Un le¨®n en horas bajas
A Hewitt, de 'n¨²mero uno' a 16? del mundo, no le ha venido bien su cambio de entrenador
El mundo del tenis le descubri¨® en 2001, cuando complet¨® una gran temporada e inscribi¨® su nombre en el Open de Estados Unidos, su primer triunfo en el Grand Slam, y en el Masters para acabar como n¨²mero uno. Aqu¨¦lla fue su palanca de lanzamiento. Hasta entonces apuntaba hacia la c¨²spide, pero exist¨ªan dudas sobre la capacidad de su juego, ya que los expertos entend¨ªan que no pose¨ªa un golpe definitivo.
Cierto. No ten¨ªa el servicio del norteamericano Pete Sampras, ni el drive de Carlos Moy¨¤, ni la volea de su compatriota John Newcombe, ni parec¨ªa tan robusto como el tambi¨¦n estadounidense Jim Courier. Sin embargo, Hewitt ten¨ªa algo de lo que carec¨ªan todos ellos: una fuerza interior y unas ansias de victoria incontenibles. Esas dos armas son las que ahora quiere recuperar para enfrentarse a Espa?a. Es como un le¨®n en horas bajas. Pero sus zarpas siguen siendo igual de peligrosas.
Creci¨® en un ambiente muy competitivo, en el que el triunfo se celebraba y la derrota se sufr¨ªa
Tras su derrota ante Ferrero en Nueva York, se tom¨® un largo descanso para recobrar la ilusi¨®n
Su libro comenz¨® a escribirse a los 15 a?os, cuando se convirti¨® en el jugador m¨¢s joven de la historia en clasificarse para el Open de Australia. S¨®lo unos meses m¨¢s tarde, ya a los 16, logr¨® su primera victoria, en su propia casa, en Adelaida, cuando todav¨ªa era el el 550? del r¨¢nking. Entonces se supo de d¨®nde proced¨ªa su potencial deportivo. Lo hab¨ªa mamado desde su m¨¢s tierna infancia: su padre jug¨® al f¨²tbol australiano en los equipos de Ridchmond, Woodwille y South Adelaida y su madre es profesora de educaci¨®n f¨ªsica y practic¨® el netball (una especie de baloncesto). Creci¨® en un ambiente muy competitivo, en el que el triunfo se celebraba y la derrota se sufr¨ªa.
Probablemente fueron estas circunstancias las que fueron modelando su car¨¢cter y le llevaron a tomar posturas que no gustaron a sus compa?eros del circuito ni a los medios de comunicaci¨®n. Cuando gan¨® su primer t¨ªtulo, se quej¨® del trato que hab¨ªa tenido la prensa con ¨¦l y lleg¨® a llamar est¨²pido al p¨²blico porque crey¨® que no le hab¨ªa apoyado en algunas discusiones con el ¨¢rbitro. Desde aquel momento mantuvo un enfrentamiento con la prensa de su pa¨ªs que tuvieron que limar su representante y algunos miembros del tour. Era habitual verle en la pista gesticulando de forma agresiva con la mirada fija en sus rivales hasta el punto de hacerles sentirse molestos. "Su actitud no me gusta", asegur¨® entonces ?lex Corretja, que perdi¨® ante ¨¦l en el Open de Australia de 2000 por 6-0, 6-0 y 6-1; "es provocadora y ofensiva".
En su cambio de actitud tuvo una gran influencia su amigo Patrick Rafter, doble campe¨®n del Open de Estados Unidos. En ¨¦l encontr¨® Hewitt el apoyo que le negaron algunos de sus legendarios compatriotas desde que dio sus primeros pasos en el circuito. "Lleyton es el mejor jugador australiano desde hace muchos a?os", asegura Rafter; "y s¨®lo deb¨ªa pulir algunas cosas para ser la aut¨¦ntica estrella que es ahora".
El reconocimiento general le lleg¨® tras imponerse en el Open de Estados Unidos en 2001. El norteamericano Andr¨¦ Agasssi le defini¨® entonces de esta forma: "Su esp¨ªritu combativo y su concentraci¨®n son ¨²nicos. Cada punto que disputa y cada bola que pega parecen esenciales para ¨¦l. Cuanto m¨¢s importante es el punto, m¨¢s motivado se siente".
La segunda gran explosi¨®n de Hewitt lleg¨® s¨®lo un a?o m¨¢s tarde en la catedral. Aunque hab¨ªa ganado tres veces en la hierba de Queen's, pocos pensaban que pudiera llegar tan lejos en Wimbledon. Pero en aquel 2002 el c¨¦sped hab¨ªa sido renovado y el poder de los sacadores fue menor. Hewitt cogi¨® su oportunidad. Gan¨® desde el fondo de la pista y demostr¨® que era capaz de todo. Fue como la culminaci¨®n de su carrera profesional tan s¨®lo con 21 a?os. Y de all¨ª sac¨® la fuerza para concluir otra campa?a plet¨®rica: gan¨® el Masters en Shanghai despu¨¦s de ir perdiendo por 1-3 en la quinta manga contra Juan Carlos Ferrero y acab¨® el a?o como n¨²mero uno por segunda vez consecutiva.
Sin embargo, el curso actual comenz¨® mal para Hewitt. Rompi¨® con su entrenador, Jason Stoltenberg, y se sumi¨® bajo el manto protector de la influencia paterna y materna. Entre los tres decidieron que trabajara con Roger Rasheed. Parec¨ªa cansado cuando perdi¨® contra el marroqu¨ª Younes el Aynaoui en los octavos de final del Open de Australia. Y sus triunfos en Scottsdale e Indian Wells no paliaron el maltrago: eliminado en la tercera ronda de Roland Garros, la primera de Wimbledon y los cuartos de final del Open norteamericano. Su derrota ante Ferrero en Nueva York fue el desencadenante que le decidi¨® a tomarse un largo descanso para intentar recuperar la ilusi¨®n. Desde agosto ha resuelto un problema de ampollas en los pies y s¨®lo ha jugado dos partidos de la Copa Davis, ante Suiza.
Lleva tres meses fuera. "Estoy concentrado en la final de la Copa Davis. Quiero devolver a Espa?a la derrota que sufrimos en Barcelona en 2000", asegura. Pero las alarmas australianas se encendieron hace un par de semanas. "Deber¨ªa estar entren¨¢ndose ya a tope en Melbourne", dijo la prensa local mientras Hewitt segu¨ªa de vacaciones. Tal vez la explosi¨®n del suizo Roger Federer, el estadounidense Andy Roddick y Ferrero le acabe relegando a un segundo plano. Ahora ocupa el 16? puesto mundial. Pero es seguro que esta final le motivar¨¢ lo suficiente para sacar su garra. Puede ser el reactivo que necesita para regresar a la ¨¦lite.
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