Rescate
?Es la s¨²bita princesa de Asturias una espa?ola normal? A m¨ª me parece que no. Nos encontramos ante una dama inusual. Una mujer fuerte y, dir¨ªa m¨¢s, aguerrida. Curr¨ªculo en mano, la veo mucho m¨¢s preparada que la mayor parte de sus compatriotas para ejercer de enviada especial en este nuestro Reino, en calidad de consorte del futuro Rey. Se trata, sin duda, de cara a los intereses nacionales, de una real elecci¨®n realista. Si ha estado en Irak, bien podr¨¢ manejarse en, oh cielos, ?Espa?a!
Como elecci¨®n est¨¦tica me parece tambi¨¦n muy acertada. Sobre todo considerando el mal sabor de boca que, en materia de enlaces multitudinarios, conservamos los espa?oles en la memoria (habr¨ªa que exorcizar El Escorial, ya que estamos). La exquisita sencillez de do?a Letizia en el vestir -Alfred Hitchcock la contratar¨ªa-, a?adida al buen gusto generalizado de la Primera Familia en general (especialmente en comparaci¨®n con la casa Windsor, por decir algo) y de la Reina en particular (por no hablar de los dones de don Jaime de Marichalar para el estilismo), sin duda acabar¨¢ para siempre con esta onda decorativa cejijunta, bigotuda y chulesca que nos agobia.
Vivan los novios, pues. Rubios, altos, guapos, elegantes y discretos. Y viva Asturias, tierra de mujeres estupendas.
La pregunta que a m¨ª me interesa plantear, como mujer y como periodista y ex enviada especial e incluso como casi contempor¨¢nea del padre de la novia, es la siguiente:
?Ha elegido bien ella?
No lo duden ni por un instante. La respuesta es s¨ª. Un s¨ª de Sis¨ª.
Tal como se est¨¢ poniendo el periodismo, en especial el audiovisual, al que tan brillantemente ha pertenecido la ganadora del Premio Pr¨ªncipe de Asturias para Toda una Vida, yo misma aceptar¨ªa ahora, sin vacilar, una oferta matrimonial de Luis Capeto. Y eso sabiendo como s¨¦ lo que vino despu¨¦s.
En mi opini¨®n, nos encontramos ante el aut¨¦ntico y genuino cuento de hadas del siglo XXI. Aquel en el que un Pr¨ªncipe encantador salva a una inteligente y bella periodista del m¨¢s atroz de los destinos funestos a que puede enfrentarse reportera alguna. Es decir, trabajar con Alfredo Urdaci.
La Dama y su Caballero son ideales. L¨¢stima que ya no queden dragones, sino ladillas.
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