Los paramilitares de Colombia inician la entrega de armas al Gobierno
Los combatientes volver¨¢n a sus comunidades tras participar en un programa de reinserci¨®n
El Comandante R -un hombre de 37 a?os que hasta hace poco s¨®lo mostraba su cara de estudiante de Derecho- fue el primero en entregar su rev¨®lver. Lo dej¨® en manos del comisionado de paz del Gobierno colombiano, Luis Carlos Restrepo. ?ste lo deposit¨® en una tarima colocada en el suelo. Luego, uno a uno, los hoy 855 ex combatientes del Bloque Cacique Nutibara (BCN) -uno de los grupos paramilitares m¨¢s vinculados al narcotr¨¢fico- fueron dejando sus armas. Hab¨ªa de todo: ametralladoras, rev¨®lveres, fusiles, armas de fabricaci¨®n casera. El Ejecutivo pretende que a finales de 2005 est¨¦n desmovilizadas las 13.000 personas que forman las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Una canci¨®n acompa?¨® este largo desfile: "Ya vienen nuestros hermanos dejando armas por paz". Pero no todo era alegr¨ªa. "Estuve medio triste y medio esperanzado", coment¨® el alcalde electo de Medell¨ªn, Sergio Fajardo -un matem¨¢tico independiente que en enero asumir¨¢ las riendas de esta ciudad-, despu¨¦s de terminado el acto que se realiz¨® en el palacio de exposiciones. "Tengo que ser optimista", dijo a este peri¨®dico, "el reto es afianzar esta oportunidad de paz".
No es f¨¢cil. Los 855 reinsertados, entre ellos 48 menores, fueron concentrados ayer mismo en una poblaci¨®n cercana a Medell¨ªn, capital de Antioquia. All¨ª permanecer¨¢n tres semanas, asistidos por psic¨®logos, educadores y abogados, y luego regresar¨¢n a sus casas a trabajar por la comunidad. Como explic¨® Geovany Mar¨ªn, el Comandante R, a varios periodistas, en una inusual conferencia de prensa en lo alto de una monta?a el lunes por la ma?ana, la idea es capitalizar el apoyo que tienen en las comunidades para construir un partido pol¨ªtico. "Es un apoyo a la fuerza, no por convicci¨®n", afirma un sacerdote, desvirtuando esa posibilidad.
Garantizar la seguridad de los desarmados es para algunos lo m¨¢s dif¨ªcil en este primer paso del acuerdo pactado el pasado mes de julio entre el Gobierno del presidente colombiano, ?lvaro Uribe, y ocho Comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia, con la idea de llegar en dos a?os -antes de finales de 2005- a la desmovilizaci¨®n de unas 13.000 personas de una organizaci¨®n que en Colombia ha sido sin¨®nimo de barbarie. La estructura militar que se desintegr¨® ayer lleg¨® a controlar en menos de dos a?os el 90% de Medell¨ªn. La t¨¢ctica utilizada por el BCN no es un secreto: capt¨®, con dinero o con amenazas, las m¨¢s de 400 bandas de esta ciudad herencia de la ¨¦poca del narcotr¨¢fico, hasta lograr articularlas. "El BCN usa la misma estructura del narcotr¨¢fico de los a?os ochenta, que ha ido evolucionando en todos estos a?os", resumi¨® un analista. Y de manera gr¨¢fica lo explica: "Les cambi¨® el lenguaje. Los integrantes de estas bandas aprendieron a decir "comandante" en lugar de "patr¨®n", empezaron a escuchar a sus "voceros pol¨ªticos" y a realizar trabajo social bajo la sombra del poder militar.
Aunque el Comandante R lo niega -"Todos los que se entregan son autodefensas org¨¢nicos", ha repetido a los periodistas-, los que conocen esta ciudad, considerada cuna del negocio de la droga, saben que en la historia de estos hombres, que ayer en su mayor¨ªa bajaron la cabeza cuando se pidi¨® un minuto de silencio por todas las v¨ªctimas del conflicto, se esconde un pasado de delincuencia. Los que apoyan este ensayo de reconciliaci¨®n reconocen las debilidades del proceso, pero alzan los hombros y dicen: "No ten¨ªamos otra opci¨®n". Del ¨¦xito de este experimento, ha repetido el Gobierno, depende la posibilidad de acuerdos con otros grupos armados.
