Lo tenemos
Lo sacaron de un agujero a punta de metralleta, y toda la Creaci¨®n, que va de la Casa Blanca a Downing Street, y de Downing Street a La Moncloa, se llen¨® de confeti y de sondeos de urgencia. El aspecto del prisionero parec¨ªa el de un vagabundo que hab¨ªa trajinado condecoraciones y h¨¢bitos higi¨¦nicos, por un soplo de aire pasado por las aguas del Tigris. En su ADN, encontraron restos de arrogancia, pero ni un resquicio de ternura. Casualmente, aquella ma?ana, Tony Blair hab¨ªa cabalgado, en un sue?o de solemnidades, junto a lord Wilton, con su jaur¨ªa de foxhouds, por el Yorkshire, a la caza del zorro. Casi a la misma hora, el hu¨¦sped de La Moncloa parti¨® a la madrugada de monter¨ªa, al puesto que tiene all¨ª, entre la espesura, y aguard¨® el paso de la v¨ªctima. Ese mismo d¨ªa, al sur del Pecos, galopaba, jovialmente tejano, George W. Bush, disparando sus rev¨®lveres sobre el ¨²ltimo apache. Los tres, que hab¨ªan coincidido en las Azores, coincidieron en las afueras de las ruinas de Tikrit, una ciudad sin cartograf¨ªa, y examinaron la pieza com¨²n, zorro, jabal¨ª o piel roja, mientras la historia esculp¨ªa la nueva trinidad planetaria, que acababa de salvar a la civilizaci¨®n de tanto terror. Cuando sali¨® la bestia de su madriguera, Paul Bremer, administrador del expolio iraqu¨ª, anunci¨®: "Lo tenemos". Luego, ech¨® el tel¨®n del Amanecer Rojo, y Dow Jones hizo sonar todas sus sirenas, para que a los financieros se les esfumaran cabreo y p¨¦rdidas.
En su generosidad, posiblemente el ex dictador reciba el trato de los prisioneros de guerra y las garant¨ªas de la Convenci¨®n de Ginebra. Pero no hay que confiarse, ni descuidar el gatillo. La resistencia, en el pa¨ªs invadido y saqueado, a¨²n contin¨²a. Y Bush sabe que no hay enemigo peque?o. Por eso no importa que se abatan ni?as, ni civiles, ni campesinos, que jam¨¢s han o¨ªdo hablar de Ginebra, aunque siempre tengan plaza en Guant¨¢namo. La coalici¨®n, que a¨²n esconde sus ilegalidades, saca pecho, distribuye a su capricho los despojos del deg¨¹ello en la lonja, y repite: "Lo tenemos". Y acaricia obscenamente las intimidades del petr¨®leo.
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