Vistas de la Giralda en Kansas City
El coraz¨®n dormido de Estados Unidos respira jazz y centros comerciales
Extensamente documentado por la literatura norteamericana, desde Cheever o Updike hasta contempor¨¢neos como Jeffrey Eugenides, el fen¨®meno del white flight (la huida de la poblaci¨®n blanca de los centros urbanos a los barrios residenciales de la periferia) es conocido por todo american¨®filo. Con todo, el visitante europeo que se adentra en el pa¨ªs puede sentirse alienado a menudo por el modelo de ciudad que este fen¨®meno ha generado: la decadencia de las inner cities o viejos n¨²cleos urbanos y el florecimiento de nuevos n¨²cleos suburbanos rabiosamente ahist¨®ricos y gravitando alrededor de enormes shopping malls que estructuralmente act¨²an como verdaderas ciudades-dentro-de-las-ciudades. Si el rompecabezas de la Norteam¨¦rica actual tiene una clave, estoy convencido de que es esa ciudad del interior, alejada de las costas, esencialmente suburbana, orgullosamente blanca y muy alejada de nuestros conceptos tradicionales de comunidad.
Situada en el centro geogr¨¢fico de Estados Unidos, Kansas City se extiende perezosa y dispersa por un ¨¢rea de 80 kil¨®metros de este a oeste y m¨¢s de 150 en su eje norte-sur, abarcando territorio de los Estados de Kansas y Misuri. Su relaci¨®n con el pasado es parad¨®jica. Pocas ciudades del Medio Oeste est¨¢n tan cargadas de historia, una historia que en el caso de Kansas City tiene su apogeo en los a?os de la prohibici¨®n, cuando la urbe prosper¨® bajo el mandato del turbio Tom Pendergast. Y sin embargo, la ciudad ha borrado con eficacia sus propias huellas. La pr¨¢ctica totalidad de la vida en el per¨ªmetro interior se ha desplazado a los barrios residenciales del sur y a las ciudades sat¨¦lite integradas como Overland Park. Los suburbios de clase media como Fairway, Mission Hills o el elocuentemente nombrado Prairie Village (pueblo de la pradera) son vecindarios j¨®venes, de medio siglo, concebidos como espaciosas y buc¨®licas ciudades-jard¨ªn. En su dise?o paisaj¨ªstico a menudo descabellado abundan los arroyos artificiales, las escalinatas, los puentes de piedra y los pastiches de estilos europeos. Los clubes de campo, ejes de la vida social, organizan a la poblaci¨®n suburbana seg¨²n el nivel de ingresos, adem¨¢s de excluir a sectores sociales poco deseables: hasta hace poco, las inmobiliarias de los suburbios adinerados ejerc¨ªan de filtro para que las familias jud¨ªas no pudieran comprar propiedad.
El exponente m¨¢s espectacular de esta arquitectura suburbana es The Country Club Plaza, un colosal centro comercial al aire libre de 14 manzanas inspirado en la arquitectura monumental de Sevilla. Su art¨ªfice, el agente inmobiliario J. C. Nichols, concibi¨® en los a?os veinte uno de los primeros malls de Am¨¦rica, adonde la poblaci¨®n pudiera acercarse a comprar con el coche y al mismo tiempo regocijarse en los patios rom¨¢nticos y extravagancias florales que Nichols "recordaba" de un viaje a Espa?a. El resultado abunda en fuentes, grupos escult¨®ricos, carrozas que recuerdan vagamente a la versi¨®n Disney de La Cenicienta y azulejos de estilo espa?ol (con las habituales confusiones con la cultura mexicana que este adjetivo implica en Estados Unidos). Hay, c¨®mo no, una Giralda, aunque la r¨¦plica de la plaza de Espa?a fue demolida misericordiosamente hace unos a?os para construir un multicine. The Plaza, como la llaman los nativos (pronunciando "plaadsa"), recibe tradicionalmente m¨¢s visitantes que ninguna otra parte de la ciudad, como atestigua su aglomeraci¨®n de ilustres franquicias.
