¨ªnica de nuestra ciudad ten¨ªa dos puertas en diferentes partes del edificio con las palabras blancos y de color escritas encima en cemento, aunque para entonces ya no funcionaba, por supuesto. Recuerdo muy bien cuando mataron a Martin Luther King. Yo ten¨ªa cuatro a?os. Vino a nuestra ciudad poco antes de que lo matasen".
De Julio Verne a Joy Division
Estos indicios del futuro no eran suficientes para borrar la sensaci¨®n de que se trataba de un lugar congelado en el tiempo. Tartt afirma que creci¨® "en el mismo lugar en el que hab¨ªa crecido mi abuela. Realmente hab¨ªa una sensaci¨®n de continuidad. Yo le¨ª en buena parte los mismos libros, las mismas ediciones, que mi abuela hab¨ªa le¨ªdo cuando era ni?a". Los libros eran "un gran elemento de huida". Los libros te permit¨ªan "ser otro". Sobre todo, ella era "una ni?a a la que le encantaban los libros para ni?os". Ivanhoe, Julio Verne, James Fennimore Cooper, Robert Louis Stevenson. Uno de los juegos preferidos de su ni?ez era reclutar a sus amigos menos interesados por la lectura para representar escenas de Raptado. "Y", a?ade Tartt, "me encantaba sobremanera Peter Pan". A los doce a?os le¨ªa a Dickens y Kipling. Este amor por la literatura del siglo XIX y su tradici¨®n narrativa -la ausencia casi total de influencias que podr¨ªamos denominar "contempor¨¢neas"- parece esencial para describir a Tartt.
Como dijo Peter Pan, "morir ser¨¢ una aventura enormemente grande". Esta idea ejerce una poderosa atracci¨®n sobre Tartt. Porque la obsesi¨®n de Harriet por Peter Pan y por la historia de Scott en la Ant¨¢rtida es, por supuesto, la de Tartt. "J. M. Barrie era un gran amigo del capit¨¢n Scott", dice entusiasm¨¢ndose con el tema. "De hecho, creo que llegu¨¦ al capit¨¢n Scott, al que adoro, a trav¨¦s de Barrie". "Una de las ¨²ltimas cartas escritas por Scott cuando estaba a punto de morir fue a Barrie. Y cuando la noticia de su muerte lleg¨® a Inglaterra, Barrie escribi¨® un art¨ªculo en el que inclu¨ªa un asombroso relato sobre una expedici¨®n de alpinismo en la que uno de los j¨®venes alpinistas se hab¨ªa ca¨ªdo en una grieta. Muchos a?os despu¨¦s, algunos miembros del equipo decidieron volver (por entonces ya eran viejos) y all¨ª estaba su compa?ero, todav¨ªa con 20 a?os, bellamente conservado. Y Barrie escribi¨®, "tambi¨¦n Scott y sus compa?eros emergieron de las inmensidades blancas, j¨®venes para siempre".
Tartt afirma que sus obsesiones y sus intereses "no han cambiado mucho desde que ten¨ªa seis o siete a?os". Era un chicazo (y dice que todav¨ªa lo es) a quien no le interesaba adaptarse a la idea que otros ten¨ªan de c¨®mo deb¨ªa comportarse una ni?a. El hecho m¨¢s absurdo de su adolescencia es que la presionaron para que participase en el grupo de animadoras del equipo de su instituto; "la animadora menos animada que te puedas imaginar"; mientras que la idea de asistir al cotill¨®n, o al baile de puesta de largo -un momento muy esperado en el ritual sure?o en el que se espera que las muchachas se vistan como Escarlata O'Hara para coquetear con los futuros Rhett Butler- la hac¨ªan llorar. "Incluso ahora me hacen verdadera gracia los trajes de mujer", dice.
