Admirables 76 a?os
D¨ªas atr¨¢s, la audiencia de Emociona!!!Jazz desped¨ªa a Abbey Lincoln en pie y con una ovaci¨®n m¨¢s larga de lo habitual. Era de justicia porque hab¨ªa ofrecido un bonito concierto, pero parte de las calor¨ªas extra que desped¨ªan las palmas sonaron a reconocimiento de una trayectoria larga y fruct¨ªfera. Se recuerda que Lincoln es una cantante de 73 a?os. ?C¨®mo despedir entonces a un caballero de 76 que sigue zurrando los traseros de sus tambores como si les hubiera pillado en alguna travesura? L¨®gicamente, tambi¨¦n de pie y aplaudiendo hasta que duelen las manos, aunque todav¨ªa con un poco m¨¢s de asombro y admiraci¨®n.
A estas alturas, Jones hace muy bien en proteger su salud f¨ªsica y mental con conciertos perfectamente planificados y medidos, sin sobresaltos y casi con calculadora en mano: cuatro temas a veinte minutos la pieza, dan 80 minutos. Como dirige un quinteto, cada solista dispone de cuatro minutos de solo; as¨ª que, para cumplir con la t¨ªpica hora y media de concierto estipulada, s¨®lo falta completar con una o dos propinas cortas.
Elvin Jones Jazz Machine
Elvin Jones (bater¨ªa), Duane Eubanks (trompeta y fliscorno), Mark Shim (saxos tenor y soprano), Carlos McKinley (piano). Auditorio Conde Duque. Madrid, 15 de noviembre.
Con su caracter¨ªstica voz cavernosa e ininteligible, el antiguo bater¨ªa de John Coltrane anunci¨® los cuatro t¨ªtulos que iban a formar parte del programa de la velada: Caravan, Ray-El, What a wonderful world y Hokkaido, una canci¨®n tradicional japonesa. Caravan le dio ocasi¨®n de alternar figuras r¨ªtmicas de moderado exotismo con el t¨ªpico comp¨¢s de 4/4. El resultado result¨® hipotenso y mon¨®tono, pero todo mejor¨® inmediatamente despu¨¦s con el precioso blues, compuesto por su hermano Thad, Ray-El. El tema son¨® flamante. Adem¨¢s, permiti¨® valorar con m¨¢s conocimiento de causa a los miembros de su quinteto.
Enseguida se entendi¨® por qu¨¦ Duane Eubanks es mucho menos conocido que sus hermanos Robin y Kevin (trombonista y guitarrista respectivamente). Atropellado y a veces vocinglero, con una sonoridad tirando a ramplona y un fraseo basado en clich¨¦s del hard-bop, el trompetista justific¨® su presencia en el grupo por el apoyo que proporciona a Mark Shim, ¨¦ste s¨ª, un solista de inter¨¦s con fondo poscoltraniano y formas de saxo tenor de la era cl¨¢sica; una especie de Clifford Jordan del siglo XXI. Sus cualidades se pudieron apreciar a¨²n mejor en la espl¨¦ndida introducci¨®n que realiz¨® en solitario a What a wonderful world.
Despu¨¦s lleg¨® el turno de folclore japon¨¦s, tan querido para Jones como el africano o el indio. Ah¨ª, el bater¨ªa se reserv¨® m¨¢s espacio y demostr¨® que no hacen falta aspavientos para poner a bailar los tambores. Tambi¨¦n fue la pieza de ambiente coltraniano m¨¢s n¨ªtido, lo que dio pie a que el pianista Carlos McKinney intentara emular a McCoy Tyner con muy poca fortuna. En las de cal, el fenomenal contrabajista Gerald Cannon mantuvo en todas sus intervenciones un sentido de la estructura juncal, afianzado en un sonido macizo y en una afinaci¨®n libre de toda sospecha. Cumplidos los 80 minutos justos de concierto, Jones y los suyos atacaron como primera propina It don't mean a thing if it ain't got that swing, postre ellingtoniano ligero para un hombre anta?o pantagru¨¦lico, lo que no impidi¨® que la audiencia le despidiera en pie en agradecimiento a su trayectoria, peso hist¨®rico y, por supuesto, resistencia moral y f¨ªsica.
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