Vargas Llosa, Popper y Wittgenstein
En su art¨ªculo Duelo de Gigantes (EL PA?S, 30-11-2003), Mario Vargas Llosa refiere el enfrentamiento dial¨¦ctico que tuvo lugar en el King's College de Cambridge, hace casi sesenta a?os, entre Karl Popper y Ludwig Wittgenstein. Un episodio que los periodistas de la BBC David Edmonds y John Eidinow han investigado en su libro El atizador de Wittgenstein, intentando aclarar si fue cierto que Wittgenstein, atizador de la chimenea en mano, exigi¨® a Popper un ejemplo de regla moral y que este ¨²ltimo le solt¨® como respuesta: "No se debe amenazar con un atizador a los conferenciantes".
La pasi¨®n por Popper, y una cierta antipat¨ªa por Wittgenstein (un se?or que "aull¨®", "irritado" y "verde de ira"), han impedido a Vargas Llosa reparar en un detalle clave del libro: que ese episodio, contando de esa forma, s¨®lo existi¨® en la mente de Karl Popper, que as¨ª lo relat¨® en su autobiograf¨ªa. Y, aunque Vargas reconoce que Popper acudi¨® a aquella reuni¨®n con ganas de pelea, olvida decir -¨¦l sabr¨¢ por qu¨¦- que adem¨¢s iba con unas ganas locas de quedar por encima de Wittgenstein ante la audiencia y, en especial, ante Bertrand Russell, de cuya figura aspiraba a ser p¨²blico heredero.
Concluye Vargas Llosa que "la historia es una ciencia cargada de imaginaci¨®n", ya que de ese episodio parecen existir tantas versiones como testigos hubo del encuentro. Pero lo hace obviando una conclusi¨®n fundamental de la investigaci¨®n de los dos periodistas brit¨¢nicos: que en aquella reuni¨®n filos¨®fica de alto voltaje nunca se lleg¨® a esgrimir un atizador; es decir, que la historia no es s¨®lo una ciencia cargada de imaginaci¨®n, sino tambi¨¦n de intereses. Los intereses, por ejemplo, que pudo albergar Popper al contar en su autobiograf¨ªa una versi¨®n heroica del episodio que le mostraba como claro e ingenioso vencedor de su duelo con Wittgenstein, y los intereses que nosotros ponemos en acci¨®n contando la historia como nos conviene para que los amigos queden lo mejor posible.
Supongamos ahora que el episodio, tal como lo relat¨® Popper, fuera cierto. Si ¨¦ste, como afirma Vargas, acudi¨® a la reuni¨®n "con la espada desenvainada", ?no ten¨ªa derecho Wittgenstein a defenderse con el atizador?
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