'Zizou', el orgullo de Marsella
La ciudad francesa vibra con la llegada de Zidane, "un tipo capaz de marcar un gol a la miseria sin olvidar nunca sus raíces"
El 12 de julio de 1998 media Francia se lanzó a la calle para celebrar la conquista de la Copa del Mundo por parte de su selección, vencedora de la brasile?a en la final. Al grito de "allez la France!" y en una festiva expresión de vitalidad, cada rincón del país se inundó de banderas tricolores. Y también, por supuesto, Marsella. Pero en ese enclave la estampa era distinta. Cientos de personas se arrodillaban delante de lo que parecía un imponente cartel publicitario situado en una gran fachada que domina el paseo de La Corniche, uno de los lugares más emblemáticos del puerto mediterráneo. Todo un crisol de ciudadanos, destacando los de origen magrebí, subsahariano o caribe?o, se unieron en un clamor proferido en árabe: "Zizou ajbar" ("Zizou es grande"). La colosal fotografía de Zinedine Zidane que una firma de ropa deportiva había colocado en tan simbólico lugar estaba sellada con la categórica sentencia made in Marseille (hecho en Marsella), ciudad portuaria, receptora de miles de inmigrantes de diversas culturas y credos.
Es quien mejor representa la identidad de una urbe multiétnica y con graves problemas
Lo aprendió todo en un barrio marginal y siempre ha prestado su imagen para causas sociales
Aquella feliz noche de verano, Zidane había marcado dos goles de cabeza y su gente no rendía simplemente un homenaje al ídolo deportivo, sino también al hombre que mejor representaba la identidad de una urbe multiétnica flagelada por graves problemas económicos y sociales que da?an su imagen.
Han pasado más de cinco a?os y ahora Zidane juega en el Madrid, pero los ojos de Zizou, como le llaman sus amigos de la infancia, siguen escudri?ando el horizonte portuario desde la atalaya de su gigantesco mural, renovado hace un a?o tras un acto vandálico -lo mancharon de pintura-, quién sabe si obra de algún simple gamberro o de un seguidor del ultraderechista y xenófobo Frente Nacional.
Y es que el centrocampista ya es un icono, un orgullo y una referencia positiva. Los marselleses -cientos de ellos le recibieron ayer en el aeropuerto con grandes muestras de entusiasmo- le consideran "un tipo capaz de marcar un gol a la miseria sin olvidar nunca sus raíces". Le consideran "uno de los suyos" pese a que haya declarado que difícilmente podrá jugar algún día en el Olympique, el equipo en el que militaba su gran ídolo, el delantero uruguayo Francescoli, al que cada domingo iba a ver puntualmente al estadio cuando todavía era un espigado adolescente que se buscaba el futuro en la escuela del Cannes. El agobio y la presión de los hinchas que le quieren demostrar su afecto sería insoportable en Marsella, pero nadie se siente decepcionado con su decisión.
En uno de sus barrios más humildes, La Castellaine, que acoge a miles de inmigrantes de baja extracción social, se crió Zidane, hijo de emigrantes argelinos -el padre, operario de un supermercado; la madre, ama de casa- que tuvieron que sacar adelante a cinco vástagos. Todavía suele volver por allí en vacaciones para reunirse con sus amistades.
Sobre las aceras de un barrio antes lastrado por el desempleo, las drogas y la marginalidad y ahora también muy lejos de las modernas infraestructuras que se disfrutan al norte de la urbe, Zidane asegura haberlo aprendido todo: desde la ruleta, ese regate que consiste en un control con un giro hacia atrás, hasta la ley de la calle, basada en el principio de que, "si encajas los golpes, tienes también derecho a devolverlos" y que le ha costado más de un disgusto en forma de expulsión a lo largo de su carrera. Y también aprendió para siempre que la vanidad está re?ida con los viejos códigos del barrio, por muy alto que se llegue. Siempre ha prestado su imagen para causas sociales y se dice que, de manera sutil, su éxito ha servido para que los políticos miren con otros ojos enclaves como La Castellaine, donde hace un par de a?os se construyó un gran centro comercial que ha creado muchos puestos de trabajo.
Hoy mismo se decide en Ginebra la sede de la Copa del América de vela de 2007 y Marsella apoya su baza en la imagen del cantante Charles Aznavour y en la de Zidane, cuya cara se ilumina con una sonrisa cuando le hablan de ella: "Marsella es mi club, mi barrio, mi vida, mi ídolo... Son muchas emociones".
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