Matar al ni?o
Seis ni?os m¨¢s asesinados por guerra en Afganist¨¢n; en unos d¨ªas, quince. La punter¨ªa del guerrero occidental no es fina. No creo que sean errores, sino mala suerte de las v¨ªctimas que estaban all¨ª y, finalmente, aciertos de nuestra causa: dentro de muy poco tiempo esos ni?os ser¨ªan terroristas -o sea, guerrilleros, independentistas, resistentes o como se llame eso en el inmediato futuro- y es mejor adelantarse a los acontecimientos. En la relativa antig¨¹edad se procuraba elegir a los ni?os para evitar que el enemigo creciese en n¨²mero; y se llevaba uno a las mujeres a su retaguardia para esclavas, y para que engendrasen gentes de las nuestras. Herodes sab¨ªa muy bien lo que hac¨ªa: mataba enemigos. No digo que Rumsfeld diga "?A los ni?os, a los ni?os!", pero s¨ª que el fondo de sabidur¨ªa de cada marine o de cada misilista indica que ¨¦sa es una manera de ganar las guerras. Cuando los ni?os agarran fusiles para defenderse, creamos comit¨¦s confesionales y comadres ¨¦ticas para evitarlo, para que no haya ni?os soldados: en realidad, queremos quitar brazos combatientes al enemigo africano o asi¨¢tico. Si fuera una cuesti¨®n moral, se aceptar¨ªa que el atacado defendiera su vida. Pero trabajamos la moral de la trampa, la moral ajena a la realidad de la vida. Prohibimos la prostituci¨®n infantil y dejamos sin bol de arroz a esas criaturas; que mueran antes, pero inocentes, porque lo que importa es la inocencia y no la alimentaci¨®n. Prohibimos su trabajo: que sus manecitas no hagan alfombras, que no ordenen los min¨²sculos aparatos de transistores, porque quitar¨¢n trabajo a nuestras empresas que los hacen con refinad¨ªsimas m¨¢quinas. Pero si vamos a cazar un terrorista en Afganist¨¢n, matemos los ni?os de los alrededores, que ser¨¢n futuros terroristas. Mala hierba. Los alemanes, con su cultura superior y su capacidad de orden, no ahorraban ni?os jud¨ªos.
La guerra no tiene accidentes. Es en s¨ª un hecho grosero y brutal que se repite a lo largo de la vida de la especie. Todo lo que quiere es matar al enemigo, privarle de sus bienes, de sus fuentes de alimentaci¨®n, de su capacidad de resistencia y de su futuro. No hay que o¨ªr a los fil¨®sofos militares cuando dicen que se trata de ganar al enemigo evit¨¢ndole el mayor numero de p¨¦rdidas: ellos lo dicen crey¨¦ndolo, pero la pr¨¢ctica es otra. Yo he sido ni?o bombardeado; y con raz¨®n. Un buen ob¨²s les hubiera evitado el panfletario de hoy.
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