Los confines de Adriano
Las biograf¨ªas de emperadores romanos guardan un raro encanto. Desde las breves y tempranas, en lat¨ªn, del chismoso Suetonio, tan apreciado por E. Cioran, hasta las m¨¢s recientes (como el Trajano de J. M. Bl¨¢zquez). No s¨®lo los historiadores, sino tambi¨¦n algunos novelistas nos han dibujado estupendos retratos de los variados pr¨ªncipes de la Roma imperial. El Claudio de R. Graves o el Juliano de G. Vidal valdr¨ªan como buenos ejemplos. Aunque Memorias de Adriano, de M. Yourcenar, ser¨ªa, creo, el que ahora mencionar¨ªa la mayor¨ªa de lectores. Con buenas razones, por su fino estilo y su apego a lo hist¨®rico. Pero, "sin restar m¨¦ritos a su gran intuici¨®n y su genio literario, el Adriano cuyas Memorias compuso Yourcenar es una persona distinta del emperador hist¨®rico", como apunta A. Birley en su pr¨®logo.
ADRIANO
Anthony Birley
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis
Gil Aristu
Pen¨ªnsula. Barcelona, 2003
480 p¨¢ginas. 29,50 euros
Hay pocas biograf¨ªas modernas de este emperador, enigm¨¢tico esteta de singular elegancia. "Adriano constituye todo un reto. Ya hab¨ªa sido un personaje extra?o y desconcertante para sus contempor¨¢neos. ?Podemos esperar meternos en su piel? Las diecinueve palabras de su poema An¨ªmula, su 'adi¨®s a la vida", han generado una copiosa bibliograf¨ªa.
No disponemos de mucho
m¨¢s para saber qu¨¦ suced¨ªa tras de aquella elegante fachada, c¨®mo era el aut¨¦ntico Adriano... El emperador encarn¨® diversos papeles. Para nosotros, al menos, Adriano ha de ser lo que hizo". Un historiador de verdad no puede meterse en la piel del biografiado, sino que debe deducir su car¨¢cter desde los hechos y datos. (Es m¨¢s f¨¢cil cuando el personaje ha escrito de s¨ª mismo, con sinceridad, como en el caso de Marco Aurelio, y m¨¢s dif¨ªcil con alguien como Adriano).
Y aqu¨ª se registran todos los hechos y trazos de la personalidad de Adriano con gran precisi¨®n y puntualidad. Birley es un reconocido disc¨ªpulo del gran Ronald Syme, y ya hab¨ªa escrito dos espl¨¦ndidas biograf¨ªas de emperadores importantes: de Marco Aurelio y Septimio Severo. La ¨¦poca de Adriano fue un periodo de notoria prosperidad y paz augusta. Fij¨® los confines del Imperio romano renunciando a las zonas m¨¢s conflictivas del Oriente que antes hab¨ªa conquistado Trajano (Armenia, Asiria, Mesopotamia), reforz¨® las guarniciones del Limes, y cuid¨® la buena administraci¨®n de las provincias, que visit¨® con un infatigable celo y atenci¨®n. De los veinte a?os de su reinado pas¨® m¨¢s de la mitad viajando por las diversas y lejanas tierras del Imperio, y parando poco en Roma.
Estimul¨® la cultura y todas
las artes de claros modelos griegos. Su filohelenismo impuls¨® un protorrenacimiento de ideales cl¨¢sicos y levant¨® monumentos en Atenas y Roma y numerosas provincias, y apoy¨® la ilustraci¨®n ret¨®rica de la Segunda Sof¨ªstica. Quiso verse como un segundo Augusto o un nuevo Pericles, gran constructor y restaurador de ciudades. S¨®lo fracas¨® en su empe?o por helenizar por la fuerza al pueblo jud¨ªo. En su pasi¨®n tr¨¢gica por el bello Ant¨ªnoo disemin¨® por doquier las im¨¢genes del joven amado. Si bien sinti¨® atracci¨®n por ciertos cultos mist¨¦ricos, ninguno mitig¨® su talante algo esc¨¦ptico y epic¨²reo, ni evit¨® la densa melancol¨ªa de su "amargo final". De cuanto escribi¨® s¨®lo nos queda ese poema de Animula vagula blandula..., cinco versos de inolvidable despedida.
Los itinerarios de sus m¨²ltiples viajes, sus actos de gobierno, las personas que trat¨®, sus gestos y conflictos y sus pocas palabras, todo queda aqu¨ª relatado puntualmente. Birley emplea su experto dominio de los m¨²ltiples datos de la prosopograf¨ªa y la numism¨¢tica para construir un relato muy prolijo en fechas y denso en figuras. Sin duda menos ¨ªntimo, pero no menos claro y veraz que las ficticias y ahora famosas Memorias. ?sta ser¨¢, por mucho tiempo, la mejor y la m¨¢s completa biograf¨ªa del pac¨ªfico emperador y gran viajero. (Y debemos felicitarnos de su pronta y excelente traducci¨®n).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.