La Europa com¨²n
La m¨¢xima distinci¨®n espa?ola despierta en cada uno de nosotros distintos pensamientos: en m¨ª, el recuerdo de un episodio vivido durante un viaje a Ir¨¢n, no hace mucho. En Shiraz, lugar de peregrinaci¨®n del gran poeta Hafiz, tropec¨¦, en la persona de mi gu¨ªa, con una joven musulmana con velo en la cabeza que, seg¨²n se demostr¨®, era una voraz lectora. ?Qu¨¦ autores extranjeros pod¨ªan haber llegado hasta una estudiante as¨ª bajo el dominio de los Mullahs? ?A qui¨¦n conoc¨ªa por traducciones? Para mi sorpresa, su inter¨¦s estaba consagrado a un espa?ol, del que quer¨ªa saberlo todo: Miguel de Unamuno. Ella no pod¨ªa sospechar el curioso paralelismo de nuestras experiencias vitales: Unamuno tambi¨¦n fue para m¨ª -hace ahora 55 a?os- el primero de los autores espa?oles. La filosof¨ªa existencialista constituy¨® entonces, terminada la Segunda Guerra Mundial, la caja de resonancia de la obra de Unamuno Vida de don Quijote y Sancho. Entretanto, el clima intelectual ha cambiado, pero los textos de Unamuno no han amarilleado.
Aquel texto, por ejemplo, que trata la cuesti¨®n de C¨®mo se hace una novela, ya es posmoderno en su construcci¨®n. Tiene su origen en los a?os veinte, cuando Unamuno, emigrado a Francia, se detiene movido por la nostalgia en la frontera de su tierra vasca. En este esbozo de novela, Unamuno reflexiona sobre el trabajo del escritor y analiza el mecanismo de la producci¨®n de mundos ficticios observando su efecto sobre el lector. El personaje principal, el pobre Jugo de la Raza, se espanta de tal modo ante la lectura de una novela que quema el libro, pero luego, presa de la curiosidad, corre a buscar otro ejemplar, para volver a temer el final de la historia. En esta ambivalencia del lector se debe desvelar la verdadera naturaleza de la ficci¨®n: por una parte, el autor depende de la imaginaci¨®n del lector, porque s¨®lo ¨¦l despierta a la vida la literatura. Por otra parte, el lector s¨®lo podr¨ªa llenar el abismo entre literatura y vida extinguiendo su existencia cotidiana. Al devorar la novela, tendr¨ªa que dejarse consumir por la vida ficticia.
Unamuno no aborda esta paradoja de forma juguetona -como Italo Calvino-, sino con la seriedad existencial de un catolicismo insondable, convertido en piedra en El Escorial. Tan s¨®lo un libro, la Biblia, estar¨ªa a la altura del abismo entre literatura y vida. El lector creyente, que se adapta a su mensaje, puede dejar atr¨¢s su existencia irreflexiva en la esperanza de una nueva vida. Tener que imitar en vano ese modelo del "libro de los libros" describe la tragedia del escritor.
Pero el propio Unamuno no s¨®lo era escritor. Cabe preguntar si la conciencia tr¨¢gica de la existencia del escritor afecta tambi¨¦n a la apasionada naturaleza pol¨ªtica del fil¨®sofo Unamuno, que se sublev¨® contra todas las formas de tiran¨ªa y acept¨® el destierro a cambio. Al fil¨®sofo le afecta m¨¢s el abismo entre teor¨ªa y praxis que entre literatura y vida. Pensemos en el caso, completamente distinto, de ese fracasado profesor de la lejana Alemania que despleg¨® gran influencia pol¨ªtica en Espa?a.
Este Karl Christian Friedrich Krause ense?¨® filosof¨ªa en Jena junto a Schelling y Hegel, pero ni en Jena ni en Berl¨ªn ni en G?ttingen obtuvo una c¨¢tedra. Fue humanista e ilustrado, pedagogo y mas¨®n de la escuela de Kant y Fichte, y se anticip¨® mucho a su tiempo con exaltadas ideas sobre el Estado mundial y la confederaci¨®n de la Humanidad, sobre un orden jur¨ªdico global y sobre la transformaci¨®n de las relaciones internacionales en una pol¨ªtica interior mundial. En Alemania, m¨¢s bien se tom¨® a Krause por un solitario extravagante. S¨®lo en el pa¨ªs de Don Quijote alcanz¨® a t¨ªtulo p¨®stumo reconocimiento e influencia. Juli¨¢n Sanz del R¨ªo se convirti¨® en 1860 en fundador del krausismo espa?ol, una tradici¨®n liberal de grandes consecuencias para la Espa?a pol¨ªtica.
Sin duda Unamuno reun¨ªa en su persona al escritor y al fil¨®sofo, pero quiz¨¢ no distingu¨ªa de forma lo bastante n¨ªtida entre las ficciones del uno y las visiones del otro. Lo que idea un fil¨®sofo no siempre tiene que ser el sue?o de un visionario y quedarse en novela. Una visi¨®n tambi¨¦n puede convertirse en realidad. El 24 de julio de 1817, Krause advert¨ªa a sus compatriotas: "Debes ver a Europa como tu patria mayor y m¨¢s pr¨®xima, y a cada europeo como tu compatriota en el nivel superior m¨¢s pr¨®ximo". Cierto, ha tardado mucho tiempo la unificaci¨®n europea, pero desde 1976 los Pirineos ya no son una barrera. Espa?a est¨¢ tan cerca de los alemanes como Francia e Italia, y nosotros de los espa?oles. Est¨¢ sobre la mesa una Constituci¨®n para la Europea com¨²n. El proyecto no puede ser derribado en el ¨²ltimo momento por ego¨ªsmos nacionales. Y tampoco la carga de profundidad atl¨¢ntica de una guerra contraria al Derecho Internacional puede separar de nuevo a la nueva Espa?a democr¨¢tica de la "vieja" Europa. En este pa¨ªs vital se ha formado en pocos a?os una sociedad moderna. Las instituciones liberales constituyen un marco en el que es posible solucionar todos los problemas sin violencia y, ante todo, sin violencia terrorista. Nosotros, los vecinos europeos, confiamos tambi¨¦n en este sentido en el esp¨ªritu creativo de los espa?oles.
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