Elementos
Ha sido una semana plagada de elementos ("d¨ªcese de las fuerzas naturales capaces de alterar las condiciones f¨ªsicas y an¨ªmicas de personas, flora, fauna y allegados"): matan en Irak, gripe galopante, inclemencia clim¨¢tica, a una amiga le detectan la esquiva enfermedad conocida como Corea de Huntington, muere Dulce Chac¨®n, medio Madrid huye del infernal tr¨¢fico para meterse en un tr¨¢fico infernal (y lo que te rondar¨¦ a la vuelta) mosqueo de pavo en Navidad, runr¨²n permanente de tambores b¨¦licos de alto calibre, listas de espera, incertidumbres varias. La capital ha lucido estos d¨ªas, adem¨¢s, un severo aire institucional que abruma. Las potencias interiores nos est¨¢n exigiendo a gritos un respiro, una jotica asilvestrada, marcha para el cuerpo, cosas inconfesables. Ma?ana Dios dir¨¢. Puro instinto de supervivencia, ciudadanos.
Un saxofonista callejero interpreta Les feuilles mortes en la calle de Serrano; un miembro del grupo cubano Los Fakires se escabulle por la noche de urgencias de un centro sanitario y lo encuentran al d¨ªa siguiente, felicidad y desvar¨ªo, cantando boleros a los viandantes de Ortega y Gasset; vuelan hojas de oto?o sacudidas por el viento. De alguna manera tendremos que ahuyentar esta melancol¨ªa. Y entonces llega el f¨²tbol (otras gentes se enganchan al budismo y teor¨ªas igualmente respetables).
Algunos acusan al balompi¨¦ de ser el opio del pueblo. Vale. Pero siempre seguir¨¢ siendo cierto que la humanidad no puede vivir sin drogas, incluidos el Papa, la tercera edad y todo bicho viviente. Es cuesti¨®n de dosis y mesura. Env¨ªo esta columna poco antes de iniciarse el Bar?a-Real Madrid. Media docena de personas en torno al televisor, cada cual de su padre y de su madre, todos convencidos de que Espa?a es portadora de balones eternos. Entre ellos, el escritor madridista Rafael Munilla, que pronostica: m¨¢s de cuatro goles, menos de siete; ganar¨¢ la l¨®gica. "He enviado mis naves a luchar contra hombres, no contra los elementos", dir¨¢ el m¨ªster azulgrana.
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