La resistencia
El locutor de Telemadrid anuncia algo, seguramente de inter¨¦s, pero impiden o¨ªrlo el berbiqu¨ª del vecino, la m¨²sica del entresuelo y la bronca del matrimonio del primer piso, donde la mujer grita que, para estar pele¨¢ndose, prefiere el divorcio. Todo igual que el domingo anterior y el de a?os atr¨¢s. La sobremesa del almuerzo en familia alimenta la irritaci¨®n de los comensales. Callar¨¢n la m¨²sica del entresuelo y el berbiqu¨ª, pero la discusi¨®n de los c¨®nyuges desavenidos terminar¨¢ alg¨²n d¨ªa a golpes y el hombre huir¨¢ del hogar y se hundir¨¢ con las manos ensangrentadas en el metro de Manuel Becerra sin que los mendigos del subterr¨¢neo denuncien su crimen, pues no conviene a las econom¨ªas de subsistencia prescindir de un cliente potencial y, mucho menos, rechazar una limosna por escr¨²pulos.
Tras insistir en que quiere separarse, la mujer da un portazo y comienza un discurso empapado de llanto que el hombre no interrumpe. Quiz¨¢ se durmi¨® con el documental de la tele o se ha colocado los auriculares de la radio deportiva para desentenderse de los reproches. Poco a poco, la aflicci¨®n de la mujer remite y se mezcla con el tamborileo de la lluvia sobre la baldosa del patio. Al fin se agota y desde la azotea hasta el s¨®tano se propaga por el inmueble un silencio de tumba. La televisi¨®n enmudece tambi¨¦n, arrebatando la palabra al locutor cuando indicaba algo relativo a las elecciones a la Comunidad de Madrid, acaso pron¨®sticos sobre el resultado o an¨¦cdotas y opiniones de los votantes.
Durante la Segunda Rep¨²blica, cuando las monjas dejaron su clausura para ir a las urnas, tomaron como un reclinatorio el asiento del coche que las trasladaba y acodadas en ¨¦l rezaron el rosario. En la hemeroteca de la calle del Conde Duque, cementerio period¨ªstico, se protege este suceso de tergiversaciones y olvidos y su significaci¨®n pol¨ªtica alecciona, muchos a?os despu¨¦s, en esta tarde electoral en que la lluvia echa a los ni?os del parque de Eva Duarte y refugia a los novios sin techo propio en las marquesinas de la inmediata plaza de la Alegr¨ªa. Aqu¨ª, las hijas de las floristas que vitorearon a la Primera Rep¨²blica, seg¨²n los cronistas de entonces, desmontaban su tenderete cuando ca¨ªan las primeras gotas, ante el temor de que ning¨²n sepelio cumpliera la costumbre de despedirse en este lugar. Eso supon¨ªa para su negocio un desastre mayor que la p¨¦rdida de Cuba, aunque unas a otras se citaban de madrugada en los bosques pr¨®ximos del Marqu¨¦s de Zafra donde, si escampaba, pod¨ªan celebrarse otra clase de duelos que, por ser contienda de nobles, acarreaban regalos para las damas que eran objeto del lance.
Por esta explanada que linda con el arroyo Abro?igal y la necr¨®polis de Ventas, paseaba en las ma?anas luminosas de domingo el pavo arist¨®crata de la Fuente del Berro, muy desde?oso con el pelot¨®n de trabajadores que se dirig¨ªan a La Elipa a escuchar la palabra revolucionaria. En los diarios de la hemeroteca se les describe ondeando su bandera y murmurando su himno. Uno se quita la gorra y, sin detener su marcha, limpia con la manga de la camisa el sudor de su cabeza. Todos avanzan, nadie se retrasa. Cuando remita el calor, pero todav¨ªa con luz en las bardas, volver¨¢n a su chabola de la Prosperidad, Embajadores o el ¨¢rea de Cuatro Caminos, algunas con su peque?a huerta y el perro. Y en la capital de la Restauraci¨®n canovista, sometida a la desigualdad y la explotaci¨®n de clase, so?ar¨¢n implantar la fraternidad y la justicia que predica el tip¨®grafo Pablo Iglesias.
El noticiario vespertino de Telemadrid proclama los votos obtenidos por los candidatos de los diferentes partidos. El berbiqu¨ª los subraya con la agudeza del clar¨ªn que inicia la fiesta en la cercana plaza de toros. De su estela se prende, como el murmullo de una plegaria de claustro, la ri?a de la pareja del primer piso. En la plaza de la Alegr¨ªa, enlutada por las nubes enemigas de las floristas finiseculares, el tocadiscos del entresuelo difunde el himno de los caminantes socialistas. La noche extiende su tiniebla, la lluvia encoge hero¨ªsmos y los peri¨®dicos que dentro de un siglo reposar¨¢n en la hemeroteca de Conde Duque no vislumbran horizontes de esperanza en el paisaje inmobiliario de Madrid. Pero todos saben que el h¨¢bito de sobreponerse a las adversidades mantiene en tiempos aciagos y sobre terrenos imposibles la terca pisada de la resistencia obrera.
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