"Soy un precad¨¢ver"
La amenaza de ETA le obliga a llevar escolta, el Gobierno vasco lo vilipendia y el entorno del PP lo acusa de equidistante. ?sta es la vida de Manuel Montero, el rector de la Universidad vasca
El d¨ªa que apareci¨® pintada en la pared la diana n¨²mero 80 con su nombre escrito dentro, el rector Manuel Montero, de 48 a?os, casado y padre de dos hijas, dio una orden al responsable de seguridad de la Universidad del Pa¨ªs Vasco: "Es suficiente. No me avise cuando aparezcan m¨¢s".
Hasta aqu¨ª, ¨¦sta podr¨ªa ser una historia m¨¢s de una de las mil personas que llevan escolta en Euskadi. O de uno de los miles de ciudadanos -?cu¨¢ntos son realmente?- que cada ma?ana se agachan ellos mismos para mirar los bajos de su coche o se sobresaltan cuando alg¨²n desconocido se les acerca por la espalda. Pero no. La historia de Manuel Montero es distinta. "Un d¨ªa", cuenta con su sonrisa perenne, "a mis dos escoltas les dieron una paliza y terminaron de baja. Unos j¨®venes fueron a por m¨ª, los escoltas les placaron y todos acabaron mal. Lo curioso del asunto es que cuando me mont¨¦ en el coche me estaban dando ca?a en la radio. No recuerdo si aquel d¨ªa me estaban llamando filoetarra, cobarde o vendido al nacionalismo. S¨ª, a veces tambi¨¦n dicen que soy v¨ªctima del s¨ªndrome de Estocolmo... Jode que te maten, pero tambi¨¦n que te menten".
"Soy radical defendiendo la Constituci¨®n y la democracia. Y me juego la vida por ello"
"Adem¨¢s de la libertad de expresi¨®n hay que reivindicar la libertad de pensamiento"
Se puede decir que el verdadero calvario de Montero, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y ex militante socialista, empez¨® en el verano de 2000. "Fueron unos meses terribles", cuenta, "ETA mat¨® a diestro y siniestro [nueve asesinatos] y adem¨¢s surgi¨® el frentismo. Yo era rector desde el mes de marzo anterior. Gan¨¦ por s¨®lo dos votos al candidato nacionalista y aquello no fue noticia. Pero en cuanto surgi¨® el enfrentamiento radical entre unos y otros, se me exigi¨®: 'como t¨² no eres nacionalista, tienes que dedicarte a atizar a todo trapo'. Pero ni va en mi car¨¢cter ni pienso que deba de ser as¨ª, porque soy rector, dirijo una universidad, y porque adem¨¢s sigo creyendo en la posibilidad de la convivencia. ?Que qu¨¦ quer¨ªan de m¨ª? Pues que cogiera una ametralladora y que cada vez que me encontrara con Ibarretxe le disparase. O que cada vez que me pusiera delante de un micr¨®fono dijera lo hijo de tal que es Ibarretxe y lo malo que es el plan Ibarretxe... Y aunque ¨¦sto ¨²ltimo lo dije, quer¨ªan que lo dijera constantemente".
Se celebraron las elecciones auton¨®micas del 13 de mayo de 2001, ganaron los nacionalistas y perdi¨® la alternativa formada por PP y PSOE; ETA sigui¨® matando e Ibarretxe continu¨® sac¨¢ndole punta a su plan. Dos meses despu¨¦s de las elecciones, Montero destituy¨® a cuatro de sus vicerrectores y eso fue interpretado por el entorno del PP como un acercamiento al PNV, as¨ª que empez¨® a producirse una situaci¨®n muy curiosa. Los nacionalistas, a los que Montero hab¨ªa arrebatado el rectorado, intentaban dinamitar su gesti¨®n -desde el Departamento de Educaci¨®n se le lleg¨® a llamar delincuente-, mientras que los constitucionalistas lo consideraban un equidistante, un traidor vendido al oro de Ajuria Enea. "Y lo curioso", explica el rector con un tono de amargura, "es que soy tan radical como hace cinco, diez o quince a?os. Radical en la defensa de la Constituci¨®n, de la democracia. Ni soy nacionalista ni creo que con el tema del terrorismo se pueda pastelear. As¨ª que no estoy en el medio. Soy tan radical como antes. Y adem¨¢s me juego la vida por ser radical. Y eso es muy serio, eh".
