Las crestas del r¨ªo Alag¨®n

El tramo bajo del cacere?o r¨ªo Alag¨®n discurre calmo por las f¨¦rtiles tierras de Coria al encuentro con el gran Tajo, a trav¨¦s de alomadas dehesas de encinas centenarias, que en estas fechas paren sus apetitosos frutos. Pero el remanso de sus aguas topa con los crestones rocosos de la denominada sierra de la Garrapata, estrechando su paso hasta quedar convertido en una boquera de un par de decenas de metros por la que el cauce se humilla ante la verticalidad de los canchales. Estos riscos forman el eje b¨¢sico de un paraje declarado zona de especial protecci¨®n para las aves (ZEPA), con el top¨®nimo de Canchos de Ramiro. Unos lares dominados por la vegetaci¨®n mediterr¨¢nea, aunque en algunas manchas ha sufrido la usurpaci¨®n y reconversi¨®n en favor de pinos y eucaliptos invasores, que en estas fechas desabrigadas del oto?o muestran un acogedor semblante.

El Alag¨®n se encuentra aqu¨ª con su tributario el r¨ªo Arrago, procedente de la sierra de Gata, para caminar uncidos y formar un ensanchado ¨¢lveo de continua crecida que les llevar¨¢ juntos hasta emparentar con el Tajo en las mismas murallas de la gran presa de Alc¨¢ntara. Los sauces, chopos, alisos y fresnos que un d¨ªa arroparon las orillas del lecho fluvial fueron tragados por las aguas embalsadas, siendo ahora encinas y alcornoques, en compa?¨ªa de madro?os, labi¨¦rnagos y durillos, los que m¨¢s se acercan a las riberas. Aunque es m¨¢s bien lo contrario, ha sido el nivel acu¨¢tico el que ha crecido y se ha acercado hasta tocar los pies de esta vegetaci¨®n asentada en las laderas de las sierras circundantes: de los Caballos, de la Garrapata y de la Solana.

Uno de los arbustos m¨¢s notorios, sobre todo en esta ¨¦poca, es la cornicabra, que adquiere el papel de estrella en estos momentos al mostrar sus enrojecidas hojas, que resaltan entre el resto de verdes permanentes. Tambi¨¦n se prodigan en estos montes los acebuches, el primo silvestre del olivo, que se deja robar sus peque?as aceitunas por una pl¨¦yade de petirrojos, currucas, zorzales, mirlos y estorninos.

Pero hay otra fauna, m¨¢s amante de las aguas. Gaviotas reidoras y sombr¨ªas, garzas reales, cormoranes, zampullines y varias especies de ¨¢nades frecuentan este paraje, a la querencia de sus soledades y silencios. Y alzados sobre las cornisas y pin¨¢culos m¨¢s rec¨®nditos de los farallones rocosos reinan las grandes carro?eras, con una colonia permanente de m¨¢s de cien parejas de buitres leonados y diez de alimoches.

En estos perdidos Canchos de Ramiro se puede conocer y escudri?ar de varias formas, pero existe una ruta que se acerca hasta sus pies, a la vez que ofrece buenas panor¨¢micas y un placentero paseo entre amables y despejados bosques mediterr¨¢neos. Parte de la localidad de Cachorrilla, de la que sale una pista a las puertas de su ermita del Cristo, que se introduce en un paisaje adehesado salpicado de vacas retintas, hasta llegar a los m¨¢rgenes del Alag¨®n y despu¨¦s hasta la zona baja de los canchos denominada El Boquer¨®n, donde el roquedo inicia su escarpado ascenso vertical y cuyo acceso queda completamente desaconsejado en ¨¦poca de nidificaci¨®n. La distancia de ida y vuelta no llega a los diez kil¨®metros.