La desorientaci¨®n hist¨®rica de los socialistas
No reconocer las derrotas electorales se est¨¢ convirtiendo en uno de los signos de identidad del PSC. El sonriente Maragall que apareci¨® el domingo por la noche en las pantallas de televisi¨®n anunciando -ante el estupor e incredulidad de quienes le contemplaban- que la izquierda hab¨ªa ganado, es una imagen, entre bochornosa y entra?able, que resume bien la desorientaci¨®n hist¨®rica en la que andan sumidos los socialistas catalanes desde hace 23 a?os.
En efecto, ganar en todas las elecciones generales y locales y perder en todas las auton¨®micas constituye un extra?o fen¨®meno cuyas causas de fondo quiz¨¢ deber¨ªan buscarse en problemas psicol¨®gicos no resueltos de una determinada camarilla dirigente del PSC. Por prudencia, sin embargo, s¨®lo nos centraremos en el an¨¢lisis de las causas pol¨ªticas de los resultados del domingo pasado.
La derrota, sin paliativos, de Maragall y su partido es debida, a mi parecer, a la incomprensible obsesi¨®n de reincidir en el error de siempre: querer derrotar al nacionalismo en su mismo terreno. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o Mariano Rajoy -no s¨¦ exactamente cu¨¢l de los dos- lo han resumido perfectamente al comentar los resultados del domingo: "Los catalanes han preferido el original a la copia". Si Jordi Pujol hubiera hecho una campa?a socialista no habr¨ªa ganado nunca una elecci¨®n. As¨ª de simples son las cosas. Pero ello parece que no cabe en la cabeza de los dirigentes socialistas catalanes.
En estos ¨²ltimos cuatro a?os, esta tendencia a buscar votos en el terreno nacionalista se ha acentuado. Es cierto que en las ¨²ltimas semanas, tras el verano, la campa?a socialista ha ofrecido matizaciones significativas, como yo mismo comentaba en el art¨ªculo de la semana pasada, en el que no hac¨ªa an¨¢lisis, sino wishfull thinking, confund¨ªa los deseos con la realidad, y que me perdonen los lectores. Pero la rectificaci¨®n -no muy cre¨ªble porque los mensajes eran contradictorios- lleg¨® obviamente tarde. Cuatro a?os, que enlazan con los 19 anteriores, no se borran f¨¢cilmente. La cat¨¢strofe era perfectamente predecible si uno husmeaba el ambiente en lugar de hacer ¨²nicamente caso de las encuestas. Veamos.
La estrategia de Maragall y de la ejecutiva del PSC -?ojo: todos son corresponsables!- ha tenido, en estos cuatro a?os, dos l¨ªneas de fuerza principales: la reforma del Estatut y la alianza con ERC, adem¨¢s de continuar la m¨¢s natural con ICV. Ambas l¨ªneas de fuerza han contribuido decisivamente a cavar la fosa en la que est¨¢n sepultados en la actualidad los socialistas catalanes. Ambas han sido, adem¨¢s, piezas b¨¢sicas del mantenimiento del voto nacionalista, ahora dividido entre CiU y ERC, y todav¨ªa poderoso precisamente por esta divisi¨®n. La estrategia socialista ha sido, pues, una contribuci¨®n fundamental a la victoria del adversario.
Debe recordarse que nadie en las elecciones anteriores -ni en cualquiera de las dem¨¢s- planteaba la reforma del Estatut como un objetivo prioritario. S¨®lo ERC, como es l¨®gico en un partido independentista, la manten¨ªa en su programa. Pujol no era -y dudo que lo sea ahora- partidario de dicha reforma: hablaba siempre de posibles nuevas relecturas. Pero la insistencia de Maragall ha conducido al panorama actual: cuatro distintos proyectos de reforma estatutaria convertidos en objetivos primordiales de los partidos... nacionalistas. Y el proyecto de reforma socialista -que influye especialmente en la reforma del conjunto del Estado auton¨®mico- se ha convertido en una "patata caliente" que se ha trasladado al PSOE, bajo la mirada agradecida del PP, cuando sobre la mesa est¨¢ el muy serio problema del plan Ibarretxe. La capacidad de liarla del PSC est¨¢ alcanzando as¨ª grados indescriptibles sin recompensa electoral alguna: no ha ganado ni un voto por su innecesaria propuesta de reforma estatutaria y muchos han dejado de votarle por considerar, con toda la raz¨®n, que todo ello no ten¨ªa nada que ver con un programa socialista y de izquierdas.
Como complemento de todo ello, ahora se est¨¢ mostrando claramente la inconsistencia de la alianza estrat¨¦gica entre el PSC, ERC e ICV en la que han confiado los ingenuos catalanistas con mala conciencia nacional que dominan las ejecutivas socialistas y ecosocialistas. Prueba de ello es la desconfianza que se puso de manifiesto en la misma noche electoral respecto a la fidelidad del compromiso del partido de Carod con los partidos de izquierdas: la famosa "equidistancia" comenzaba a revelar su aut¨¦ntico contenido.
Hace pocos d¨ªas que Jaime Mayor Oreja dijo que la actual ERC era un producto de CiU. Llevaba parte de raz¨®n: la prueba est¨¢ en la transferencia de votos de un partido al otro que han mostrado las urnas al hacer muchos electores el mismo recorrido que Pere Esteve. Sin embargo, Mayor no ten¨ªa toda la raz¨®n. ERC tambi¨¦n ha crecido porque ha adquirido una respetabilidad de izquierdas gracias al trato que en estos cuatro a?os le han dado los socialistas e Iniciativa: grupo parlamentario en el Senado, elaboraci¨®n conjunta de un proyecto de reforma de Estatuto (del que, por cierto, nunca m¨¢s se supo) y complicidad constante en el Parlament de Catalunya. Ciertamente, ERC ha ampliado su electorado debido al pacto de CiU con el PP, pero tambi¨¦n por el aval que le han suministrado los dos partidos de izquierdas: para muchos electores votar a ERC ha sido votar contra CiU.
As¨ª, en cuatro a?os, los socialistas han hecho todos los esfuerzos para seguir perdiendo las elecciones auton¨®micas. Era pat¨¦tica la confesi¨®n de uno de los responsables de la campa?a de Maragall que ayer reproduc¨ªa El Peri¨®dico: "No hab¨ªa ning¨²n elemento que nos hiciera pensar que pod¨ªa producirse este resultado". ?Admirable candidez y nula inteligencia pol¨ªtica! Pero tambi¨¦n prueba de arrogancia. A lo largo de estos cuatro a?os, si modestamente opinabas ante dirigentes socialistas o de Iniciativa que el camino emprendido era equivocado y la estrategia conduc¨ªa al desastre, te miraban por encima del hombro como un bicho raro desconocedor de la realidad catalana y cargado de prejuicios. Y, por supuesto, evitaban volver a hablar contigo de pol¨ªtica.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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