Perturbar la paz
Esta novela exige, y recompensa, una segunda lectura por lo menos, pero incluso entonces su sentido sigue siendo ambiguo. Elizabeth Costello consta de ocho cap¨ªtulos y un ep¨ªlogo, si bien a los cap¨ªtulos se les llama "Lecciones". Seis de las lecciones ya hab¨ªan sido publicadas, y dos de ellas aparecieron como obra independiente. ?stas fueron las conferencias Tanner, una serie dedicada al debate de cuestiones ¨¦ticas y filos¨®ficas que dio Coetzee en la Universidad de Princeton en 1997 y 1998, con el t¨ªtulo gen¨¦rico de Las vidas de los animales. Sin embargo, en vez de dar conferencias convencionales, le¨ªa a su audiencia una obra de literatura narrativa acerca de una distinguida novelista australiana llamada Elizabeth Costello, que es invitada por el Appleton College de Massachusetts, un anfitri¨®n imaginario, a dar la "Conferencia inaugural" anual y desconcierta a sus anfitriones, que esperaban de ella que hubiera elegido un tema literario, al pronunciar un discurso sobre el maltrato a los animales que resulta pol¨¦mico de cabo a rabo.
Se percibe una desilusi¨®n sobre el valor que nuestra cultura atribuye a la literatura. Los libros de Coetzee siempre son desestabilizadores, inesperados e inc¨®modos
El efecto de la narrativa de ficci¨®n es el de generar simpat¨ªa hacia el personaje principal, y dar a entender que ella est¨¢ defendiendo el punto de vista del "autor real", Coetzee, pero no de forma inequ¨ªvoca. Toda la secuencia de acontecimientos se narra a trav¨¦s de los ojos de John, el hijo de Elizabeth, que da la casualidad de que es un profesor de f¨ªsica y astronom¨ªa del Appleton College. Lo que resulta m¨¢s ofensivo es la analog¨ªa que hace ella entre la producci¨®n industrial de carne y el exterminio de los jud¨ªos a manos de los nazis. "Estamos rodeados de una campa?a de degradaci¨®n, crueldad y matanza que no tiene nada que envidiar a lo que fue capaz de hacer el III Reich, de hecho lo empeque?ece, en tanto que la nuestra es una campa?a interminable...
", sostiene ella. Uno de los directores de la facultad, un poeta llamado Abraham Stern, se ausenta de la cena como protesta y escribe una altiva nota de discrepancia. "El que los jud¨ªos fueran tratados como ganado no significa que el ganado sea tratado como los jud¨ªos. La inversi¨®n ofende a la memoria de los muertos y tambi¨¦n trafica de forma barata con los horrores de los campos".
Las conferencias Tanner fueron publicadas por Princeton University Press en 1999, con una introducci¨®n de un fil¨®sofo pol¨ªtico y respuestas de otros cuatro distinguidos miembros de la facultad de Princeton. No es sorprendente que la mayor¨ªa de los expertos se sintieran un tanto frustrados ante las metaconferencias de Coetzee, a causa de los velos de ficci¨®n tras los que hab¨ªa ocultado su propia postura de toda observaci¨®n atenta. Exist¨ªa la sensaci¨®n, compartida por algunos de los que rese?aron el libro, de que estaba exponiendo un argumento extremista, intolerante y acusatorio sin asumir plena responsabilidad intelectual por ello. En su nuevo contexto, en el que aparecen como lecciones tres y cuatro de Elizabeth Costello, Las vidas de los animales, ya no parecen vulnerables a ese tipo de cr¨ªtica. El personaje de Elizabeth en la novela es una figura mucho m¨¢s redondeada, con una historia mucho m¨¢s compleja, y sus preocupaciones abarcan m¨¢s de una cuesti¨®n ¨¦tica o filos¨®fica.
Pero persiste la pregunta de hasta d¨®nde se supone que debemos identificarle con ella y sus opiniones, en parte debido a las irritantes similitudes y diferencias existentes entre ella y su creador. Ella es cat¨®lica-irlandesa-australiana por nacimiento y educaci¨®n. Coetzee es surafricano, de ascendencia afrikaaner, pero ahora vive en Australia y en Estados Unidos, donde ense?a en la Universidad de Chicago. Elizabeth es "una de las grandes escritoras mundiales" alrededor de la cual se ha desarrollado "una peque?a industria cr¨ªtica" y que ha recibido numerosos premios y galardones. Igual que Coetzee, que tambi¨¦n ha recibido recientemente el Premio Nobel de Literatura. Ella "no es en modo alguno una escritora en la que pueda hallarse consuelo", y tampoco lo es Coetzee.
La principal diferencia entre autor y personaje, aparte de su sexo, es que Elizabeth Costello es 12 a?os mayor que Coetzee "66... para cumplir 67" en 1995, cuando ocurre el primer episodio. Ella se va haciendo m¨¢s consciente de su edad conforme avanza la novela, tanto f¨ªsicamente, por el cansancio de huesos y m¨²sculos, como metaf¨ªsicamente, en sus apesadumbradas meditaciones sobre la vida y la muerte y el arte al que lo ha dedicado todo. Coetzee tiene s¨®lo 64 a?os, pero ha logrado de forma admirable crear un personaje de mujer que sufre la transici¨®n de la edad madura a la vejez, que llega al final de su sexualidad, al final de las relaciones personales satisfactorias, puede que incluso al final de la escritura, y a quien le surgen de forma nueva y perentoria las grandes preguntas perpetuas: ?por qu¨¦ estamos aqu¨ª? ?Qu¨¦ debemos hacer? ?Qu¨¦ significa todo esto?
