Qu¨¦ rico vacil¨®n
En 1953, el mismo a?o en que Fidel Castro asaltaba el cuartel Moncada, en la primera acci¨®n armada contra la dictadura de Fulgencio Batista, en los clubes y academias de baile de La Habana arrasaba La enga?adora. La canci¨®n contaba la historia de una joven de tremendas curvas que iba a bailar a un famoso sal¨®n de la calle del Prado. ?Se acuerdan? Dec¨ªa: "A Prado y Neptuno / iba una chiquita / que todos los hombres la ten¨ªan que mirar. / Estaba gordita, / muy bien formadita, / era graciosita; / en resumen, colosal". Y continuaba la letra: "Pero todo en esta vida se sabe / sin siquiera averiguar, / se ha sabido que en sus formas / rellenos tan s¨®lo hay, / qu¨¦ bobas son las mujeres, / que nos tratan de enga?ar".
El nacimiento del chachach¨¢ coincidi¨® con el asalto al Moncada por parte de Fidel Castro y revolucion¨® la m¨²sica popular, causando furor en todo el mundo
Orovio: "No se puede entender la m¨²sica cubana sin el son, que re¨²ne dos ra¨ªces de una fuerza arrolladora: la guitarra espa?ola y la percusi¨®n africana"
Aquella canci¨®n pegajosa del violinista y compositor Enrique Jorr¨ªn, por aquel entonces director art¨ªstico de la Orquesta Am¨¦rica, fue el primer chachach¨¢. Y su ritmo revolucion¨® la m¨²sica popular cubana en los a?os cincuenta, causando furor en todo el mundo.
En 1955, Rosendo Ruiz Quevedo cre¨® para la Am¨¦rica otros dos chachach¨¢s legendarios, Rico vacil¨®n y Los marcianos, que dec¨ªa aquello de: "Los marcianos llegaron ya / y llegaron bailando Ricach¨¢ / Ricach¨¢, Ricach¨¢, Ricach¨¢, / as¨ª llaman en Marte al chachach¨¢". Poco despu¨¦s, Nat King Cole grab¨® en La Habana El bodeguero, obra del flautista de la Orquesta Arag¨®n, Richard Egues, y el chachach¨¢ atrap¨® al mundo como antes lo hab¨ªa hecho el son, la rumba, el mambo y otros ritmos salidos de Cuba.
En aquel a?o insurgente de 1953, el sello discogr¨¢fico Panart grab¨® por primera vez La enga?adora. Por aquel entonces en Cuba hab¨ªa 10.000 vitrolas, alrededor de cien emisoras de radio, varios canales de televisi¨®n -que emit¨ªan fant¨¢sticos programas musicales, como Cabaret Regal¨ªas, de la CMQ - y un sinn¨²mero de locales y establecimientos para escuchar m¨²sica y bailar.
Cabar¨¦s lujosos
Tropicana, Sans Souc¨ª y Montmartre eran algunos de los lujosos cabar¨¦s, frecuentados por igual por turistas norteamericanos que por cubanos. Pero hab¨ªa otros muchos clubes dirigidos a una clientela casi exclusivamente nacional, como el Sierra, el Bamb¨² o el Ali Bar, donde se presentaba habitualmente Benny Mor¨¦. Tambi¨¦n estaban en auge las sociedades, como Silver Star y Buena Vista Social Club, mientras que la academia Galiano Sport o el sal¨®n de Prado y Neptuno se llenaban a rebosar de bailadores los fines de semana.
Como la mayor¨ªa de las orquestas cubanas, a mediados de los a?os cuarenta, la Am¨¦rica tocaba sobre todo danzones. Ya Orestes e Israel L¨®pez Cachao experimentaban con el danz¨®n de nuevo ritmo o danz¨®n-mambo, y Jorr¨ªn dio un paso m¨¢s all¨¢.
"El danz¨®n era instrumental, pero ¨¦l empieza a meter en la parte final unos montunos, cantados por varios m¨²sicos, a modo de coros. Cambia el tiempo y el ritmo, el g¨¹iro comienza a sonar diferente y Jorr¨ªn se percata de que eso les gusta a los bailadores", seg¨²n cuenta Helio Orovio, autor del Diccionario de la m¨²sica cubana. Han pasado 50 a?os del pelotazo de La enga?adora, y en Prado y Neptuno queda poco o nada del sal¨®n de baile. Orovio asegura que alguna vez vino aqu¨ª a bailar. Hoy, los m¨¢rmoles del segundo piso est¨¢n subdivididos y en esta planta habitan una decena de familias. Hilda Elisa Hern¨¢ndez es una mulata dulce de 79 a?os, y su casa ocupa el lugar en el que antes estaba la barra, donde se echaron tragos de ron grandes m¨²sicos de la ¨¦poca.
Hilda vive aqu¨ª desde 1959 y conoce bien la historia del lugar, aunque confiesa que a ella siempre le gust¨® m¨¢s el danz¨®n que el chachach¨¢. "Cuando Jorr¨ªn independiza totalmente el nuevo ritmo del danz¨®n original y el coro alcanza igual protagonismo que la m¨²sica, arrasa", cuenta Helio.
Pero todav¨ªa no exist¨ªa el concepto de chachach¨¢. En aquel disco de la Panart, La enga?adora todav¨ªa aparece catalogado por su autor como mambo-rumba.
