Monarqu¨ªa y prensa en el Reino Unido
El pr¨ªncipe Carlos declar¨® que las alegaciones hechas en su contra, alegaciones cuyo contenido no se puede publicar por ley, carec¨ªan de veracidad". Estas palabras, u otras igualmente estre?idas, fueron publicadas en todos los peri¨®dicos ingleses como consecuencia de una orden judicial prohibiendo la publicaci¨®n del testimonio de un ex empleado real que mantiene haber visto al heredero a la Corona brit¨¢nica en la cama con un hombre.
?Qu¨¦ verg¨¹enza! ?C¨®mo es posible que en el pa¨ªs con la m¨¢s antigua y aparentemente s¨®lida tradici¨®n democr¨¢tica en el planeta exista semejante censura de los medios? O, peor todav¨ªa, ?que los medios se autocensuren, se dejen intimidar?
?stas son las conclusiones que uno l¨®gicamente extrae del rid¨ªculo espect¨¢culo que han montado en los ¨²ltimos d¨ªas venerables instituciones como el Times y el Daily Telegraph de Londres, y el menos venerable pero comercialmente colosal The Sun. La negaci¨®n de una alegaci¨®n no especificada: jam¨¢s se ha visto nada m¨¢s absurdo; se recordar¨¢ durante d¨¦cadas, y con carcajadas, en las escuelas de periodismo de todo el mundo.
Cuando entra la monarqu¨ªa brit¨¢nica en escena, la prensa inglesa no se corta. O si no, c¨®mo explicar el titular en primera p¨¢gina de 'News of the World': "?Es el pr¨ªncipe Carlos bisexual?"
Salarios de 200.000 euros anuales no son nada inusuales. Pero los castigos tambi¨¦n son duros para aquellos que no logran alimentar el hambre insaciable de noticias morbosas
Todo comenz¨® hace tres semanas, cuando el peri¨®dico 'Mail on Sunday' estudi¨® la posibilidad de publicar un art¨ªculo basado en una entrevista con el ex asistente del pr¨ªncipe Carlos
Pero, chistes aparte, ?este episodio ser¨¢ interpretado tambi¨¦n como un hito grave en la historia de la prensa libre? Seguramente no. M¨¢s bien, a fin de cuentas, al contrario. O ¨¦sta, al menos, fue la conclusi¨®n de varios periodistas consultados esta semana en Londres por EL PA?S.
Remont¨¦monos a los hechos. Todo comenz¨® hace tres semanas, cuando el peri¨®dico Mail on Sunday estudi¨® la posibilidad de publicar un art¨ªculo basado en una entrevista con George Smith, ex asistente del pr¨ªncipe Carlos en su palacio de Clarence House. La alegaci¨®n de Smith sobre una supuesta relaci¨®n homosexual entre Carlos y otro asistente, hoy consejero del pr¨ªncipe, Michael Fawcett, no era nada nuevo en los medios period¨ªsticos londinenses. Se conoc¨ªa hac¨ªa m¨¢s de un a?o. Es m¨¢s, en aquel momento un portavoz de Carlos la hab¨ªa negado categ¨®ricamente, lo cual parec¨ªa haber silenciado a la prensa de una vez por todas.
?Por qu¨¦ se silenciaron? Nada que ver con el buen gusto, o la reverencia debida a la monarqu¨ªa. No publicaron nada porque la ley de libelo en Inglaterra es muy dura para los medios. En ese sentido s¨ª que existe m¨¢s censura institucional en Inglaterra que en otros pa¨ªses europeos o en Estados Unidos. La ley dice que, si uno alega algo contra alguien y el imputado recurre a la justicia por difamaci¨®n, el medio que hizo la alegaci¨®n debe demostrar con pruebas contundentes que es verdad lo que public¨®. No es suficiente simplemente decir que se actu¨® de buena fe, que seg¨²n informaci¨®n recibida por el medio exist¨ªan razones por creer que la alegaci¨®n era leg¨ªtima.
Castigos severos
Los castigos penales contra los peri¨®dicos que pierden los juicios son severos. El rockero Sting se llev¨® m¨¢s de 100.000 euros tras la incapacidad del Sun de demostrar que alguna vez en su vida hab¨ªa consumido drogas. Elton John, una especie de pr¨ªncipe secular en Inglaterra, obtuvo 500.000 euros del Sunday Mirror tras haber publicado el peri¨®dico que padec¨ªa del trastorno alimenticio bulimia. Cuando public¨® The Sun que Elton John hab¨ªa tenido relaciones sexuales con menores de edad, el cantante ingres¨® la nada desde?able cantidad de 1,4 millones de euros en su cuenta bancaria.
