Inmigrantes
Preocupa el hecho que, como ha mostrado una reciente encuesta, el 54% de los j¨®venes considere que la inmigraci¨®n es un problema. Deber¨ªamos decir que se han quedado cortos, que sin duda la inmigraci¨®n es un problema, y esto debieran pensarlo el ciento por ciento de los ciudadanos. Pero lo lamentable es que el problema parece que no estriba en las tensiones que pueda producir en el mercado laboral la entrada de abundante mano de obra, m¨¢s o menos cualificada pero dispuesta a satisfacer a bajo precio las necesidades de las empresas, ni siquiera, como sucede en Francia u otros pa¨ªses, en los problemas de orden ¨¦tico que importan, con sus religiones y costumbres, en algunos casos tan distantes de las que solemos. El problema, para los j¨®venes -y pensamos que para la mayor¨ªa de la sociedad- se concreta en los aspectos delictivos que se achacan a la emigraci¨®n, en unos porcentajes que, de ser ciertos, nos convertir¨ªan en una potencia criminal superior al Chicago de los a?os 20.
La encuesta, adem¨¢s, cae en algunas contradicciones, sin duda fruto de unas respuestas poco meditadas. El 27% de los que responden creen que los emigrantes viven de la delincuencia; y un 32,5%, que del tr¨¢fico de drogas. A¨²n suponiendo -como parece de raz¨®n- que los unos est¨¦n inmersos en el porcentaje de los otros, queda un 5,5% de inmigrantes que para los encuestados viven del tr¨¢fico pero no son delincuentes. S¨®lo nos resta pensar que el tr¨¢fico a que se refieren es el de influencias, que bien sabemos est¨¢ poco penado por estos lares.
Pero, detalles al margen, asombra la falta de rigor, o lo que es m¨¢s preocupante, de informaci¨®n, de los j¨®venes que en el estudio se recoge. Parece que la ¨²nica emigraci¨®n que se contempla es la ilegal y que, adem¨¢s, a ella se achacan los delitos sin mirar pelo ni estudiar razones -que parecen obvias para el que contempla el problema con ojos desinteresados- de subsistencia, ante la imposibilidad de lograr ingresos por la v¨ªa legal, que se les niega.
Sin duda una mayor¨ªa de los emigrantes se dedica a tareas laborales recogidas en la legalidad, y que nada tienen que ver con la delincuencia ni con el tr¨¢fico de drogas, aunque sin duda ese mundo est¨¦ coyunturalmente dominado por elementos procedentes de otros pa¨ªses.
Y es necesario que nuestros j¨®venes lo vean as¨ª, entre otras razones, esta vez ego¨ªstas que no altruistas, porque si esperan tener una pensi¨®n de jubilaci¨®n dentro de los pr¨®ximos cincuenta a?os -cuando a los de 15 les corresponda percibir el subsidio-, no esperen verse favorecidos por sus nada abundantes compatriotas cotizantes, sino por aquellos hijos de la emigraci¨®n que ahora temen a la vez que denostan.
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