Una 'trucha' asalmonada

La primera parte del concierto se hab¨ªa desarrollado a ritmo de cuarteto con piano, es decir, sin Posch. Un aperitivo, pero, caramba, de qu¨¦ calidad. De entrada, un Mozart intachable, el del primer cuarteto con piano, que ya dio pistas de que la tarde ven¨ªa fina. Fue un Mozart equilibrado, homog¨¦neo, refinado y musicalmente contundente. La pianista estaba con ganas, y los del Alban Berg, con su estratosf¨¦rico nivel habitual.

Despu¨¦s ese movimiento que Mahler compuso y estren¨® cuando ten¨ªa 16 a?os (en Viena, claro, para felicidad de Arnoldo Liberman, cuyo ¨²ltimo, y muy vien¨¦s, libro acaba de salir al mercado). La tercera pieza -el cuarteto para piano y cuerda de Alfred Schnittke, estrenado en el festival de Kuhmo, Finlandia, en 1988- est¨¢ relacionada con la anterior, pues utiliza como pretexto los 17 compases conocidos del scherzo que continuaban el cuarteto mahleriano, en un intento de homenaje que, como se?ala Luis Su?¨¦n en el texto del programa de mano haci¨¦ndose eco de las intenciones del compositor, ten¨ªa la atractiva intenci¨®n de "recordar algo que no ha existido". Pues eso.

Lo cierto es que son¨® bien, con solidez y un puntito de atm¨®sfera inquietante. Las novedades, si se puede llamar as¨ª a las obras de Mahler y Schnittke, estaban deliberadamente colocadas entre las obras de repertorio como buscando un intermedio reflexivo entre dos oleadas de fren¨¦tico gozo. La complementariedad de los dos registros enriqueci¨® el concierto y Viena volvi¨® a imponerse como imprescindible punto de encuentro.