En los barrios pobres colgados de las lomas de Medell¨ªn, donde se han sentido todas las guerras -la del narcotr¨¢fico, la guerrilla, los paramilitares-, y donde ni?os y j¨®venes han sido a la vez v¨ªctimas y victimarios, hay incertidumbre. "No s¨¦; me da miedo; esos muchachos est¨¢n acostumbrados a hacer cosas malas", comenta una mujer. Su hijo, que estuvo enredado en las milicias del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), teme que la guerrilla vuelva a copar las barriadas.
Un hombre mayor y canoso, mientras mira desde lo alto la ciudad, asegura: "Ustedes critican mucho, pero los que sabemos somos nosotros, que hemos vivido estas violencias. La desmovilizaci¨®n es buena, de alguna manera se tienen que enderezar las cosas". Este hombre no teme el regreso de los que ayer, al menos de dientes para afuera, dijeron s¨ª a la paz. "Mil armas entregadas son mil armas menos para hacernos da?o. Adem¨¢s, ellos vuelven con el cerebro lavado por el Gobierno...".
Un proceso 'sui g¨¦neris'
Es la primera vez que un grupo armado de derechas deja sus armas antes que sus oponentes de izquierdas; es, adem¨¢s, la primera vez que la desmovilizaci¨®n se da al comienzo, no al final de un proceso de paz. Seg¨²n un investigador del conflicto armado, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ten¨ªan la urgencia de mostrar resultados tras un a?o de acercamientos y di¨¢logo con el Gobierno de ?lvaro Uribe, y necesitaban tambi¨¦n neutralizar la imagen de narcotraficante de don Berna, el comandante del grupo de 885 paras que ayer dej¨® las armas.
En Medell¨ªn se habla de este hombre de 42 a?os como del nuevo Pablo Escobar, el capo de capos muerto hace l0 a?os en esta ciudad. S¨®lo hasta ayer, en el acto de entrega de armas, el pa¨ªs conoci¨® su cara. Don Berna o Adolfo Paz, como se le conoce ahora, que negocia en nombre de las AUC con el Gobierno, fue uno de los tres comandantes que "hablaron a sus tropas", a trav¨¦s de un v¨ªdeo, en el acto de entrega de armas. Es un hombre robusto, de hablar sencillo y espeso bigote. Se dice que es uno de los hombres m¨¢s ricos del pa¨ªs.
En el v¨ªdeo apareci¨® al lado de Salvatore Mancuso y de Carlos Casta?o, quien aprovech¨®, como hace siempre, para reclamar del Gobierno un tratamiento m¨¢s pol¨ªtico. Casta?o, el m¨¢s conocido de los paramilitares y sin duda el m¨¢s h¨¢bil, reiter¨® que el inter¨¦s primario de su organizaci¨®n ha sido la autodefensa, la lucha contra la guerrilla. "Este inter¨¦s debe primar sobre los otros intereses", dijo. Aunque no lo aclar¨®, muchos entendieron que entre l¨ªneas hablaba del narcotr¨¢fico. Algunos analistas aseguran que la ¨²nica opci¨®n que tiene esta organizaci¨®n, que por d¨¦cadas sembr¨® el terror en el pa¨ªs, es alejarse de este negocio. La petici¨®n de extradici¨®n por parte de Estados Unidos de dos de sus comandantes es uno de los m¨²ltiples obst¨¢culos para este intento de alcanzar la paz. Algunos creen, bas¨¢ndose en el pragmatismo norteamericano, que este escollo se puede obviar si ayudan a la lucha contra el tr¨¢fico de estupefacientes, dando informaci¨®n sobre rutas, redes y mercados.
Pero el obst¨¢culo mayor, como reconoce el propio Gobierno, es la falta de un marco jur¨ªdico. El proyecto de alternatividad penal que se tramita en el Congreso -que prev¨¦ la sustituci¨®n de las penas de c¨¢rcel por medidas de compensaci¨®n a las v¨ªctimas, entre otras- es calificado hasta por los amigos del presidente como una puerta a la impunidad para narcotraficantes y delincuentes comunes. Una ONG de derechos humanos de Medell¨ªn califica de improvisado el proceso. Y entre muchas preguntas se plantea "qu¨¦ pasar¨¢ con las redes de apoyo del proyecto paramilitar, conformadas por algunos empresarios, miembros de la fuerza p¨²blica, pol¨ªticos, bandas y personajes al servicio del narcotr¨¢fico".
Hace poco, un conocido columnista planteaba: "?Terminar¨¢ el presidente Uribe tan enredado con las AUC como lleg¨® a estar el anterior presidente, Andr¨¦s Pastrana, con las FARC?". Es ¨¦sta una inquietud compartida hoy por muchos colombianos.
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