Inclusi¨®n
Desde Madrid, la furia. Un Gobierno que parece dispuesto a sustituir la pol¨ªtica por el C¨®digo Penal sigue obsesivamente el programa de construcci¨®n del enemigo. Dondequiera que hay un problema lo primero es se?alar el Mal. Y el Mal en este caso es Esquerra y, por extensi¨®n, quien consiga subirla al carro de la coalici¨®n. El PP tiene preferencia por CiU, porque tambi¨¦n para los gobernantes la opci¨®n derecha-izquierda es prioritaria, por la melancol¨ªa de los buenos tiempos pasados juntos y porque el enemigo que batir en Espa?a es el PSOE. Pero su estrategia de la tensi¨®n tiene respuesta para los dos casos: si gobiernan CiU y Esquerra, se lanzar¨¢ por la v¨ªa del enfrentamiento con los nacionalistas, al modo de Euskadi, con la esperanza de convalidar la mayor¨ªa absoluta. Si, finalmente, se impone el tripartito de izquierdas, el PSOE, por la parte que le toca, ser¨¢ objeto de una intensa lluvia de fuego de cuatro meses por confusi¨®n, irresponsabilidad, traici¨®n a la patria y contribuci¨®n a la disgregaci¨®n de Espa?a. El gui¨®n est¨¢ escrito; no habr¨¢ sorpresas.
En Catalu?a, el ruido y la discreci¨®n. El ruido de la subasta en que se han metido las partes contratantes, con CiU deshaciendo a toda prisa el camino andado en la ¨²ltima legislatura, como si de pronto se avergonzara de ser quien ha sido. Con el PSC dispuesto a verle a Esquerra todas las gracias y de encajar como lo m¨¢s normal del mundo cualquiera de las exigencias que ¨¦sta imponga. Y con Esquerra subiendo cada d¨ªa un poco el precio de salida. Si es teatro, un consejo a los actores: en la escena pol¨ªtica, el que se pasa de obsequioso acaba siendo un payaso y el que exige m¨¢s de lo razonable acaba resultando arrogante.
Fuera de la escena: la discreci¨®n. Los contactos telef¨®nicos entre dirigentes pol¨ªticos, las citas secretas, la incesante movilizaci¨®n de intermediarios -t¨² que est¨¢s a bien con fulano de tal dile que...-, una intensa trama que no cesa, mientras los actores designados recitan sus papeles en el escenario.
La nueva realidad pol¨ªtica catalana es suficientemente distinta como para que el c¨®digo pol¨ªtico de signos y se?ales que ven¨ªa funcionado desde el inicio de la transici¨®n d¨¦ muestras de obsolescencia. De modo que los que se sientan en la mesa ya no son de las mismas familias ni han frecuentado los mismos colegios. (Y en eso llevan ventaja para entenderse Josep Llu¨ªs Carod Rovira y Jos¨¦ Montilla, cuyas biograf¨ªas apuntan a la profundidad del cambio en curso). Lo que es natural y lo que es antinatura ya no es tan evidente. Por ejemplo, el principio de que nacionalismo arrastra a nacionalismo.
Algunas novedades destacadas est¨¢n precipitando en la pol¨ªtica catalana: una de ellas es que el independentismo, que hasta ahora hab¨ªa sido marginal, se est¨¢ convirtiendo en estructural; es decir, en un dato con el que hay que contar. Una idea de independencia que va muy ligada a la idea de poder y que por eso me parece m¨¢s entendible y menos excluyente que el nacionalismo. El nacionalismo rotura or¨ªgenes, mentalidades y pertenencias; el independentismo puede ser nacionalista o puede no serlo. Por s¨ª mismo s¨®lo rotura un territorio como espacio del poder propio.
Esta irrupci¨®n en escena del componente independentista no es casual. Hace tiempo que se ha ido extendiendo en la sociedad catalana la sensaci¨®n de que Espa?a es un mal negocio. Se ha extendido entre las ¨¦lites dirigentes, pol¨ªticas y empresariales (al fin y al cabo, en la sociedad medi¨¢tica poco recorrido tienen las ideas que no encuentran complicidades en las alturas), y ha cuajado en amplios sectores de la sociedad. Al cruzarse este malestar transmitido desde arriba con las irritaciones surgidas desde abajo, contra el modelo de globalizaci¨®n y especialmente contra la guerra de Irak, se ha ido extendiendo (gracias a la eficaz colaboraci¨®n del presidente Aznar) la sensaci¨®n de que Espa?a nos estaba llevando por un mal camino. M¨¢s all¨¢ de la emulaci¨®n patriotera, los partidos pol¨ªticos percibieron correctamente este malestar al coincidir todos ellos excepto el PP en proponer la reforma del Estatut. S¨®lo que CiU y el PSC son tierra gastada y por eso el premio fue para Esquerra.
Parad¨®jicamente, la coyuntura ha querido que Catalu?a, en este momento de aparente ejercicio de introspecci¨®n, est¨¦ m¨¢s presente en la vida pol¨ªtica espa?ola que nunca. Como si se confirmara que -como dice Xavier Rubert- el lenguaje que en Espa?a se entiende es el lenguaje del poder. Un nuevo Gobierno catal¨¢n deber¨¢ tener un proyecto para su relaci¨®n con Espa?a, lo que no han tenido nunca los gobiernos de CiU, encomendados siempre a la estrategia de la negociaci¨®n pragm¨¢tica del d¨ªa a d¨ªa y del regate parlamentario. Forma parte de los deberes del pr¨®ximo Gobierno combatir la l¨®gica de enfrentamiento impuesta por el PP, y restaurar la pol¨ªtica como forma de relaci¨®n civilizada.
En este renovado escenario, en que la voluntad de poder parece intervenir m¨¢s descarnadamente, sin los escr¨²pulos que mov¨ªan a enmascararla con la ideolog¨ªa, el intento casi clandestino de algunas personalidades, con autoestima de estadistas, de trabajar, como correspondiera en mentalidad de transici¨®n, por un Gobierno CiU-PSC qued¨® desactivado en un santiam¨¦n. La imposici¨®n de la medalla de Barcelona a Miquel Roca -con Narc¨ªs Serra como glosador de los m¨¦ritos- podr¨ªa ser en cierto modo el r¨¦quiem por la vieja transversalidad. ?El fin del oasis catal¨¢n?
Ahora las l¨ªneas transversales parecen ser otras: la nacionalista o la de izquierdas. Si a Esquerra le pudiera m¨¢s la querencia nacionalista que la independentista de izquierdas, entrar¨ªamos en el riesgo de ver consagrada la dualizaci¨®n nacionalistas / no nacionalistas. Una buena noticia para los partidarios del frentismo (ya sea desde el punto de vista nacionalista catal¨¢n o desde el punto de vista nacionalista espa?ol). Si se impone la transversalidad de izquierdas, Catalu?a recuperar¨ªa el normal esquema derecha / izquierda, sobre el que se articulan la mayor¨ªa de democracias avanzadas. Ante ambas hip¨®tesis s¨®lo cabe un ruego: que se desactive cualquier mecanismo de exclusi¨®n. Para m¨ª, la coalici¨®n que mejor garantice una pol¨ªtica inclusiva es la que merece gobernar. Y por esto deber¨¢ ser juzgada.
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