El respeto
El se?or fontanero, igual que el reparador del calentador, no pod¨ªa entender que en aquella casa no hubiera nadie aguard¨¢ndole a cualquier hora del d¨ªa, o sea, cuando a ¨¦l le diera la gana pasar a hacer su trabajo. El se?or fontanero, igual que todos sus se?ores colegas reparadores de artilugios sin los cuales ya no se puede vivir, abominaba de las citas previas. Las aceptaba porque no ten¨ªa m¨¢s remedio: cada vez se las ped¨ªan m¨¢s. "?Qu¨¦ caprichosos son los clientes!", protestaba. Y, claro est¨¢, llegaba siempre tarde a las citas, cuando llegaba.
Se hab¨ªa acostumbrado ya a las caras largas que le abr¨ªan la puerta. El mal humor de esas horas de espera se transformaba de inmediato -lo sab¨ªa- en expresi¨®n de alivio. ?El se?or fontanero se sent¨ªa salvador de las familias con humedades! ?Qui¨¦n no las tiene! Prefer¨ªa aquellos d¨ªas en que las amas de casa daban la sensaci¨®n de que le hubieran aguardado toda la eternidad y ¨¦l ni ten¨ªa que mirar el reloj. Pero, al fin, se acostumbr¨® a respetar que sus clientes -igual que ¨¦l, por cierto- no estaban todo el d¨ªa en casa esperando para dar la bienvenida a los arreglaentuertos. A la fuerza, el se?or fontanero acab¨® entendiendo todo esto y se volvi¨® respetuoso ante las dificultades horarias y laborales de sus clientes.
Hasta el consumo exige respeto. Es decir, pensar en los dem¨¢s. En este caso, un respeto interesado: no es lo mismo un cliente que el resto de la gente. El se?or fontanero sigue siendo el fuerte y quien tiene la aver¨ªa es el d¨¦bil. El caso del se?or fontanero es s¨®lo un ejemplo banal y cotidiano de c¨®mo sin eso que llamamos respeto -y que no sabemos muy bien qu¨¦ significa si no hay negocio de por medio- nada funcionar¨ªa en nuestra sociedad. Cabe sospechar, sin embargo, que sin respeto estar¨ªamos todo el d¨ªa en guerra los unos con los otros, compitiendo sin piedad, o teniendo di¨¢logos para besugos, porque quien no respeta no escucha.
?Qu¨¦ es el respeto? Pocos se atreven hoy con un sentimiento sutil y desinteresado cuya ausencia perturba todas las relaciones sociales. Respeto, por ejemplo, no es tolerancia. La tolerancia se ejerce de arriba abajo, el respeto s¨®lo puede existir en el plano inestable de la igualdad. Son los padres y las jerarqu¨ªas quienes toleran, pero ?qui¨¦n sabe lo que es el respeto en un momento en que la falta de respeto -entre individuos, grupos, corporaciones e instituciones- son noticia a todas horas, en cualquier sitio?
?Qu¨¦ relaci¨®n tiene el respeto con la confrontaci¨®n y la colaboraci¨®n? He aqu¨ª una oportuna reflexi¨®n pol¨ªtica. Pero hay m¨¢s: est¨¢ en juego la dignidad humana. Es lo que dice el soci¨®logo estadounidense Richard Sennett en su recent¨ªsimo y magn¨ªfico ensayo El respeto (Anagrama). "Con la falta de respeto", escribe, "no se insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente no se la ve (sic) como un ser humano integral cuya presencia importa. Cuando la sociedad trata de esta manera a las masas y s¨®lo destaca un peque?o n¨²mero de individuos como objeto de reconocimiento, la consecuencia es la escasez de respeto".
Sennett, sutil y preciso, da pistas que van desde potenciar una autonom¨ªa humana que signifique "aceptar en los otros lo que no podemos entender de ellos", se?alar efectos perversos -a trav¨¦s del paternalismo- del Estado de bienestar y dejar claro que el respeto no se puede ordenar. De su propia experiencia de m¨²sico violonchelista sugiere imaginar al ser humano como miembro de una orquesta en la que todos permanecen distintos pero precisamente esta diferencia es la que les permite colaborar, escucharse y, al fin, producir la armon¨ªa del pacto de las notas. Parece f¨¢cil de entender, pero el problema es pasar de fontaneros a m¨²sicos. Y eso que no hay ninguna incompatibilidad.
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