Todo lo cual -y hay muchos casos parecidos- ayuda a explicar por qu¨¦ los medios ingleses tomaron la decisi¨®n, hace un a?o, de no tocar la historia de Geoffrey Smith. M¨¢s a¨²n, porque Smith, un declarado homosexual, es un veterano de la guerra de las Malvinas con un historial de alcoholismo y trastornos mentales. Es dudoso que, en el caso de un juicio, un tribunal decida que su testimonio es m¨¢s confiable que el del pr¨ªncipe o el de su asesor Michael Fawcett.
M¨¢s detalles
Por eso caus¨® gran sorpresa en los medios ingleses que de repente, hace tres semanas, el Mail on Sunday hubiera contemplado seriamente la posibilidad de publicar la famosa, pero bastante dudosa, historia. Seg¨²n fuentes cercanas a la direcci¨®n del peri¨®dico, periodistas del Mail on Sunday volvieron a entrevistar a Smith, que les dio m¨¢s detalles sobre el incidente que supuestamente hab¨ªa presenciado. No se sabe exactamente cu¨¢les fueron los procesos mentales que llevaron a los que toman las decisiones en el Mail on Sunday a optar por publicar la historia. Pero seguramente fue una mezcla de consideraciones econ¨®micas (con una historia as¨ª en primera p¨¢gina, las ventas ese d¨ªa se duplicar¨ªan) y el peligroso c¨¢lculo de que quiz¨¢ el pr¨ªncipe no recurrir¨ªa a los tribunales por temor a que a lo largo de un juicio salieran a la luz otras cosas que preferir¨ªa que no se supieran.
El hecho fue que Fawcett, no el pr¨ªncipe, quien obtuvo una orden judicial prohibiendo la publicaci¨®n de la historia. Los fundamentos de la decisi¨®n son secretos, pero, seg¨²n fuentes cercanas a los hechos, el juez se gui¨® fundamentalmente por lo que ¨¦l consider¨® la poca credibilidad que, a fin de cuentas, atribu¨ªa el Mail on Sunday a su fuente.
A su vez, y por si acaso, el pr¨ªncipe hizo su declaraci¨®n negando los hechos -hechos que, debido a la orden judicial, no se pod¨ªan publicar-, lo cual condujo a la publicaci¨®n de aquellas palabras tan absurdas que durante largo tiempo se recordar¨¢n como un episodio infame en la historia del periodismo libre.
Una ley draconiana
Habr¨¢ gente que diga que se trata de censura. Y quiz¨¢ haya algo de verdad en eso. Aunque la verdad m¨¢s bien reside en lo draconiana que es la ley inglesa en el terreno de la difamaci¨®n. Pero de lo que no se trata, definitivamente, es de autocensura. Cuando entra la monarqu¨ªa brit¨¢nica en escena, la prensa inglesa no se corta. O si no c¨®mo explicar el titular en primera p¨¢gina del News of the World (que vende m¨¢s de cinco millones de ejemplares cada domingo) una semana despu¨¦s de la prohibici¨®n judicial, que chillaba: ?Es el pr¨ªncipe Carlos bisexual?
Gracias al News of the World, The Sun y otros peri¨®dicos de venta masiva en Gran Breta?a el s¨²bdito medio ingl¨¦s tiene un conocimiento casi tan pormenorizado de la vida cotidiana, y nocturna, de los Windsor que el de su propia familia. Es sabido, por ejemplo, que Michael Fawcett -independientemente de la naturaleza biol¨®gica de su relaci¨®n con Carlos- tiene la costumbre, todas las ma?anas, de colocar el dent¨ªfrico sobre el cepillo de dientes del pr¨ªncipe. Tambi¨¦n sabemos que, en una conversaci¨®n telef¨®nica grabada clandestinamente y publicada en su totalidad hace unos a?os, cuando la princesa Diana a¨²n viv¨ªa, Carlos le confes¨® a su amada Camilla Parker-Bowles que le ten¨ªa envidia a sus tampones.
?A qu¨¦ se debe la brutalidad de la prensa inglesa con su monarqu¨ªa? ?Por qu¨¦, entre otras cosas, han mostrado tan poca consideraci¨®n con los hijos de Carlos, que tanto han sufrido ya a lo largo de sus adolescencias?
Primero, a la feroz competencia. Nueve peri¨®dicos nacionales se disputan un jugoso mercado (ning¨²n otro pa¨ªs europeo vende tantos diarios) en el que las ventas diarias oscilan entre los 200.000 y m¨¢s de cinco millones de ejemplares. Las recompensas para los periodistas en peri¨®dicos como The Sun pueden ser enormes. Salarios de 200.000 euros anuales no son nada inusuales. Pero los castigos tambi¨¦n son duros para aquellos que no logran alimentar el hambre insaciable de noticias morbosas que tiene la prensa sensacionalista brit¨¢nica. Los despidos en los medios ingleses, incluso para periodistas veteranos, son tan frecuentes como abruptos. Todo esto crea un clima de rivalidad tan despiadado que la sensibilidad del pr¨ªncipe Carlos y sus hijos cuenta muy poco en los c¨¢lculos de la prensa inglesa.
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