L¨ªbano y Estados Unidos traen cantos de amor y amistad
La veterana documentalista libanesa Randa Chahal Sabbag y la joven estadounidense Sofia Coppola trajeron ayer al concurso La cometa y Lost in translation, deslumbrantes filmes enormemente distantes, casi opuestos, tanto en forma como en materias esc¨¦nicas, pero sin embargo misteriosamente cercanos: poemas visuales envueltos en un vendaval de libertad y cantan al amor y la amistad.
Randa Sabbag hace en La cometa una tragedia rectil¨ªnea, sin adornos ni atajos; Sofia Coppola hace en Lost in translation una comedia vivificadora, de gran vuelo l¨ªrico y poderoso calado ir¨®nico. La primera nos mueve en una franja de tierra herida, la frontera que separa a L¨ªbano de la parte de sus territorios ocupados por Israel; la segunda nos sumerge en la reluciente locura de Tokio, en el territorio de las doradas moquetas de la opulencia capitalista y su mortal silencio.
En La cometa surge una ventolera de amor irrealizable, pero de fuerza explosiva, entre una muchacha libanesa y un soldado israel¨ª. En Lost in translation compartimos la forja, en estado de gracia, de la viv¨ªsima amistad entre un padre de familia cincuent¨®n y una muchacha reci¨¦n casada, de alrededor de 20 a?os, que trenzan un hermoso lazo rec¨ªproco que les ata en el l¨ªmite infranqueable del amor. Pero Randa Sabbag y Sofia Coppola, con tan distintas estrategias y tan diferentes lenguajes, nos hablan a d¨²o de las mismas cosas: el honor, la rectitud, la lealtad y la libertad.
La cometa procede de una expert¨ªsima documentalista libanesa, de ah¨ª que Randa Sabbag busque la ficci¨®n con cautela y apoye sus piruetas imaginarias en un estricto soporte realista a ras de tierra, en la frontera militar israel¨ª, territorio ver¨ªdico que alberga tragedias no menos ver¨ªdicas: la muerte cotidiana generada por una guerra infame e irresoluble. Y el equilibrio entre documento y poema es, en este conmovedor golpe de cine imperfecto, una conquista formal mayor, de artista adulta.
La californiana Sofia Coppola se fue al otro lado del mundo para contar una historia de ojos adentro. Al Tokio que revienta de luces y de riqueza llega un c¨¦lebre actor de Hollywood venido a menos para rodar un spot en un estudio publicitario. Bill Murray -hay que recordarle en Academia Rushmore y Atrapado en el tiempo- es uno de los m¨¢s grandes y menos aireados ingenios de la escena y la pantalla estadounidenses, un actor inclasificable y de talento inmenso, que se apodera de la pantalla sin caer en un solo exceso, con elegancia y contenci¨®n memorables. Su cara a cara con la magn¨ªfica -hay que recordarla en El hombre que susurraba a los caballos- Scarlett Johansson es un d¨²o refinado y generoso, un prodigio de gracia y de sabidur¨ªa.
Sofia Coppola siente devoci¨®n por Bill Murray y, en cierto modo, le regal¨® su pel¨ªcula. Se percibe esta generosidad en el juego, en su limpieza, su ligereza y en esa sensaci¨®n de exactitud improvisada que despiden las grandes comedias. Alguien que conoce a la cineasta dijo que Lost in translation es un idilio de ojos adentro entre Sofia Coppola y su venerado actor. De ah¨ª la verdad del despliegue de la gloriosa amistad entre un hombre curtido y algo zurrado por la vida y una muchacha libre y con el coraz¨®n intacto y abierto, que comienza a vivir.
El choque de rostros entre Bill y Scarlett es una delicia de pura seda y de pura inteligencia. Se ve tras ellos la mano escondida de una cineasta verdaderamente audaz que hace aqu¨ª cine -y ¨¦ste es un rasgo heredado de su padre- desprendido de la pasi¨®n por hacerlo de espaldas a todo arreglo utilitario. Y da al talento y a las refinadas dotes histri¨®nicas de Bill Murray la ocasi¨®n de abrirse en todo su alcance y darnos idea del dominio de una abundancia de recursos sometida a una mesura y un pudor exquisitos.
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