"Es triste que Pakist¨¢n se al¨ªe con las potencias que invaden pa¨ªses soberanos"
La escritora paquistan¨ª Uzma Aslam Khan se cri¨® en Karachi, "la ciudad m¨¢s golpeada por la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n y por la guerrilla clandestina financiada por Estados Unidos, que llen¨® el lugar de drogas y armas autom¨¢ticas". Quiso ser bailarina pero, tras estudiar en Estados Unidos con una beca ("me pagaba los gastos fregando platos"), hoy, ya en la treintena, vive en Lahore, trabaja en una ONG y escribe novelas. La segunda se titula Intrusos (Alfaguara), y es una mirada po¨¦tica, artesanal y compleja a la sociedad de su pa¨ªs en los a?os ochenta y noventa. A trav¨¦s de las vidas cruzadas de cinco personajes, dibujados con paciencia de seda, Aslam Khan disecciona la desigualdad social, el machismo y los problemas de las mujeres y los campesinos; muestra el ascenso de la violencia y de "la derecha religiosa, curiosamente apoyada por muchos j¨®venes universitarios"; reivindica la pasi¨®n, la amistad y el di¨¢logo, y protesta contra la censura de la prensa libre occidental durante la primera guerra del Golfo.
"Todos los personajes de mi novela son v¨ªctimas o agentes de alguna intrusi¨®n"
Pregunta. El t¨ªtulo, Intrusos, ?es s¨®lo una met¨¢fora?
Respuesta. En ingl¨¦s es Trespassing, y refleja bien varias cosas. Todos los personajes rompen barreras. Daanish, el que estudia en Estados Unidos como hice yo, rompe barreras intelectuales haciendo preguntas sobre la guerra del Golfo, y viola tab¨²es sexuales y sociales en su relaci¨®n con Dia, que tambi¨¦n los rompe. Luego est¨¢n las violaciones del medio ambiente, como los ataques a las tortugas o la colonizaci¨®n del mar por los pesqueros extranjeros, que obliga a desplazarse a los pescadores locales... Y est¨¢ adem¨¢s la violencia, esa banda que trafica con armas... Todos los personajes son v¨ªctimas o agentes de la intrusi¨®n. Y tambi¨¦n la estructura del libro, porque todos los personajes aparecen en las secciones dedicadas a los dem¨¢s.
P. El libro abarca desde 1986 hasta 1992, y viaja desde Pakist¨¢n hasta Estados Unidos...
R. Y hay adem¨¢s alguna referencia al futuro. Pero yo escribo ciega, sin argumento y sin mapas. Voy dibujando el territorio seg¨²n avanza el viaje. La escritura es para m¨ª un proceso muy org¨¢nico, una reflexi¨®n lenta.
P. Y muy pol¨ªtica.
R. De repente aparecen gatillos que disparan otros, y cuanto m¨¢s desarrollo los personajes m¨¢s amplia y pol¨ªtica se vuelve la novela. Y m¨¢s cr¨ªtica yo.
P. Se ve que no le gusta nada la prensa de Estados Unidos.
R. Cuando estuve estudiando all¨ª me choc¨® mucho el silencio que se impuso sobre un problema tan urgente y serio como la guerra del Golfo. No pod¨ªa entender c¨®mo la prensa y la gente, incluso amigos que eran muy cari?osos conmigo, renunciaban a hacer las preguntas m¨¢s b¨¢sicas. Y lo peor es que volv¨ª el a?o pasado y era igual. Ese silencio es pura complicidad irresponsable.
P. La sociedad de Karachi que retrata en la novela ?ha evolucionado desde entonces?
R. Fue una ciudad terrible, llena de Kal¨¢shnikov, secuestros y asesinatos. Era la antesala de la guerra afgana. Esa vida tan dura -hubo ¨¦pocas en que hab¨ªa que comprar el agua- nos afect¨® mucho, en los a?os setenta no exist¨ªa esa cultura de las armas. Todav¨ªa no nos hemos curado esas heridas, son tan grandes y est¨¢n tan frescas que es dif¨ªcil afrontarlas. Es m¨¢s f¨¢cil disimular. Pero la gente de Karachi es flexible y resistente, muchas mujeres tienen ya negocios, trabajan... Es una ciudad vibrante, de extremos, moderna y conservadora a la vez. Pero la gente mantiene el sentido del humor. Y la amistad.
P. La novela alerta sobre el peligro de repetir la historia.
R. La escrib¨ª antes del 11-S, pero es sobre eso, sobre c¨®mo la historia vuelve y c¨®mo repetimos los errores. Est¨¢ pasando en el mundo, pero tambi¨¦n en Pakist¨¢n: tenemos una dictadura militar como en los a?os ochenta. No tan brutal, porque la gente apoy¨® a Musharraf. ?Incluso los liberales! Y ahora se arrepienten por su alianza con Estados Unidos.
P. ?Y usted qu¨¦ piensa?
R. Que es muy triste que nuestros l¨ªderes se al¨ªen con las superpotencias que invaden pa¨ªses soberanos. La gente siempre ha estado en contra de eso, pero vivimos una democracia robada: mientras el imperio nos ilumina desviamos la atenci¨®n de los problemas reales, la superpoblaci¨®n (somos 140 millones de personas), el paro, la falta de seguridad social... No hay esperanza, salvo la protesta. Eso hace que los l¨ªderes se sientan vigilados. Lo malo es que en Pakist¨¢n hay demasiadas cosas contra las que protestar. En las manifestaciones por la guerra de Irak, un tipo llevaba una pancarta doble. En un lado, "?Bombardead a Bush!"; en el otro, "?Bombardead a nuestro equipo de cr¨ªcket!".
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