Pateras de la muerte
Cuando las playas espa?olas del Sur se llenan de cad¨¢veres de seres humanos que han perecido en su intento por conseguir el m¨¢s m¨ªsero de los trabajos, adquiere mayor crudeza la evidencia de que algo o mucho va mal a ambos lados de ese cisma entre dos mundos en que se ha convertido el Estrecho. Los cuerpos medio descompuestos que estos d¨ªas llegan a las playas meridionales son el m¨¢s crudo testimonio del fracaso de las sociedades modernas en hacer algo para frenar la desesperaci¨®n en los pa¨ªses fracasados en ?frica.
Seis muertos un d¨ªa, ocho al siguiente, siempre cuerpos de hombres y mujeres j¨®venes, tambi¨¦n ni?os, atacados por la acci¨®n del agua y el tiempo y los peces, son im¨¢genes del horror que no se evitan con acciones administrativas ni con derroches de buena voluntad de agencias para el desarrollo o de ONG. Suponen una especie de constelaci¨®n del terror sobre las v¨ªctimas consumadas, sobre las potenciales que deambulan a millares por el norte de ?frica y sobre los testigos, a este lado del Estrecho, atenazados por la impotencia.
Todas las medidas, desde la ayuda a la pacificaci¨®n y el desarrollo en el caos del ?frica subsahariana y en un Magreb postrado hasta los mejores mecanismos de aviso previo de las autoridades costeras europeas para prevenir estas traves¨ªas suicidas son necesarias, pero insuficientes. Hoy la m¨¢xima prioridad tiene que estar en la lucha sin cuartel contra la industria m¨¢s perversa imaginable, s¨®lo comparable al esclavismo, que ha conseguido, gracias a necesidades de unos, errores y miedos de otros, generar un negocio de tr¨¢fico de seres humanos que a menudo desemboca en su muerte. Se nutre de la desesperaci¨®n y vende esperanza falsa sin el menor escr¨²pulo. Y a nadie se le oculta que muchos obtienen ping¨¹es beneficios. Para combatirlo es imprescindible la m¨¢xima lealtad en la cooperaci¨®n entre los Estados afectados, que no existe hoy por hoy.
Del actual estado de cosas, en este continuo goteo de muertes, son responsables pr¨¢cticamente todos los implicados salvo los que se ahogan o se salvan por mera casualidad. Ning¨²n pa¨ªs con respeto a s¨ª mismo puede admitir que se desarrolle este horrible tr¨¢fico en sus mares sin reaccionar. La guerra al mercadeo de seres humanos, a ambos lados del Estrecho, y por extensi¨®n del Mediterr¨¢neo, ha de hacerse con m¨¢xima energ¨ªa y convicci¨®n.
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