Cuatro falsas salidas
Tras la noche electoral, superadas las primeras emociones, la pregunta prioritaria -al margen de an¨¢lisis y valoraciones- es: ?y ahora qu¨¦? Mi respuesta es clara: procede constituir un Gobierno catalanista de progreso, fruto del pacto entre socialistas, Esquerra e Iniciativa. Razones: 1. Es un pacto impuesto por la voluntad mayoritaria expresada en las urnas: los votantes han conformado una mayor¨ªa de izquierdas, tanto por votos como por esca?os. 2. Supondr¨ªa un acto de afirmaci¨®n catalanista: el autogobierno ha de comenzar por acotar un ¨¢mbito catal¨¢n de decisi¨®n, de modo que las opciones se adopten con atenci¨®n preferente a los intereses catalanes; no deben influir en la pol¨ªtica de pactos los intereses de los partidos estatales. 3. Reafirmar¨ªa la autonom¨ªa del poder pol¨ªtico frente a los grupos econ¨®micos y los c¨ªrculos empresariales. 4. Ampliar¨ªa el ¨¢mbito del catalanismo pol¨ªtico: un pacto de izquierdas supondr¨ªa la plena integraci¨®n, al m¨¢ximo nivel pol¨ªtico, que es el Gobierno de la Generalitat, de els altres catalans. 5. Facilitar¨ªa la renovaci¨®n de los responsables de la pol¨ªtica de gesti¨®n, con el efecto de sanear situaciones enquistadas por el exceso de permanencia en los cargos. 6. Constituir¨ªa la base estrat¨¦gica m¨¢s adecuada para lograr el apoyo de la izquierda espa?ola a la modificaci¨®n del Estatuto. Es cierto que este apoyo puede resultar incierto, incompleto y precario, pero la alternativa es inexistente.
Cuatro salidas para formar el pr¨®ximo Gobierno de la Generalitat. Las cuatro falsas, a juicio del autor
Pero tan ¨²til como exponer las razones de la propia postura es poner de relieve las contradicciones de cuatro salidas alternativas, que las hacen impracticables a corto plazo.
Primera: pacto entre el PSC y CiU. Es un pacto antinatura. Son distintos los programas, las sensibilidades y los talantes respectivos. El PSC es un partido bisagra que intenta articular -mejor o peor- las aspiraciones de las dos comunidades que coexisten, pac¨ªfica pero separadamente, en Catalu?a. Por el contrario, CiU es el partido de la Catalu?a catalana, que se propone -tambi¨¦n leg¨ªtimamente- la perpetuaci¨®n del control pol¨ªtico, social y econ¨®mico de Catalu?a en manos del grupo social al que representa y que es definido identitariamente. Son dos posiciones no s¨®lo distintas, sino contrapuestas. Aunque a primera vista no lo parezca, es un partido m¨¢s integrador Esquerra que CiU: los hijos de los inmigrantes pueden votar a Esquerra, que propugna un catalanismo social, pero ni se les pasa por la cabeza votar al nacionalismo conservador de CiU. Por tanto, los socialistas que propugnasen un pacto con CiU ser¨ªan algo peor que traidores a su gente: ser¨ªan est¨²pidos. La guerra de CiU no es su guerra.
Segunda: pacto entre CiU y Esquerra. Tiene l¨®gica. Ambas son formaciones nacionalistas. Es m¨¢s, durante mucho tiempo he sostenido que, si ambos partidos sumaban 68 esca?os, la suerte estaba echada: formar¨ªan Gobierno. Me basaba en algo que aprend¨ª durante mis a?os de estancia en el Pa¨ªs Vasco: que, en las naciones sin Estado, la aut¨¦ntica l¨ªnea divisoria est¨¢ entre nacionalistas y no nacionalistas. Pero, no obstante, algo importante ha variado en los ¨²ltimos tiempos. En primer lugar, la voluntad expl¨ªcita manifestada por los l¨ªderes de Esquerra -y en concreto por Carod- de integrar a los catalanes de lengua y cultura castellanas, sin exigirles una renuncia expl¨ªcita a su identidad y a sus ra¨ªces. Y en segundo t¨¦rmino, la insistente apuesta de Esquerra por un catalanismo social que pone el acento no tanto en si Catalu?a va bien como en si los catalanes van bien. As¨ª las cosas, no est¨¢ claro que la gente de Esquerra se sienta c¨®moda con la de CiU. Existe entre ambas formaciones una sutil pero profunda diferencia de clase. Por ello, a los l¨ªderes de Esquerra les ha de resultar muy duro subirse al barco de CiU, despu¨¦s de la largu¨ªsima singladura de ¨¦ste. No es su ruta.
Tercera: pacto de todos excepto el PP. Nada hay que justifique una exclusi¨®n expl¨ªcita de los populares catalanes. Ser¨ªa tanto como convertir en enemigos a unos adversarios de los que se puede discrepar, pero cuya campa?a se ha desarrollado con correcci¨®n y buen estilo. El acoso y derribo es una pr¨¢ctica impropia del talante catal¨¢n. Adem¨¢s, la visi¨®n larga exigible a los pol¨ªticos les obliga, en este punto, a no confundir al PP de Catalu?a con la figura y el significado de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Porque es cierto que Aznar y su tropa han radicalizado de forma siniestra la convivencia hisp¨¢nica, exacerbando el nacionalismo espa?ol como instrumento para el logro de su aspiraci¨®n ¨²ltima, que no es otra que consolidar la hegemon¨ªa sobre toda la Pen¨ªnsula del n¨²cleo de poder pol¨ªtico-financiero-funcionarial-medi¨¢tico radicado en Madrid. Pero Aznar pasar¨¢, y otros vendr¨¢n que -?esperemos!- recuperen la receptividad como actitud, la voluntad de di¨¢logo como predisposici¨®n y las buenas maneras como pauta de conducta.
Cuarta: pacto t¨¢cito para que CiU gobierne en minor¨ªa. Es la peor soluci¨®n. Primero, porque se tratar¨ªa de un Gobierno d¨¦bil e incapaz de adoptar las decisiones urgentes que Catalu?a precisa para no perder el tren en una ¨¦poca de cambio. Recordemos que el empuje catal¨¢n de la Renaixen?a cobr¨® impulso porque Catalu?a se sum¨® pronto a la revoluci¨®n industrial. Segundo, porque ser¨ªa una manifestaci¨®n extrema de uno de los fallos en los que solemos incurrir los catalanes en nuestros peores momentos: pretender emular a Nuestro Se?or Jesucristo cuando andaba sobre el lago de Tiber¨ªades sin dejar huellas. ?Hay que asumir responsabilidades!
Juan Jos¨¦ L¨®pez Burniol es notario y cerr¨® la lista de la candidatura socialista por Barcelona.
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