?Qui¨¦n fue La enga?adora? ?De d¨®nde sali¨® aquella mujer que puso al mundo a gozar? Seg¨²n el propio Jorr¨ªn, un d¨ªa, en la esquina de las calles Infanta y Los Sitios, pas¨® caminando una chica de caderas voluptuosas y por su belleza se detuvo hasta un tranv¨ªa. Un hombre, exagerando, se arrodill¨® en medio de la calle y le lanz¨® un piropo. Ante el desprecio de la mujer, alguien dijo: "Tanto cuento y cuando viene a ver es de goma". Por la tarde, en el sal¨®n de Prado y Neptuno, el director de la Orquesta Am¨¦rica vio a una muchacha muy delgada que ten¨ªa un tremendo fondillo. La vio entrar al ba?o, y al salir estaba diferente. "?Usar¨¢ postizos?", se pregunt¨®.
El desaparecido Enrique Jorr¨ªn cont¨® tambi¨¦n alguna vez, aunque hay diversas versiones, que el nombre de su ritmo se debi¨® a los propios bailadores: "Fue por la forma en que deslizaban sus pies, que sonaba cha-cha-cha".
A pocas manzanas de Prado y Neptuno, en el teatro Fausto, recientemente se celebr¨® un nuevo Festival del Chachach¨¢, durante a?os suspendido por la crisis. Se hizo un concurso de baile y otro de composici¨®n, y se rindieron homenajes a Rosendo Ruiz Quevedo, a Richard Egues y a la Orquesta Arag¨®n.
Orovio habla de Rosendo como un patriarca. Y lo es. Tiene m¨¢s de 300 canciones, de todos los g¨¦neros imaginables: sones, guarachas, rumbas, boleros, guapach¨¢s, guajiras, temas de filin, mambos y, claro est¨¢, chachach¨¢s. Su casa en la calle de la Paz, en el barrio de Santos Su¨¢rez, es como la guarida de un sabio despistado. Al lado de una vieja m¨¢quina de escribir, seguramente rusa, se desborda un mont¨®n de partituras, recortes de prensa, fotos, libros de m¨²sica, m¨¢s todo lo que uno pueda imaginar.
Rosendo tiene 85 a?os, pero no los aparenta. Nada m¨¢s llegar, le entrega a Orovio una fotocopia del manuscrito de un libro sobre su vida que se llama Mi mejor canci¨®n. Orovio recuerda, aunque no viene al caso, la letra de Rico vacil¨®n: "Vacil¨®n, qu¨¦ rico vacil¨®n; / chachach¨¢, qu¨¦ rico chachach¨¢. / A la prieta hay que darle cari?o; / a la china, tremendo apret¨®n; / a la rubia hay que darle un besito, / pero todas gozan el vacil¨®n".
"Es el chachach¨¢ m¨¢s escuchado y grabado en el mundo", se?ala Helio. Y cuenta que Rosendo es tambi¨¦n autor de rumbas famosas como Saoco, y que su padre, Rosendo Ruiz Su¨¢rez, fundador del movimiento de la Trova tradicional, fue premiado en la Expo de Sevilla de 1929 por su son De mi Cubita es el mango.
"Esta isla tiene una magia especial. Es la magia del cubano y de la mezcla, y eso marca a la m¨²sica", afirma Rosendo. Y sentencia: "Fuera de sus fronteras, de Argentina se conoce sobre todo el tango. De M¨¦xico, el corrido y la ranchera, y de Brasil, un pa¨ªs de enorme tradici¨®n y talento, la samba. Pero Cuba tiene la particularidad de tener una gran variedad de ritmos y estilos, todos de gran fuerza, de ah¨ª lo internacional de nuestra m¨²sica".
Orovio interviene: "No se puede entender la m¨²sica cubana sin el son. En el son se re¨²nen dos ra¨ªces de una fuerza arrolladora: la guitarra espa?ola y la percusi¨®n africana, y a partir de ah¨ª...".
Hoy ya no quedan vitrolas en La Habana y la mayor¨ªa de los cabar¨¦s y clubes de los a?os cincuenta est¨¢n cerrados. Rosendo sigue cobrando derechos de autor por Rico vacil¨®n, pero muchos menos de los que debiera, aunque ¨¦sa es otra historia.
"Sin duda, la influencia de la m¨²sica cubana est¨¢ en todos lados", dice con voz firme Orovio. Chano Pozo, Mongo Santamar¨ªa y otros revolucionaron el jazz norteamericano con sus tumbadoras, y hay canciones de Los Beatles que suenan a chachach¨¢, afirma el music¨®logo.
Y lo fabuloso: cuenta Richard Egues que la canci¨®n que encandil¨® a Nat King Cole se debe a un bodeguero amigo suyo de Santa Clara. "De vez en cuando nos ech¨¢bamos unos tragos juntos".
Un centavo por disco
EL CHACHACH? marc¨® toda una ¨¦poca en Cuba. En una vieja entrevista, al recordar cuando la Panart grab¨® por primera vez, en un disco de vinilo de 45 revoluciones, La enga?adora, Enrique Jorr¨ªn dec¨ªa: "El ¨¦xito fue total. Me pagaron un centavo por cada copia vendida, y con lo que gan¨¦ me compre un coche del a?o, que costaba 2.000 d¨®lares".
Por la cara B de aquel vinilo estaba Silver Star, canci¨®n que alud¨ªa a una sociedad de negros del mismo nombre que exist¨ªa en el barrio habanero de La Victoria. All¨ª, y en otros clubes similares, los bailadores pusieron de moda el nuevo ritmo -en la isla de Cuba, un ritmo no triunfa por completo si no genera su propio estilo de baile.
"El Silver tiene lo que yo m¨¢s quiero / tiene una luz que alumbra mi sendero", dec¨ªa aquella canci¨®n, que por primera vez incluy¨® el estribillo "chachach¨¢, chachach¨¢, es un baile sin igual".
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