Un viejo chiste en Misisip¨ª dice que hay m¨¢s escritores que gente que sepa leer. A los 13 a?os, Tartt publicaba poes¨ªa en la Mississippi Literary Review. Compet¨ªa en todos los premios literarios que ten¨ªa a mano, e invariablemente los ganaba. En 1981 lleg¨® a la Universidad de Misisip¨ª en Oxford, conocida como "Ole Miss" (vieja se?orita). Como la mayor¨ªa de los alumnos, se uni¨® a una hermandad, "Kappa, Kappa, Gamma", pero posteriormente confes¨® que no le interesaba excesivamente la camarader¨ªa alegre y simp¨¢tica. En la "caja de la amistad" en la que sus compa?eras depositaban mensajes de esperanza y felicidad -hola ¨¢rboles, hola cielo- Tartt lanzaba granadas literarias de Nietzsche y Sartre: "Dios est¨¢ muerto... y nosotros lo hemos matado" y "el infierno son los dem¨¢s". Acab¨® bajo la protecci¨®n del escritor invitado del campus, que la abord¨® despu¨¦s de leer trabajos que Tartt hab¨ªa remitido (sin ¨¦xito) al peri¨®dico de la universidad. ?l se present¨®: "Me llamo Willie Morris y creo que eres un genio". Antiguo director de la revista Harper's, Morris hab¨ªa ayudado a lanzar las carreras profesionales de William Styron, Joan Didion y otro escritor de Misisip¨ª, John Grisham.
A sugerencia de Morris, Tartt dej¨® la Ole Miss al a?o siguiente y se matricul¨® en Bennington, una escuela de artes liberales de Vermont. All¨ª hizo migas con un grupo de aprendices de escritores entre los que se encontraba el novelista Bret Easton Ellis. ?nica entre sus contempor¨¢neos, hab¨ªa estudiado lat¨ªn y griego, y hab¨ªa le¨ªdo la obra completa de Proust. Por si todo esto suena demasiado hermoso, tambi¨¦n era gran admiradora de Joy Division y R.E.M.
Un ¨¦xito de culto
En Bennington es donde empez¨® a escribir El secreto. Le llevar¨ªa diez a?os terminarla, durante los cuales se mantuvo trabajando de vendedora en una librer¨ªa de Boston, y de ayudante de un pintor que ense?aba en la Escuela Parsons de Dise?o, de Nueva York, por lo que recibi¨® clases particulares gratis de pintura, adem¨¢s de un sueldo. M¨¢s que un simple ¨¦xito de ventas, El secreto se convirti¨® enseguida en un culto, provocando p¨¢ginas y sitios de Internet que celebraban y analizaban el libro al mil¨ªmetro, y a su vez provocando el culto a Tartt. Un cr¨ªtico ingl¨¦s ha sugerido recientemente que el libro hab¨ªa sido b¨¢sico para el "sombr¨ªo egocentrismo" manifiesto en iconos g¨®ticos como Marilyn Manson y Buffy la cazadora de vampiros. Tartt parece completamente desconcertada cuando le digo esto. "No s¨¦ qu¨¦ es Buffy cazavampiros. No conozco el aspecto de Marilyn Manson". Su conocimiento de la cultura popular es, confiesa, como mucho poco s¨®lido. En la universidad sent¨ªa pasi¨®n por la m¨²sica rock, "y sigo pensando que Brian Eno es un genio", a?ade. "Pero, por ejemplo, ?qui¨¦n es J. Lo?, ?entiende lo que quiero decir?". Dice que, verdaderamente, no tiene idea de por qu¨¦ El secreto prendi¨® de esa forma; "me dej¨® profunda y absolutamente perpleja, y todav¨ªa lo estoy. Pero lo m¨¢s maravilloso, con mucho, son las cartas que me llegan de j¨®venes que han decidido estudiar griego o lat¨ªn despu¨¦s de leer el libro. Eso es lo que me hace m¨¢s feliz".
