El derecho a ver las estrellas
La autora habla de c¨®mo la visi¨®n nocturna de nuestro firmamento est¨¢ siendo amenazada por la creciente iluminaci¨®n de los asentamientos urbanos, lo que
Una de las experiencias m¨¢s hermosas es la observaci¨®n de los astros en un inmenso cielo oscuro. Sin embargo, el disfrute y estudio de estas formaciones se est¨¢ viendo alterado en las ¨²ltimas d¨¦cadas por un nuevo fen¨®meno humano: la contaminaci¨®n lum¨ªnica. El resplandor producido por la luz artificial que se pierde y se escapa hacia el cielo procedente, principalmente, del alumbrado -p¨²blico y privado- ineficiente, ilumina las part¨ªculas de agua y polvo que el aire contiene en suspensi¨®n, formando un inmenso globo de luz dirigido hacia el firmamento. Espa?a, por su ubicaci¨®n geogr¨¢fica, es un magn¨ªfico observatorio astron¨®mico, pero, por ejemplo, en el cielo de Madrid s¨®lo brilla la Luna. Eclipsadas por las luces de la ciudad, estrellas como Sirio, Procyon, Espica, R¨¦gulo y Arcturi y las constelaciones de Ori¨®n, Leo o Virgo han desaparecido del firmamento. En las noches despejadas, con algo de suerte, resplandecen J¨²piter y Venus. Podemos afirmar sin exagerar, en palabras de Bertrand Russell, que "hemos borrado los cielos".
Es posible devolver a las ciudades su cielo oscuro. Se trata de utilizar menos luz para iluminar mejor
La contaminaci¨®n lum¨ªnica provoca serios da?os al medio ambiente
La luz, que en apariencia es algo limpio y bueno, sin embargo, mal dirigida se convierte en algo realmente pernicioso para el medio ambiente e implica un innegable derroche energ¨¦tico al ser utilizadas luminarias inadecuadas -todo rayo de luz que salga por encima de la horizontal es in¨²til y malgastado-. Desde principios de este siglo y por vez primera en la historia, la visi¨®n nocturna de nuestro firmamento est¨¢ siendo amenazada por la creciente iluminaci¨®n de los asentamientos urbanos, lo que nos impide contemplar uno de los espect¨¢culos m¨¢s hermosos de la naturaleza.
Las quejas iniciales surgieron de Asociaciones de Astr¨®nomos. La luminiscencia en el campo visual de un observatorio astron¨®mico comporta un velo luminoso que, reduciendo el contraste en la b¨®veda celeste, vuelve dificultosa la visi¨®n de las estrellas. M¨¢s tarde tambi¨¦n ciertas asociaciones ecologistas se pronunciaron al respecto, dado que la transformaci¨®n artificial de la noche en d¨ªa conlleva perjuicios para el medio ambiente.
Nuestra Constituci¨®n reconoce el derecho de todos los espa?oles a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona. Existe, y as¨ª viene reconocido en legislaci¨®n, jurisprudencia y por parte de la doctrina, un derecho al paisaje inmerso en el derecho global al disfrute de un medio ambiente adecuado. Lo que deja abierta la puerta a la inclusi¨®n en tal concepto del paisaje nocturno: las, estrellas, los planetas, los astros. Si es objeto merecedor de protecci¨®n la belleza paisaj¨ªstica que contemplamos bajo la luz del sol, ?por qu¨¦ no ha de serlo en id¨¦ntica medida la belleza que nos ofrece la noche, el paisaje nocturno y el resplandor de sus astros? Para ello, para garantizar un derecho al medio ambiente nocturno que se traduzca en el derecho a contemplar la noche estrellada, es imprescindible favorecer un cielo oscuro.
Tambi¨¦n nuestra calidad de vida se ve seriamente amenazada por las intrusiones lum¨ªnicas. Cuando la luz artificial procedente del exterior entra por las ventanas invadiendo el interior de las viviendas, puede llegar a ocasionar da?os en la salud, como el insomnio, que indirectamente son capaces de provocar alteraciones en el trabajo y rendimiento y, en consecuencia, problemas de fatiga, existiendo una alta probabilidad de que finalmente resulte afectado el sistema nervioso central. Y ello porque los ciclos corporales se encuentran en sinton¨ªa con los ciclos naturales de la luz. La presencia de ¨¦sta en el ambiente durante el sue?o puede ser la causa de las alteraciones se?aladas. Es por ello preciso tener presente la necesidad de hacer compatibles la iluminaci¨®n de edificios singulares, aceras y carreteras, con el respeto a las personas que viven en su entorno.
