Botticelli: armon¨ªa y turbaci¨®n

El Museo de Luxemburgo, anexo al Senado franc¨¦s, ofrece una amplia exposici¨®n de la obra de Botticelli. Tal vez no sea el lugar ¨®ptimo, por su reducido espacio que limita las posibilidades de incluir en la muestra obras de referencia que enmarquen y sirvan de contraste a la veintena de trabajos del pintor florentino. Y tampoco el momento es el mejor, tras las duras cr¨ªticas recibidas por la exposici¨®n precedente sobre Gauguin. El hecho es que, por lo menos en el d¨ªa que la visit¨¦, y en la hora de apertura, la afluencia de visitantes era menor que en otras grandes exposiciones organizadas en Par¨ªs y se trataba adem¨¢s de un p¨²blico de edad, con escasa presencia juvenil.

El peque?o Cristo doliente de Granada cubre s¨®lo en parte el vac¨ªo producido por la ausencia de las dos piezas que hubieran hecho posible completar la trayectoria "de Lorenzo el Magn¨ªfico a Savonarole" anunciada en el subt¨ªtulo de la exposici¨®n: la Natividad m¨ªstica y la da?ada Crucifixi¨®n simb¨®lica de Harvard. Aun sin ellas, la exposici¨®n de Par¨ªs permite apreciar la secuencia de mutaciones, debidas en gran parte a la evoluci¨®n pol¨ªtico-religiosa, y el fondo de continuidad que subyace a la obra de Botticelli. La armon¨ªa neoplat¨®nica de la etapa medicea lleva consigo la conturbatio, la turbaci¨®n visible en las anunciaciones, que ha de pasar a primer plano en las composiciones de los tiempos de crisis. Y en sentido contrario, la concepci¨®n de la belleza y el dinamismo propio de la danza que resaltara Baxandall se mantienen en las escenas religiosas, incluso en el c¨ªrculo de los doce ¨¢ngeles que culmina la visi¨®n apocal¨ªptica de la Natividad savonaroliana.