Una o y cuatro columnas
Hace pocos d¨ªas Joan de Segarra opinaba en estas p¨¢ginas sobre la restauraci¨®n del monumento a Verdaguer en el cruce de la Diagonal y el paseo de Sant Joan de Barcelona, y observaba que se hab¨ªa mantenido la placa con el nombre del poeta en castellano: "Jacinto Verdaguer". Con tantos a?os de pretendida normalizaci¨®n, nadie ha eliminado la o terminal. Seg¨²n me dicen, esta vez la decisi¨®n de mantener la o fue consecuencia de un informe de una comisi¨®n asesora de esculturas y monumentos, nombrada por el Ayuntamiento, en la que figuran arquitectos, artistas, poetas y cr¨ªticos conspicuos, aduciendo que el poeta habitualmente firmaba "Jacinto" y as¨ª figura en muchas primeras ediciones. Pero ¨¦sta no parece una raz¨®n pertinente cuando todas las calles de Barcelona han adaptado la nomenclatura moderna, superando los anteriores castellanismos habituales. Los nombres de santos y familias reales -Ferran, Joan de Borb¨®, Alfons XII, Joan Carles I, etc¨¦tera- son normativamente traducibles desde cualquier idioma y, por lo tanto, no me sirven como ejemplos. Pero s¨ª me sirven los de las personalidades que usaban el nombre en castellano y que, acertadamente, han sido traducidos: Enric Granados, Amadeu Vives, Alfons Carles Com¨ªn, Antoni de Capmany, Mari¨¤ Ca?ardo, Eduard Marquina, Hip¨°lit L¨¢zaro, etc¨¦tera, e incluso Pau Casals, que en su ¨¦poca de m¨¢s reconocimiento internacional utilizaba en discos y programas el nombre de Pablo. Esa normalizaci¨®n onom¨¢stica no se ha concedido al poeta Verdaguer, ni siquiera con el recurso de utilizar la f¨®rmula popular -y de tradici¨®n tan catalana- de "Moss¨¨n Cinto", como hace a?os se hizo en unos jardines de Montju?c.
Pero hay que recordar las circunstancias de la inauguraci¨®n del monumento para comprender mejor esta cuesti¨®n. En 1902, a?o en que muri¨® Verdaguer, se emprendieron diversas iniciativas para dedicarle un homenaje p¨²blico y permanente, que no se concretaron hasta la ¨¦poca de la Mancomunitat. En 1914 Prat de la Riba y Torres i Bages presidieron la colocaci¨®n de la primera piedra. Las obras no se acabaron hasta 1924, cuando ya se hab¨ªa perdido la ocasi¨®n autonomista y el dictador Primo de Rivera gobernaba en Espa?a. La dictadura hizo lo que correspond¨ªa a su coherente programa anticatal¨¢n: reprimir cualquier brote de catalanismo y disimularlo con el reconocimiento de algunos personajes catalanes aislados, transfiri¨¦ndolos a la lista de valores hisp¨¢nicos. Los reyes inauguraron el monumento y Primo de Rivera vomit¨® un discurso patri¨®tico sobre los valores hisp¨¢nicos y conservadores del cura don Jacinto. Los ciudadanos boicotearon el acto y un grupo de pol¨ªticos e intelectuales, presididos por ?ngel Guimer¨¤, protestaron depositando una corona de flores en la tumba del poeta en el mismo momento en que Primo de Rivera discurseaba sobre su espa?olismo. En estas circunstancias era obligatorio reducir las referencias catalanistas del monumento y evitar el "Jacint" e incluso el "Moss¨¨n Cinto". Por lo visto, la mencionada comisi¨®n asesora de esculturas y monumentos no conoc¨ªa esta historia y aconsej¨® no suprimir la o por razones ling¨¹¨ªsticas, las mismas que argument¨® la dictadura, aunque con intenci¨®n m¨¢s correcta, y as¨ª ha quedado como un testimonio negativo.
Hace unos meses, estos miembros de la comisi¨®n adoptaron una actitud parecida ante otra alternativa. El tema lo ha explicado muy bien Isabel-Clara Sim¨® en el diario Avui hace pocos d¨ªas. Se trata de las cuatro columnas j¨®nicas que hab¨ªan presidido el eje monumental de Montju?c antes de la dictadura. Estas cuatro columnas, proyectadas por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, suger¨ªan, evidentemente, las cuatro barras de la bandera y por eso fueron derribadas cuando los pol¨ªticos de la dictadura, despu¨¦s de expulsar a Puig, se apropiaron del proyecto de la exposici¨®n, que finalmente se inaugur¨® en 1929 con un aparato gubernamental y madrile?o todav¨ªa m¨¢s exagerado que el de la inauguraci¨®n del monumento a Verdaguer. En el monumento impusieron la o y en Montju?c derribaron las cuatro columnas.
Ahora un grupo de ciudadanos vuelven a pedir al Ayuntamiento la reposici¨®n de estas columnas. No s¨¦ qu¨¦ dir¨¢ la comisi¨®n cuando ese grupo insista y encuentre resonancia popular. No creo que se opongan simplemente por posibles cautelas pol¨ªticas, porque todos sus miembros tienen suficiente categor¨ªa para no dejarse influir ni por los discursos de Rodr¨ªguez Ibarra ni por los de Mariano Rajoy. Pero convendr¨ªa que sus decisiones no fuesen interpretadas as¨ª p¨²blicamente. Quiz¨¢ lo que frena sus decisiones es s¨®lo el s¨ªndrome de las comisiones comprometidas, que acaba conduciendo a una negativa indecisa como ¨²nica posibilidad de consenso. Cuando no exist¨ªa esa comisi¨®n, se llev¨® a cabo una magn¨ªfica campa?a de esculturas al aire libre que ahora parece frenada y, a menudo, desorientada ante la calidad de las obras. Queda lejos la ¨¦poca de Oldemburg, T¨¤pies, Serra, Hunt, Mir¨®, Lichenstein, Aguilar, Merz, Kounellis, Horn, Solano, Llena, Gehry, Chillida, Kelly, Plensa, etc¨¦tera. No dudo de su buen criterio, pero s¨ª de la eficacia en aplicarlo para que contin¨²e ese museo de esculturas al aire libre que tantos comentarios internacionales hab¨ªa generado.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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