Terror sin teor¨ªa: la 'ciudad indiferente'
En cierto momento se dio por hecho: la historia hab¨ªa terminado. La realidad era una ilusi¨®n, una ficci¨®n, un simulacro. Las ciudades pod¨ªan intercambiarse, pues no eran m¨¢s que el anodino tel¨®n de fondo para la ¨²nica actividad p¨²blica que hab¨ªa sobrevivido: ir de compras. Cre¨ªmos que la virtualizaci¨®n y la simulaci¨®n acabar¨ªa con el alma de las ciudades, vaci¨¢ndolas en una especie de profanaci¨®n de tumbas. Fin de la historia. Empezaba la vida eterna. ?Qu¨¦ ha ocurrido en realidad? Un retorno de la naturaleza. Y del terrorismo. La historia ha superado su extinci¨®n y ya no se puede controlar. La realidad ha vuelto a ser real de nuevo. Real y finita.
El terrorismo no es una ilusi¨®n, no es un simulacro. Ocasiona impactos muy reales sobre las ciudades y sus habitantes. Los da?os f¨ªsicos pueden repararse, pero los contraataques se suceden. Se intenta combatir la fuente de los ataques "homeop¨¢ticamente", es decir, con los mismos medios. De pronto el terrorismo est¨¢ omnipresente, en las calles y como preocupaci¨®n de la ciudadan¨ªa.
Ya va siendo hora de que nos libremos de los manifiestos y las teor¨ªas porque no dan con el quid de la cuesti¨®n. No hay teor¨ªa sobre la ciudad; s¨®lo existen ciudades
El 27 de septiembre de 2003 -al igual que hab¨ªa sucedido en Nueva York y en casi toda la Costa Este el 15 de agosto-, gran parte de Italia sufri¨® un apag¨®n. La naturaleza, en toda su sublime inclemencia, reapareci¨® como una fuerza amenazante para una poblaci¨®n que cre¨ªa tenerla bajo control. Las urbes siempre han estado sujetas a peligros inherentes y consustanciales: asedios, conflagraciones, hambrunas, expolios, plagas, terremotos, bombardeos, inundaciones, delincuencia, desempleo... Fen¨®menos amenazadores que dolorosa e inexorablemente enfrentan a las ciudades con su propia vulnerabilidad y transitoriedad.
Ninguna ciudad, en ninguna ¨¦poca, ha podido desvincularse de su contexto real, simb¨®lico y cultural para reinventarse a s¨ª misma. Ni siquiera despu¨¦s de una cat¨¢strofe f¨ªsica y radical. Antes al contrario, la reconstrucci¨®n de las ciudades alemanas despu¨¦s de la II Guerra Mundial ilustra acertadamente c¨®mo la imagen (ideal) que las ciudades ten¨ªan de s¨ª mismas variaba mucho de una a otra, lo que condujo a muy diversos escenarios de reconstrucci¨®n. Diferencias mayores de las que las hab¨ªan caracterizado durante los siglos anteriores a los bombardeos que las redujeron todas a escombros.
Francfort y M¨²nich, por ejemplo. La primera es una ciudad de burgueses, la segunda, principesca. El Francfort de posguerra eligi¨® la tabula rasa y opt¨® por un perfil vertical; M¨²nich permaneci¨® fiel a su imagen cortesana y se decant¨® por la reconstrucci¨®n historicista. Francfort versus M¨²nich: expresiones de una diferencia cultural y cultivada. Se dir¨ªa que las bombas despertaron en ambas un car¨¢cter urbano espec¨ªfico que hasta entonces s¨®lo estaba latente.
?Y qu¨¦ decir de Rotterdam, Beirut o Jerusal¨¦n? Cada ciudad cultiva e interioriza sus propios mecanismos de defensa frente a las amenazas reales o imaginadas que ha acumulado en el tiempo. Seg¨²n Baudrillard: a falta de una cat¨¢strofe real, se recurre al simulacro para inducir cat¨¢strofes iguales o mayores.