Tartt afirma que tras El secreto estaba decidida a escribir "un libro completamente distinto, sobre un mundo completamente diferente. Es especialmente dif¨ªcil escribir desde el punto de vista de un ni?o. La satisfacci¨®n m¨¢s profunda que me produce escribir es del nivel m¨¢s peque?o, m¨¢s humilde e ¨ªntimo: trabajar con tes¨®n en una frase complicada, conseguir llevarla a la perfecci¨®n, sin importar el tiempo que haga falta. Puedo pasarme tranquilamente horas moviendo una coma. Me satisface mucho m¨¢s que alguien diga 'me encanta esta frase', que no que diga, 'me ha encantado tu libro".
Ni amor ni fama
Lo curioso, quiz¨¢, de El secreto y Un juego de ni?os es que el amor rom¨¢ntico o sexual est¨¢ completamente ausente de ambos. Los estudiantes de El secreto -¨²nicos quiz¨¢ entre los estudiantes de todo el mundo- parecen casi desprovistos de vida sexual (Tartt la ha descrito de hecho como una novela sobre la sexualidad reprimida) y en Un juego de ni?os evita cualquier tema rom¨¢ntico, aunque dice que algunos han detectado una corriente rom¨¢ntica subterr¨¢nea entre Harriet y su amiguito Healy, "a pesar de que no beben vasos de vino en un restaurante franc¨¦s ni van a habitaciones de hotel", a?ade con sequedad.
Pero no, el amor es un tema so bre el que no le interesa escribir. "Me he dado cuenta de que no escribo sobre el amor, y tampoco me gustan los libros de amor", dice resueltamente. Pero si uno escribe sobre la vida, ?no se topa en alg¨²n momento con el amor y el deseo sexual? Tartt enarca una ceja. "No lo s¨¦. Julio Verne nunca se encontr¨® con ellos. A Melville no parece interesarle en absoluto. Flannery O'Connor, un escritor al que admiro mucho, no parece sentirse muy atra¨ªdo por esta cuesti¨®n...".
Poco despu¨¦s de nuestra conversaci¨®n, Tartt y yo intercambiamos mensajes electr¨®nicos en los que le ped¨ª que me hablase m¨¢s sobre el tema del ¨¦xito y del escritor en cuanto celebridad. "Cicer¨®n", me respondi¨®, "tiene una gran expresi¨®n al respecto: aura popularis, la brisa de la popularidad. Depende siempre de d¨®nde sople el viento. Pero el asunto es que la brisa tan pronto viene como va. Pienso que debe de ser un problema temible", contin¨²a, "para aquellos a quienes les preocupa la celebridad y que desean atenci¨®n, y desean aferrarse a ellas, pero es una idea profundamente tranquilizadora para alguien que, como yo, s¨®lo quiere irse a casa, cerrar la puerta, y volver a su mesa de trabajo".
En mi mensaje tambi¨¦n la hab¨ªa invitado a participar en un peque?o ejercicio. En 1948, el fot¨®grafo Herman Leonard tom¨® una fotograf¨ªa del m¨²sico de jazz Lester Young. En ella se muestra la maleta de Young abierta, en la que se ven partituras que sobresalen por los lados; su caracter¨ªstico sombrero hongo colgado de la tapa. Delante de la maleta hay una botella de Coca-Cola vac¨ªa, con un cigarrillo encendido encima. Como si el propio Young hubiese sido arrancado de la fotograf¨ªa en el segundo antes de que se disparase el obturador, dejando atr¨¢s los elementos esenciales de su vida. ?Qu¨¦ habr¨ªa en su retrato?, le pregunt¨¦. Ella replic¨®: "Papeles sucios, una libreta abierta, un l¨¢piz. Una taza de t¨¦. El mismo sill¨®n que tengo desde la universidad, con un jersey colgado del brazo. Libros abiertos boca abajo por todo el suelo. Mis perros, que se sientan a mi alrededor mientras trabajo, ladrando furiosamente a cualquier fuerza invisible que acaba de arrancarme de la foto".
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