Un caso
Seguramente nos gustan las novelas policiacas porque tratan de un mundo razonable, donde un detective recoge indicios y pruebas con amorosa atenci¨®n a la realidad y, gracias a la inteligencia, identifica al supuesto culpable y lo pone a disposici¨®n de los jueces. La investigaci¨®n es un modo de razonar, nunca un arrebato vengativamente justiciero. En las novelas policiacas cl¨¢sicas no hay mazmorras medievales ni juicios de Dios: no te parten las piernas para que confieses si eres culpable y resistas si eres inocente. Pero la Edad Media dur¨® aqu¨ª hasta los a?os setenta del siglo pasado, y la costumbre era que la polic¨ªa trabajara menos la parte intelectual que la f¨ªsica: menos las pruebas que las palizas. Por eso han quedado muy pocas novelas policiacas espa?olas, cl¨¢sicas: aquel universo razonador pertenec¨ªa a una realidad que aqu¨ª desconoc¨ªamos.
Ahora somos mejores: las pruebas son esenciales en el proceso y deben ser obtenidas sin vulnerar los derechos ciudadanos. As¨ª que habr¨¢ que repetir un juicio de hace cuatro a?os, por hechos ocurridos hace once: un caso de 1992, el caso Ollero, con comisionistas y pol¨ªticos de la Junta de Andaluc¨ªa, corrupci¨®n y construcci¨®n de carreteras. Entre las pruebas contra los implicados figuraba la grabaci¨®n de unas escuchas telef¨®nicas: ?los tratantes hablaban de su tema! Ahora, el otro d¨ªa, el 29 de octubre de 2003, pasados m¨¢s de diez a?os, el Tribunal Constitucional anula las resoluciones judiciales que autorizaron en 1992 la intervenci¨®n de los tel¨¦fonos. El juicio de 1999 tendr¨¢ que volver a celebrarse sin o¨ªr las cintas con aquellas conversaciones de negocios.
Vuelvo a la literatura. Ernest Hemingway fue un extraordinario autor de di¨¢logos (le bastaba un intercambio de frases anodinas para resumir el mundo de sus personajes), y las cintas del caso de 1992 me recuerdan los di¨¢logos de Hemingway: captan el clima moral de una ¨¦poca. No pienso ¨²nicamente en la jerga que confund¨ªa poder pol¨ªtico y dinero f¨¢cil: pienso, sobre todo, en la propia existencia de las cintas, las escuchas y las grabaciones. ?Qu¨¦ papel jugaron entonces polic¨ªas y jueces en la pugna pol¨ªtica? ?C¨®mo conocieron aquellos tratos en el mismo momento en que se produc¨ªan y antes de que hubiera delito? Las fuerzas del orden y la ley demostraron un prodigioso poder de anticipaci¨®n exactamente en el momento en el que el PP descargaba toda su masa sobre un PSOE lapidado p¨²blicamente por corrupto.
La Ley de Enjuiciamiento Criminal fija las condiciones en que se puede intervenir el tel¨¦fono de los sospechosos, pero el Tribunal Constitucional descubre ahora que la ley vigente es tan vaga, o tan laxa, que no garantiza el derecho fundamental al secreto en las comunicaciones telef¨®nicas. Y otra vez este caso, inacabable como las largas carreteras de 1992, nos revela caracter¨ªsticas de nuestro mundo econ¨®mico, pol¨ªtico, policial y judicial: el Tribunal Constitucional ve en 2003 que una ley de 1988 no es adecuada a la Constituci¨®n de 1978, anula resoluciones judiciales de 1992 y obliga a repetir muchos a?os despu¨¦s de los hechos un juicio de 1999, seg¨²n informaba Bonifacio de la Cuadra este jueves, en este peri¨®dico.
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