Manuel Montero se siente solo. Su vida, sostiene, es quiz¨¢ m¨¢s dif¨ªcil que la de otros amenazados. Tiene que acudir cada d¨ªa al campus de Leioa (Vizcaya), est¨¢ sujeto a un calendario de actos que casi todo el mundo conoce -y por tanto los terroristas tambi¨¦n- y se tiene que cruzar con alumnos y profesores del entorno m¨¢s radical. Si a esto se le a?ade que los te¨®ricamente suyos dejaron de apreciarlo... "Soledad, absoluta soledad. ?sta es la definici¨®n de mi situaci¨®n en el mundo actual", se confiesa, "yo soy un precad¨¢ver. Un escoltado no puede pasear mucho por la ciudad, pero a veces tienes que hacerlo, y entonces te encuentras con gente, con un amigo, con un conocido, y siempre hace as¨ª con la mirada para ver d¨®nde est¨¢n ellos, los escoltas, y la forma en que te miran no es normal, y piensas, este me est¨¢ viendo como un precad¨¢ver. Son personas con las que igual te tomar¨ªas un caf¨¦, pero que intentan estar el menor tiempo posible contigo. Creo que es una definici¨®n que se ajusta bastante a lo que sentimos. Somos precad¨¢veres. Y eso te produce una sensaci¨®n de soledad enorme. Y no estoy hablando de c¨®mo te ves t¨², sino de c¨®mo te ven los dem¨¢s. Vives una vida rara. La de un precad¨¢ver paseando por la ciudad".
Lo que m¨¢s impresiona de Montero es que se autodefine precad¨¢ver y sonr¨ªe al mismo tiempo, refugi¨¢ndose constantemente en la iron¨ªa, seguro de que en su situaci¨®n hay otras muchas personas en el Pa¨ªs Vasco. Son los intelectuales sin etiquetar, los que no tienen un partido que les respalde: "Sobre el tema del escoltado hay mucho de que hablar, pero una de ellas es que te vuelves mucho m¨¢s idealista que antes. A m¨ª me radicaliza. Pero, eso s¨ª, en la defensa de las cuestiones fundamentales, no en las lealtades de partido, eso no".
El rector dice que no son uno ni dos, sino muchos, los que se encuentran en una disyuntiva parecida a la suya. "Aunque no tiene mucho que ver", agrega, "todo esto me recuerda a la campa?a sobre la OTAN de 1986. Hac¨ªan falta intelectuales en contra y a favor. No importaba que diesen la opini¨®n, sino que figuraran en las listas. Unos dec¨ªan yo tengo 50... y otros, yo ya tengo 100... Se supone que nuestro trabajo es pensar, los matices, pero la gente no se atreve. Cuando una persona escribe un art¨ªculo lo hace con convicci¨®n, pero cuando de pronto le empiezan a caer frases del tipo 'es un art¨ªculo no suficientemente contundente' o 'parece que los est¨¢ comprendiendo', pues... Si la gente cuando escribe se expone a que unos lo maten y otros le llamen cobarde, pues dice, ya est¨¢ bien, me dedico a otras cosas y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria. Y todo esto est¨¢ produciendo una especie de exilio interior".
Mientras el rector habla, sus escoltas vigilan en la puerta. Son una presencia constante. Ya est¨¢n unidos a su vida de tal forma que cuando Montero recuerda el funeral de su madre all¨ª aparecen ellos, reprendi¨¦ndole por haberse quedado mucho tiempo recibiendo el p¨¦same en la puerta de la iglesia, porque pon¨ªa as¨ª en peligro su seguridad. "No se me olvidar¨¢ aquel d¨ªa, ?c¨®mo pod¨ªa estar pendiente de eso el d¨ªa que se muri¨® mi madre?". Ellos lo acompa?an de lunes a domingo, y si quiere pasear con sus hijas, tambi¨¦n est¨¢n ellos. S¨®lo puede renunciar a sus miradas y¨¦ndose lejos de Euskadi. Si hay un momento de la semana que Montero odia, ¨¦se es el viernes por la tarde, cuando el escolta le pregunta: "?Y qu¨¦ va a hacer ma?ana?".
