El desliz andorrano
La ocurrencia andorrana de Artur Mas no ha sido ni brillante ni adecuada. Ha conseguido sin duda el efecto esperado: los titulares. Pero, los llamados efectos colaterales han sido tremebundos. Hasta el punto de que puede que alguien empiece a preguntarse si el candidato Mas es la persona m¨¢s adecuada para ocupar un puesto en el que ya no podr¨¢ contar, como hasta ahora, con la probada capacidad de maniobra de Jordi Pujol. No voy a entrar en el fondo del asunto. Se ha escrito suficientemente sobre ¨¦l, y si el Gobierno andorrano ha pedido un poco de respeto, las propias federaciones deportivas han pedido un poco de tranquilidad. Creo que ya fue un error el vincular a los promotores de una iniciativa legislativa popular como la de las selecciones catalanas, que cont¨® con amplio apoyo popular m¨¢s all¨¢ de afiliaciones partidistas, a unas siglas espec¨ªficas. Pero mucho m¨¢s grave ha sido el tratar de responder a esa maniobra de corto vuelo con una iniciativa que resulta insostenible a poco que uno se detenga a pensarlo. La campa?a electoral tiene muchos inconvenientes: exceso de verborrea; promesas desatadas en torno a cuestiones graves, que afectan seriamente a muchas personas y que acaban siendo planteadas como si de ganado en subasta se tratara; demasiado dinero gastado sin tener claro de d¨®nde fluye, etc¨¦tera. Por otra parte, las campa?as tienden a personalizar en exceso las opciones en juego, caricaturizando pol¨ªticas y sesgos ideol¨®gicos. En la tele no salen partidos, salen personas. Pero entonces, las personas escogidas para representar a esos partidos tienen que saber transportar valores, sensibilidades, y demostrar criterio y buen hacer. Por tanto, en medio de los claros inconvenientes mencionados, las campa?as tienen asimismo la ventaja de ver el grado de sensatez y de capacidad de navegar en aguas agitadas de cada candidato. En ese navegar, ya no vale ser un alumno aventajado en asuntos de gesti¨®n, o llevarse bien aprendidos los papeles; se necesita una piel curtida y un olfato pol¨ªtico que evite los escollos que colocan los dem¨¢s y los potenciales errores propios. Y ello es m¨¢s significativo cuando uno representa no una opci¨®n nueva, fresca y sin pecadillos que ocultar, sino nada m¨¢s y nada menos que la fuerza pol¨ªtica que ha ocupado el Gobierno en Catalu?a en los ¨²ltimos 23 a?os.
A Pasqual Maragall se le acusa de proferir maragalladas, pero como comentaba Enric Company en estas mismas p¨¢ginas, uno acaba viendo en medio de mensajes aparentemente deslavazados un hilo argumental de cierta coherencia en la complejidad que deriva de su propio partido y de la situaci¨®n del socialismo en Espa?a, y por encima de todo, detr¨¢s del candidato hay una historia. La foto no es plana, tiene mucha textura. Para unos buena, para otros mala, para algunos excesivamente ambigua, pero indudablemente no hay quien pueda separar al candidato de su pasado antifranquista, de su excelente gesti¨®n en los primeros a?os de municipalismo democr¨¢tico, de su capacidad para manejar la complejidad ol¨ªmpica, o del esfuerzo para colocar a Barcelona en el mundo. El perfil de Joan Saura tampoco es el de un candidato est¨¢ndar. Su campa?a es firme y digna. Nadie puede hablar de ambig¨¹edad ni llamarse a enga?o. Hay voluntad de coherencia entre lo que se dice y lo que la opci¨®n que defiende representa. Orgullo de heredero del PSUC y orgullo por simbolizar una nueva radicalidad democr¨¢tica y por la voluntad de apuntalar un cambio a fondo. Con Carod Rovira compart¨ª celda en la calle de Enten?a (dentro de unas semanas har¨¢ 30 a?os de ello y de la previa detenci¨®n de los 113), y me atrevo a decir que su tenacidad y honestidad personal no pueden tampoco producir confusi¨®n. Creo que es plenamente consciente de la responsabilidad que ostenta al representar unas siglas hist¨®ricas, y de lo que conlleva tratar de renovar ese legado con unos mimbres j¨®venes y entusiastas. Una vez m¨¢s, un candidato, s¨ª, pero tambi¨¦n alguien que lleva en la mochila mucho m¨¢s que ganas de estar en el candelero. El mismo Piqu¨¦, dentro de lo tortuosa que ha sido su trayectoria pol¨ªtica, o precisamente por ello, es m¨¢s que un candidato circunstancial del PP, y se le puede juzgar y ver con esa profundidad de an¨¢lisis.
En contraste con todo ello, la candidatura de CiU tiene ciertas dificultades estructurales que, por mucho dinero y empe?o que se ponga en ello, est¨¢n aflorando cada d¨ªa que pasa. La escapada andorrana es para m¨ª un ejemplo de ello. Nadie sabe a¨²n lo que es CiU sin Pujol. Probablemente, todos podemos imaginar lo que ser¨ªa CiU sin Pujol, pero con Roca Junyent o con Trias Fargas si ello fuera a¨²n posible. Artur Mas ha sido el encargado de personalizar la voluntad de renovarse para quedarse, y lo ha hecho con la brillantez de alumno de escuela de ¨¦lite, y con su demostrada capacidad de gesti¨®n, estudio y trabajo. Pero su mochila, su urdimbre pol¨ªtica, parece carecer de ese halo extra?o que acompa?a a aquellos que llegaron a la pol¨ªtica sin quererlo, simplemente porque el franquismo les oblig¨® a ello. Es muy probable que ese rasgo sea cada vez menos relevante. Es indudable que en Espa?a no lo ha sido para Aznar (aunque, por lo que vemos, su pol¨ªtica no tiene necesidad alguna de ello, ya que m¨¢s bien conecta con todo aquello que el antifranquismo quer¨ªa combatir), pero, por ejemplo, no creo que nadie pueda imaginar a Pujol diciendo la barbaridad de Andorra. Su olfato pol¨ªtico se lo impedir¨ªa por mucho que sus asesores electorales le empujaran a ello. Mas ha ca¨ªdo en la trampa andorrana empujado por la din¨¢mica del todo vale, del regate en corto y de la respuesta r¨¢pida a las maniobras de los dem¨¢s. Ha sido quiz¨¢ v¨ªctima del group thinking. De la confusi¨®n a la que conduce el vivir en una cierta realidad virtual creada por un estrecho grupo de asesores y profesionales de la mercadotecnia pol¨ªtica, sin que ¨¦l haya tenido capacidad de filtrar, de separar mensaje y escenario. Es indudable que necesitamos renovaci¨®n, ideas nuevas y personas que encarnen ese cambio. Pero esas personas, dando por supuesto que tienen valores y que representan opciones ideol¨®gicas claras, tienen que saber transportar, transmitir y convencer de esos valores, y muchas veces algunos de los nuevos pol¨ªticos transmiten m¨¢s profesionalidad que contenido. Me puedo equivocar totalmente y, como dice Pujol, s¨®lo el 16 de noviembre sabremos si todo eso ha sido importante o una simple lucubraci¨®n de opinante. Pero, para m¨ª que del desliz de Andorra se trasluce un problema de fondo. ?Qu¨¦ es CiU sin Pujol aparte de un conglomerado de cargos pol¨ªticos, una buena articulaci¨®n de intereses y una militancia desconcertada?
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