La primera lecci¨®n se llama
Realismo, el tema que Elizabeth ha elegido para hablar cuando acept¨® el "Premio Stowe" del imaginario Altona College de Williamstown, Pennsylvania. Su hijo John asiste al acto. Elizabeth ha volado desde Australia para recibir el premio. ?sta es generalmente una condici¨®n para recibir el bot¨ªn -tienes que estar all¨ª en persona, dar un discurso, someterte a las entrevistas de la prensa y asistir a recepciones y banquetes de gala- y John siente que su madre, cuyo aspecto es cada vez m¨¢s fr¨¢gil, necesita de su apoyo para superar la agotadora rutina: "?l la ve como una foca, una foca de circo vieja y cansada. Una vez m¨¢s ella tiene que lanzarse a trav¨¦s del aro, demostrar una vez m¨¢s que puede mantener en equilibrio la pelota sobre su hocico". El discurso de Elizabeth es una especie de ceremonia funeraria, o de eleg¨ªa por el realismo. Hace recordar a su audiencia el Discurso para una Academia de Kafka, en la que un mono que ha sido capturado y amaestrado ofrece un breve resumen de sus experiencias a un auditorio instruido. La historia remeda su propia situaci¨®n, pero su significado, dice Elizabeth, es absolutamente oscuro: "Hubo un tiempo en el que sab¨ªamos. Cre¨ªamos que cuando el texto dec¨ªa 'hab¨ªa un vaso de agua sobre la mesa' hab¨ªa ciertamente una mesa, y un vaso de agua sobre ella, y s¨®lo ten¨ªamos que mirar en el espejo de la palabra del texto para verlas. Pero todo eso ha terminado. El espejo de la palabra se ha roto, de forma irreparable al parecer. En cuanto a lo que realmente est¨¢ sucediendo en la sala de lectura, vuestra conjetura es tan buena como la m¨ªa".
En las lecciones tres y cuatro, Las vidas de los animales, la novela se acerca m¨¢s al di¨¢logo plat¨®nico en su forma. Uno se siente r¨¢pidamente arrastrado al debate y obligado a examinar los principios y premisas propios, y no solamente en lo que se refiere a los derechos de los animales y el vegetarianismo. Para Elizabeth, nuestra opresi¨®n de los animales surge de un privilegio de los hombres que carece de base, y de la facultad de razonamiento. Se debe a que creemos que los animales no tienen capacidad de razonamiento y la conciencia de s¨ª mismos que de ella se deriva; por eso reclamamos el derecho de disponer de ellos en funci¨®n de nuestros intereses. El valor ¨²ltimo de la existencia no es la raz¨®n, sino la "plenitud del ser" que los animales disfrutan en su estado natural.
La octava lecci¨®n, En la verja, conduce a la novela, a su conclusi¨®n. Elizabeth, cansada y acalorada, se baja de un autob¨²s en alguna polvorienta ciudad de provincias, en la que hay una verja, y un guarda, y un tribunal con un panel de inquisidores que exigen que defina sus creencias antes de concederla el permiso para cruzar la verja. Ella dice que no tiene creencias, que eso no es compatible con su profesi¨®n de escritora. Pero puede hacer una imitaci¨®n de una creencia, si eso sirve. No sirve. Ella arrastra su maleta a un dormitorio de tosca edificaci¨®n, y reclama un camastro de madera con un grasiento jerg¨®n de paja para pensarse si debe revisar su solicitud. El dormitorio se parece a las chozas de los campos de la muerte. Todo lo que hay en este lugar nos recuerda algo que hemos hallado cientos de veces en libros, obras de teatro, pel¨ªculas: el tribunal kafkiano, los perezosos parroquianos en las mesas del caf¨¦, la banda uniformada que interpreta m¨²sica ligera en la plaza, el guarda de la verja que contesta con evasivas. Si ¨¦ste es el umbral de la otra vida, piensa truculentamente Elizabeth, ?no se les ha podido ocurrir nada m¨¢s original? ?O acaso hay un purgatorio dise?ado especialmente para escritores, para torturarlos sin misericordia con t¨®picos?
Es una brillante pieza literaria,
graciosa y pat¨¦tica al mismo tiempo. Elizabeth vuelve una y otra vez ante el tribunal, y una y otra vez es incapaz de satisfacer a sus inquisidores. Tiene una visi¨®n de un perro que yace al pie de la verja, obstaculizando su camino, "un perro viejo, su lomo leonino marcado por innumerables cicatrices... ?sta es su primera visi¨®n en mucho tiempo y no conf¨ªa en ella, no conf¨ªa en particular en el anagrama Dios-Perro (god-dog, en ingl¨¦s). Demasiado literario, piensa de nuevo. ?Una maldici¨®n para la literatura!".
As¨ª pues, ?qu¨¦ debemos opinar de este libro extraordinario en su conjunto? Ciertamente se percibe en el autor impl¨ªcito del libro, as¨ª como en su hero¨ªna, una desilusi¨®n sobre el valor que nuestra cultura atribuye a la literatura, una fuerte sensaci¨®n de que, en palabras de Marianne Moore, "hay cosas que son importantes m¨¢s all¨¢ de todas estas supercher¨ªas" y una especie de incomodidad por ser considerado "un escritor de importancia mundial". No deja de ser una iron¨ªa del destino que su publicaci¨®n coincida con la concesi¨®n del Premio Nobel, lo cual asentar¨¢ m¨¢s firmemente a¨²n esta pesada corona sobre la cabeza de Coetzee, que nunca ha buscado popularidad o celebridad. Sus libros siempre son desestabilizadores, inesperados e inc¨®modos. Parece una figura bastante esquiva en el mundo literario contempor¨¢neo, que rara vez concede entrevistas, y a menudo reh¨²sa recoger sus premios en persona. Pero es uno de los pocos escritores vivos a los que de forma rutinaria se describe como "grande".
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