"Cada d¨ªa", reflexiona, "renuncio a muchas cosas, pero a lo que no estoy dispuesto a renunciar es a la capacidad de pensar. En este pa¨ªs, donde se reivindica tanto la libertad de expresi¨®n, hay que reivindicar tambi¨¦n la libertad de pensamiento, que es condici¨®n previa, sine qua non. El problema es que se est¨¢ frivolizando demasiado. No se pueden exigir lealtades constantemente. Yo soy leal a mis ideas y soy leal a la Constituci¨®n, pero no a las consignas. Y lo cierto es que se est¨¢ intentando dirigir todo: 'tienes que hacer esto, tienes que hacer lo otro...' pues no".
Dice Montero que en los ¨²ltimos tiempos la actitud de los te¨®ricamente suyos, los que defienden la Constituci¨®n, le ha llevado a pensar que quiz¨¢ no sean mejores que los nacionalistas. "Se ha utilizado la exageraci¨®n, la mentira, el bulo. Lo han utilizado contra m¨ª, ?qui¨¦n me dice que no contra otros? Yo antes tend¨ªa a suponer que en realidad nosotros ten¨ªamos una ventaja -y sobre el terrorismo la seguimos teniendo porque nos repele la muerte, el asesinato, la extorsi¨®n-, que pod¨ªamos ser mejores, pero desgraciadamente empiezo a descubrir que con tanta falacia, tanta mentira... pues a lo mejor no ¨¦ramos mejores".
Habla Montero de la frialdad del nacionalismo y del no nacionalismo: "Hay unos cuantos nacionalistas que van escoltados y sienten la frialdad de su partido, y hay otros que no somos nacionalistas que sentimos esa frialdad y el insulto de los nuestros... Estamos jugando a algo muy serio, con vidas de personas, concretas, humanas, que tienen familia, que no pueden hacer lo que hace todo el mundo, que es ir al cine un viernes, o bajar la basura a las nueve de la noche. Hombre, ya s¨¦ que nadie va a hacer una gran proclama defendiendo el derecho del ser humano a bajar la basura... Soy consciente de que, entre todos los problemas que tenemos los precad¨¢veres, reivindicar nuestro derecho humano fundamental a bajar la basura es demasiado triste". Dice esto y se va. Escoltado. Y sonriendo.
Oposiciones a h¨¦roe
Tiene una memoria prodigiosa. Para lo bueno y para lo malo. Se acuerda del d¨ªa exacto de hace 25 a?os que se celebr¨® la primera gran manifestaci¨®n contra ETA: "Fue el s¨¢bado 28 de octubre de 1978". Miles de personas recorrieron las calles de Bilbao expresando un deseo de paz que a¨²n no se ha cumplido. Y tambi¨¦n recuerda con mucha nitidez c¨®mo hablaban de ¨¦l los medios afines al PP antes y despu¨¦s de las elecciones del 13 de mayo. "Unos meses antes, cuando yo era un precursor del cambio, un rector no nacionalista que anunciaba como San Juan Bautista al Salvador que estaba por llegar, la UPV era, textualmente, un oasis de libertad. Unos meses despu¨¦s, cuando el PP perdi¨®, y yo me negu¨¦ a ser el Bautista -hay que recordar que a ¨¦l le cortaron la cabeza- la UPV pas¨® a ser 'la angustia del miedo".
De la misma forma, unas palabras suyas ante la Conferencia de Rectores fueron recibidas con gran entusiasmo. El 15 de febrero de 2001, en un discurso emocionante, Montero dijo: "Yo, como rector, tengo miedo. Miedo a que se consume la supresi¨®n de la libertad de pensamiento, a que sucumbamos ante la amenaza del terror; tengo miedo al silencio; a que, hartos de soportar las coacciones, nos callemos". Montero recuerda bien aquellos d¨ªas: "Parec¨ªa que hab¨ªa hecho las oposiciones a h¨¦roe. Pero poco tiempo despu¨¦s, en cuanto el PNV gan¨® y el frentismo se consolid¨®, los tertulianos se refer¨ªan a m¨ª como 'el rector que confes¨® que ten¨ªa miedo'. Aqu¨ª eso es as¨ª. Se pasa de h¨¦roe a villano en cuesti¨®n de d¨ªas". Aunque no sabe si se presentar¨¢ a la reelecci¨®n, Montero cree que la UPV sigue estando con ¨¦l.
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