Ensayos de evacuaciones y de situaciones de emergencia, barricadas, terrorismo y antiterrorismo, mafia y contramafia. La red de refugios antinucleares que se extiende bajo el suelo suizo como una r¨¦plica invisible de la civilizaci¨®n que se desarrolla sobre rasante es una forma de urbanismo caracter¨ªsticamente helv¨¦tica, posible s¨®lo en un pa¨ªs en el que el ostracismo dominante y la obsesi¨®n por la seguridad toman forma de realidad hist¨¦rica. Todas estas estrategias y escenarios de defensa tienen en com¨²n su indiscutible capacidad para modificar las ciudades de un modo caracter¨ªstico. Este fen¨®meno ocurre en todas ellas y explica su fealdad y su belleza, su cultura, subcultura y ausencia de cultura, su ascensi¨®n y ca¨ªda, sus cat¨¢strofes reales y sus amenazas, as¨ª como su simulaci¨®n y sustituci¨®n. Explica la inevitabilidad y la finitud de las ciudades.
"Ciudad finita" suena demasiado tautol¨®gico y despista porque parece mera oposici¨®n a los ap¨®stoles de una inminente cultura de la inmortalidad. "Ciudad real" resulta ambiguo, sobre todo porque nos interesa la realidad f¨ªsica de la ciudad y bajo ning¨²n concepto queremos volver a abrir la caja de Pandora del discurso sobre lo real. Tampoco nos convence "ciudad espec¨ªfica", a no ser que lo espec¨ªfico apunte a las morfolog¨ªas y a las transformaciones mentales que originan el progresivo ensimismamiento de las ciudades.
?Ciudad idiom¨®rfica? ?Ciudad idiosincr¨¢tica? ?Ciudad idiota, ya que no somos capaces de comprender la creaci¨®n m¨¢s compleja e interesante del g¨¦nero humano? La ciudad ideal abdic¨® hace tiempo, incluyendo la "ciudad racional" de Aldo Rossi, la "ciudad gen¨¦rica" de Rem Koolhaas y el Strip de Venturi, por no hablar de la Ville Radieuse de Le Corbusier. Todos esos intentos por describir la ciudad, entenderla y reinventarla fueron necesarios en su momento, pero hoy nos dejan fr¨ªos. No nos identificamos con ellos porque se refieren a un mundo que ya no es el nuestro. Ya va siendo hora de que nos libremos de la nostalgia por las etiquetas, de que abandonemos los manifiestos y las teor¨ªas porque no dan con el quid de la cuesti¨®n. No hay teor¨ªa sobre la ciudad; s¨®lo existen ciudades.
Todas las ciudades tienen algo en com¨²n: su declive y desaparici¨®n. Este factor que une a todas fomenta parad¨®jicamente el potencial de la diferencia. Diferencia que ya no est¨¢ en manos de urbanistas y planificadores. Si ¨¦stos quieren contribuir de verdad a la transformaci¨®n de las ciudades han de convertirse en c¨®mplices y confidentes de ese potencial de amenaza.
Dicho m¨¢s claramente, tendr¨¢n que adoptar la determinaci¨®n y exactitud de los terroristas. Su trabajo habr¨¢ de ser desprejuiciado, carente de teor¨ªa es decir, tendr¨¢ que centrarse en la realidad construida, all¨ª donde la vida urbana se manifiesta en su espesor insondable. S¨®lo all¨ª, en la materia f¨ªsica de la ciudad, pueden hallarse los centros neur¨¢lgicos que Barthes llam¨® punctum respecto a la fotograf¨ªa, y Baudrillard "objetivos vitales" refiri¨¦ndose a las Torres Gemelas.
En el momento en que las torres fueron atacadas con precisi¨®n quir¨²rgica, se puso de manifiesto la torpe indefensi¨®n de la construcci¨®n urbana contempor¨¢nea. Es dif¨ªcil que los proyectos urbanos lleguen a cambiar realmente la ciudad; ¨²nicamente sirven para mantener su status quo, s¨®lo reproducen lo que ya hay. La construcci¨®n de la ciudad no empieza por los puntos de Barthes, ni busca los objetivos vitales, sino que se pone en marcha all¨ª donde hay un terreno disponible.
Aun as¨ª, en todas las ciudades hay "torres gemelas" y su destrucci¨®n afecta a los habitantes. Los terroristas ven la destrucci¨®n de ciertos s¨ªmbolos; los ciudadanos, el ataque masivo a sus barrios y a sus viviendas. Lo espec¨ªfico, lo ¨²nico, aquello que nos distingue de los dem¨¢s, lo indestructible ha demostrado ser vulnerable; y tenemos que defendernos. Una y otra vez, pero ?c¨®mo? La mejor protecci¨®n a la que podemos aspirar es ser "indiferentes": la ciudad indiferente. Y ¨¦se es el mayor espejismo de todos.
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