Europa, en crisis
El primer intento de la UE de dotarse de una Constituci¨®n acab¨® ayer en crisis con el fracaso del Consejo Europeo, tras meses de esfuerzos de la Convenci¨®n y de la Conferencia Intergubernamental. El momento no pod¨ªa ser peor para el choque de inflexibilidades de unos y otros, cuando la cohesi¨®n pol¨ªtica europea ha quedado malherida con la guerra de Irak y el Pacto de Estabilidad de la Uni¨®n Monetaria ha hecho agua. En esas escasas horas en Bruselas han salido a la luz muchos de los rencores acumulados en los ¨²ltimos a?os, lo que dificultar¨¢ la posibilidad de ultimar el Tratado Constitucional en los pr¨®ximos meses. Los ciudadanos europeos, a muchos de los cuales se les promet¨ªan referendos en junio sobre esta Constituci¨®n que ha quedado en vilo, han asistido at¨®nitos a una disputa incomprensible sobre unas medidas institucionales que, en cualquier caso, no deb¨ªan entrar en vigor hasta 2009.
Los dedos de Chirac y Schr?der han apuntado a Aznar y a su hom¨®logo polaco Leszek Miller como los ¨²nicos culpables del fracaso. A quien se les ped¨ªa mayor sacrificio era a Espa?a y Polonia, los dos Estados intermedios que en el Tratado de Niza lograron un estatus casi de grandes en el Consejo de Ministros. Polonia ha jugado totalmente a la contra porque no pod¨ªa aceptar una rebaja, tras el refer¨¦ndum y la ratificaci¨®n de su ingreso en la UE sobre la base de Niza. Aznar, pese a que hubiera sido la primera vez en que Espa?a hubiera visto reducido su peso desde su ingreso en 1986, flexibiliz¨® algo su posici¨®n con diversas opciones que permiten albergar esperanzas de que, tras las elecciones de marzo, su sucesor en La Moncloa tendr¨¢ un camino de regreso a Europa para finalmente lograr el desbloqueo de esta Constituci¨®n.
Pero el mayor responsable del desastre ha sido el presidente de este Consejo Europeo, Silvio Berlusconi, de chiste malo y f¨¢cil pero in¨²til para llevar una negociaci¨®n multilateral compleja. Lleg¨® a Bruselas con demasiadas cuestiones abiertas: desde la elecci¨®n del presidente del Consejo Europeo, el papel de las presidencias rotatorias en los Consejos de Ministros, la composici¨®n del Parlamento Europeo, la ampliaci¨®n de los campos a decidir por mayor¨ªa y la propia composic¨¬¨®n de la Comisi¨®n, entre otras. Nunca puso sobre la mesa ninguna oferta capaz de suscitar un consenso. El famoso papel que llevaba en el bolsillo y del que tanto alarde¨® estaba en blanco. Pero tampoco le ha ayudado su posible futuro rival en la pol¨ªtica italiana, el actual presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi. Y, finalmente, est¨¢ la responsabilidad de Giscard, presidente de una Convenci¨®n que ha hecho una buena labor en otros cap¨ªtulos, pero que no lleg¨® a discutir a fondo el cap¨ªtulo institucional, y en particular el cambio en el sistema de votaci¨®n en el Consejo para pasar a una doble mayor¨ªa de Estados y poblaciones, dictado por Chirac y Schr?der. Por eso, ante el par¨®n, podr¨ªa ser conveniente que se volviera a reunir la Convenci¨®n para discutir y elaborar nuevas propuestas en este cap¨ªtulo, especialmente cuando el sistema de las conferencias de Gobiernos, ahora con 25 miembros, ha demostrado sus l¨ªmites.
Sin embargo, en Bruselas se han registrado progresos pr¨¢cticos en otros terrenos, como los de la seguridad y la defensa, en el reparto de sedes de agencias (a Espa?a le ha tocado la menor de Pesca) o el visto bueno a la Acci¨®n Europea para el Crecimiento por un valor de 220.000 millones de euros. La crisis que vive la UE es pol¨ªtica: de falta de liderazgo, y de enfrentamiento entre concepciones de Europa. El esp¨ªritu de familia ha estado totalmente ausente. El colapso de la Constituci¨®n, aunque sea temporal, supone un impulso a la Europa de geometr¨ªa variable. Chirac ha aprovechado el momento y ha lanzado su apuesta por la creaci¨®n de "grupos de pioneros" para permitir que la Uni¨®n Europea avance entre aquellos que quieren. En una clara referencia a Espa?a, Chirac constat¨® "una cierta diferencia de cultura" entre los pa¨ªses que tienen una larga experiencia en Europa y los otros. Eso es lo que ha perdido Espa?a con la pol¨ªtica de Aznar. Y muchos, incluido Berlusconi, esperan ahora al sucesor de Aznar, al no considerar posible un acuerdo antes de las elecciones espa?olas de marzo.
El presidente espa?ol ha salvado los muebles -el Tratado de Niza-, pero no la casa. Salvo la complicidad del primer ministro polaco, que iba a lo suyo, y un m¨ªnimo apoyo de Blair, la soledad de la posici¨®n espa?ola ha sido clamorosa. Francia y Alemania van de la mano, pero este extra?o Consejo Europeo tuvo un proleg¨®meno: por primera vez, un desayuno de trabajo entre Chirac, Schr?der y Blair. ?ste es el terceto fundamental de la nueva Europa. Y es de lamentar que Aznar haya perdido la ocasi¨®n de unirse a ellos.
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