Las fuentes de la historia
Mucho m¨¢s interesante es la parte de la ciudad que ha desaparecido virtualmente de las gu¨ªas. Me refiero al viejo centro urbano, diminuto en relaci¨®n con el Greater Kansas City, pero dotado de una innegable belleza decadente. Empezamos nuestro recorrido por la cuna de la ciudad, el barrio de Westport, un antiguo cruce de rutas comerciales donde en 1833 se cre¨® un establecimiento comercial junto a la carretera que dar¨ªa lugar a Kansas City. En la misma ubicaci¨®n de ese cruce, la esquina actual de Pennsylvania Avenue con Westport Road, el visitante puede disfrutar del calor y la conversaci¨®n de las antiguas y todav¨ªa activas tabernas locales, como Kelly's, Harry's o Jerusalem Cafe. Siguiendo hacia el norte y cruzando la zona conocida como The Paseo -una serie de vecindarios degradados de poblaci¨®n negra que solamente en la ¨²ltima d¨¦cada han empezado a remontar-, nos encontramos con Union Station, una espectacular estaci¨®n ferroviaria inaugurada en 1914 que a lo largo de su historia ha hecho las veces de coraz¨®n de la vida social y festiva de la ciudad gracias a sus salas de baile, pintorescos restaurantes y c¨¦lebres bailes de fin de a?o. Solamente comparable en el momento de su construcci¨®n con las estaciones Grand Central y Penn Station en Nueva York, Union Station fue fielmente rehabilitada en la d¨¦cada de 1990 respetando incluso los agujeros de bala de las peleas de bandas de los a?os treinta.
M¨¢s al norte, y con el skyline del centro financiero como gu¨ªa, nos detenemos en el barrio conocido como 18th and Vine, uno de los lugares m¨ªticos del jazz americano. En el ¨¢rea que rodea el Museo de la Historia del Jazz, algunos clubes siguen abiertos, mientras que el resto del barrio muestra la reconstrucci¨®n parcial de fachadas que propici¨® hace una d¨¦cada el rodaje de la pel¨ªcula Kansas City, de Robert Altman. En una ciudad donde la palabra negro es todav¨ªa usada (en lugar de las m¨¢s pol¨ªticamente correctas black o african american) no nos extra?¨® que nuestra gu¨ªa nativa se negara a salir del coche en estos vecindarios. M¨¢s al oeste, y cruzando barrios ruinosos como Crossroads, milagrosamente recuperado gracias a la proliferaci¨®n de galer¨ªas de arte, llegamos a otro de los puntos hist¨®ricos calientes: la antigua zona de los mataderos de ganado -The Stockyards-, que aunque desprovisto de su funci¨®n como motor econ¨®mico de la zona, conserva pantagru¨¦licas braser¨ªas para los no vegetarianos. Hermoso y olvidado, fuera de las rutas tur¨ªsticas, el centro hist¨®rico de Kansas City huele a crimen, jazz y depresi¨®n. Hay que desconfiar siempre de la limpieza de las historias oficiales.
- Javier Calvo (Barcelona, 1973) es autor de El dios reflectante (Random House Mondadori, 2003).
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
Prefijo telef¨®nico: 001 816. Moneda: d¨®lar (unos 0,86 euros).
C¨®mo ir
- El aeropuerto Kansas City International est¨¢ a 35 kil¨®metros o media hora en coche del centro. El tel¨¦fono local del aeropuerto, que funciona durante 24 horas, es el 243 3K CI, y tambi¨¦n se puede visitar la p¨¢gina web www.iflykansascity.com.
- American Airlines (902 11 55 70) vuela a Kansas City; desde Madrid, hasta el 13 de diciembre a partir de 598 euros m¨¢s tasas.
- Delta Airlines (917 49 66 30) vuela a Kansas City; desde Madrid en noviembre, 867,85 euros.
Dormir
- The Westin Crown Center Hotel (474 44 00). 1 Pershing Road. La doble, a partir de 136 euros.
Informaci¨®n
- Oficina de Turismo del Greater Kansas City (221 52 42). 1100 Main Street, Suite 2550, Kansas City.
- www.visitkc.com.
- www.experiencekc.com.
- www.kcmag.com.
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