La contaminaci¨®n lum¨ªnica provoca asimismo contaminaci¨®n atmosf¨¦rica. El uso de l¨¢mparas de vapor de mercurio provoca la emisi¨®n de una serie de residuos t¨®xicos a la atm¨®sfera realmente dif¨ªciles de tratar. Es tambi¨¦n evidente que la producci¨®n de electricidad genera contaminaci¨®n en las centrales t¨¦rmicas, ya que al quemar hidrocarburos -tanto fuel como carb¨®n- se genera CO2. Luego el despilfarro de luz hacia el cielo constituye un gasto innecesario. Estamos dispersando hacia el espacio una energ¨ªa que precisamos en otros cometidos. Sobre Madrid existe un inmenso globo de luz desperdiciada de 20 kil¨®metros de alto por 50 kil¨®metros de ancho que se puede ver desde 300 kil¨®metros de distancia. Y en Madrid se estima la existencia de un gasto energ¨¦tico no necesario de 15 millones anuales.
Los da?os provocados a la biodiversidad son tambi¨¦n innegables, aunque no han sido hasta el momento considerados en toda su dimensi¨®n dado que se trata de una forma novedosa de contaminaci¨®n y, en consecuencia, a¨²n poco valorada y estudiada en sus justos t¨¦rminos. Sin embargo, tales efectos sobre la fauna y flora son evidentes, pues se trata de especies que precisan de la oscuridad para su supervivencia equilibrada. Muchos p¨¢jaros huyen de nuestras ciudades asustados por los focos luminosos. Tambi¨¦n determinados chorros de luz lanzados directamente al cielo (usados normalmente por discotecas y grandes plataformas comerciales a modo de reclamo) ocasionan problemas en los desplazamientos migratorios de las aves, siendo incluso causa de gran mortandad al perder la orientaci¨®n y chocar con obst¨¢culos debido al deslumbramiento.
La contaminaci¨®n lum¨ªnica no s¨®lo nos priva del paisaje nocturno impidi¨¦ndonos el disfrute de la noche estrellada, sino que, adem¨¢s, provoca serios da?os al medio ambiente y a nuestra salud, constituyendo al mismo tiempo un derroche de energ¨ªa innecesario e injustificado. El modelo luminot¨¦cnico vigente prima el deslumbramiento porque se basa en la err¨®nea creencia de que el exceso de luz incrementa la visibilidad para los ciudadanos, cuando en realidad el resultado es precisamente el contrario. No obstante, por suerte y a diferencia de otros problemas medioambientales, es posible devolver a nuestras ciudades su cielo oscuro. Se trata en definitiva de utilizar menos luz para iluminar mejor.
Tales medidas consisten esencialmente en la previsi¨®n de horarios de encendido y apagado, imponiendo la obligaci¨®n de apagado de luces exteriores no estrictamente necesarias (como sucede, por ejemplo, con los alumbrados ornamentales y de grandes espacios exteriores a partir de cierta hora en la que resultan injustificables, dado que la iluminaci¨®n de este tipo se basa en criterios est¨¦ticos que no son de recibo cuando apenas hay peatones). Tambi¨¦n es preciso regular la direcci¨®n de los focos (en el alumbrado ornamental el flujo luminoso deber¨¢ dirigirse siempre que sea posible de arriba a abajo, procurando que los rayos est¨¦n dirigidos ¨²nicamente hacia la superficie a iluminar). Tambi¨¦n son objeto de control las intensidades de brillo permitidas y los tipos de luminarias a utilizar (son eficaces en este sentido los globos opacos, los faroles de bombilla horizontal, los vidrios planos), debiendo prohibirse el uso de l¨¢mparas de vapor de mercurio siempre que sea posible el uso de otras menos contaminantes como las de vapor de sodio. Resulta asimismo necesaria la imposici¨®n de prohibiciones directas, como la del uso de ca?ones de luz o l¨¢ser hacia el cielo.
En definitiva, devolver a nuestros cielos su oscuridad perdida es posible. Con ello no s¨®lo beneficiaremos al medio ambiente, sino que, adem¨¢s, estaremos recuperando un patrimonio cultural secular perdido. El cielo ha sido una inspiraci¨®n para toda la humanidad.
Mar¨ªa Calvo es profesora titular de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.