Ramad¨¢n contra la barbarie en Irak
80.000 musulmanes celebran en Madrid el mes m¨¢s sagrado de su religi¨®n y ruegan por la paz del mundo
Llegan y se quitan los zapatos. Unos quedan en calcetines, otros descalzos. Por los bafles se oye el anuncio del imam y, bajo un silencio sepulcral, unas cincuenta personas ingresan a la mezquita del Centro Cultural Isl¨¢mico de la M-30, en el barrio de La Concepci¨®n, donde una alfombra de l¨ªneas escarlatas, blancas y marrones reviste elegantemente un recinto de oraci¨®n de 1.000 metros cuadrados.
A la una de la tarde, cada uno se saluda cordialmente, hay estruj¨®n de manos y comienza la primera de la ocho oraciones en el cuarto d¨ªa del Ramad¨¢n, el mes sagrado de los musulmanes. Para ellos, la cuarta parte de la poblaci¨®n mundial (1.200 millones de fieles), el Ramad¨¢n significa no comer, no beber, no fumar y no tener relaciones sexuales desde el alba hasta la puesta del sol, a lo largo de 30 d¨ªas. Es uno de los cinco pilares del islam, adem¨¢s de la limosna, las cinco oraciones diarias, la peregrinaci¨®n a La Meca, la oraci¨®n y la confesi¨®n de fe. Su pr¨¢ctica tiene un halo de obligatoriedad, aunque las mujeres embarazadas, los enfermos del coraz¨®n o la diabetes, los ancianos o los ni?os, tienen una excusa de peso mayor para no seguir el rito m¨¢s importante del credo de Mahoma.
Durante estos d¨ªas y hasta el pr¨®ximo 27 de noviembre, las 32 mezquitas de la regi¨®n son y ser¨¢n un epicentro para los 80.000 ciudadanos que profesan la religi¨®n mahometana en Madrid, seg¨²n c¨¢lculos de la Uni¨®n de Comunidades Isl¨¢micas en Espa?a. En la mezquita de la M-30, una de las m¨¢s grandes de Europa y una de las m¨¢s visitadas en la ciudad junto con la de Abu Bakr, en el distrito de Tetu¨¢n, leen en voz baja vers¨ªculos del Cor¨¢n. Unas l¨¢mparas vistosas de estilo cordob¨¦s alumbran el lugar y los rayos del sol tratan de colarse por los vitrales; caen perpendicularmente sobre unas hermosas columnas rosadas y negras erigidas en m¨¢rmol puro de Macael (Almer¨ªa). Impera el sosiego.
Oraci¨®n
El egipcio Mohamed Al Afifi, de 58 a?os y portavoz del Centro Cultural Isl¨¢mico, se arrodilla y fija su frente contra el tapete. "La filosof¨ªa detr¨¢s de todo esto no es pasar hambre porque
contra la pobreza
s¨ª, sino pensar que hay gente desamparada en el mundo que vive esta dif¨ªcil situaci¨®n todos los d¨ªas". El Ramad¨¢n, seg¨²n ¨¦l, es una etapa de purificaci¨®n del esp¨ªritu y un momento especial para ver y ayudar al otro. Para ser piadoso con el despose¨ªdo. Una de las suratas del Cor¨¢n dice: "Vale m¨¢s que mil meses por s¨ª solo".
A las 18.20, cuando el ayuno llega a su fin, Al Afifi puede degustar agua, leche, d¨¢tiles y fruta. Dos horas despu¨¦s hay harira (sopa) de carne, pescado o pollo, adem¨¢s de verduras, ensaladas, zumos, pasteles y dulces. Unos quinientos musulmanes se agolpan en el comedor para recibir los alimentos gratuitamente. "Es como la Nochebuena de los cat¨®licos, desde el punto de vista gastron¨®mico y del trato humano. A nosotros, sin embargo, no nos alteran las jornadas laborales", manifiesta Al Afifi.
El Ramad¨¢n comenz¨® este a?o de la peor forma, el pasado 27 de octubre, cuando cinco coches bomba explotaron en Bagdad, dejando una treintena de muertos y unos doscientos heridos. La tensi¨®n crece cada minuto por la violencia en Irak y porque la esperanza de parar el fuego entre palestinos e israel¨ªes est¨¢ noqueada. Da la impresi¨®n de que el mundo isl¨¢mico siente como nunca antes la agresi¨®n de Occidente. "Durante las oraciones tratas de no pensar directamente en eso, pero invocas a Dios para que haga algo", dice Hussein A., un marroqu¨ª de 42 a?os, rostro blanquecino, casi de quincea?ero. ?l dice que en Espa?a las tentaciones durante el mes del ayuno y el perd¨®n son un arma de doble filo. "Hay gente que tolera tu abstinencia, pero puedes llegar a un ambiente de cervezas y cigarrillos, y te sientes solo. Eso te debilita o, por el contrario, te fortalece, si sigues el islam".
A la entrada de la biblioteca del Centro Cultural Isl¨¢mico, Ahmed Hafed, un argelino robusto, de cabello ensortijado y gafas, dirige este espacio que almacena 14.000 libros en ¨¢rabe, castellano, franc¨¦s e ingl¨¦s. Lleva un grueso anillo de plata y habla duro, sin rodeos. "No podemos sentirnos alegres cuando vemos los presos de Irak y el muro de la verg¨¹enza que levanta Israel". Hafed sabe, pese a todo, que en el Ramad¨¢n no cabe un ¨¢pice de odio. "Nos olvidamos de lo material, y deseamos la paz para todo el mundo".
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