Jean Pierre, el 'mackie'
Cuando la semana pasada les habl¨¦ de Guy Debord no cont¨¦ toda la verdad. No dije que era el l¨ªder del movimiento situacionista y que le conoc¨ª en Par¨ªs en la primavera de 1968. Del situacionismo nunca llegu¨¦ a entender casi nada y de Debord decir que le conoc¨ª puede ser exagerado, porque s¨®lo le vi de lejos y me pareci¨® tan imponente que no me atrev¨ª a hablarle.
Pero s¨ª conoc¨ª mejor a uno de sus seguidores. En aquellos d¨ªas las calles de Par¨ªs se cubr¨ªan de banderas y pasquines mientras se desnudaban de adoquines. Los obreros y los estudiantes intercambi¨¢bamos paraninfos y talleres y todo era una fiesta interrumpida de vez en cuando por los discursos del general De Gaulle y las botas de sus temibles CRS. Yo alternaba por los patios de la Sorbonne, los s¨®tanos del jazz, como La Huchette y las salitas de teatro. Todo en aquellos d¨ªas era un teatro experimental.
"Un d¨ªa las calles se llenaron de banderas tricolores y De Gaulle gan¨® las elecciones"
"Tambi¨¦n de mi alma hab¨ªan ca¨ªdo algunos muros, pero brotado m¨¢s colores"
En un escenario improvisado, repartiendo panfletos tirados en vietnamita, unos estudiantes representaron a Bertold Brecht, L'Op¨¦ra de quat'sous. All¨ª vi por vez primera a mi situacionista. Era Mackie, el cr¨¢pula m¨¢s elegante que hab¨ªa conocido. En aquellos d¨ªas de imaginaci¨®n al poder, era dif¨ªcil distinguir al personaje del actor. Cuando la representaci¨®n termin¨®, supe que Mackie era tambi¨¦n Jean Pierre, un estudiante vasco de Bayona. Casi mi vecino de al lado.
Aquellas fueron unas semanas gloriosas. Pero un d¨ªa terminaron. ?Qu¨¦ por qu¨¦ terminaron? Quiz¨¢s porque un domingo las calles se llenaron de banderas tricolores y De Gaulle gan¨® las elecciones. O quiz¨¢s porque un d¨ªa despert¨¦ y me di cuenta de que Mackie se hab¨ªa ido y s¨®lo quedaba Jean Pierre. Entonces me desped¨ª de ¨¦l y yo tambi¨¦n me fui.
A lo largo de los a?os siguientes, muchas veces me he sorprendido pensando, o m¨¢s bien so?ando, qu¨¦ habr¨ªa sucedido si me hubiese quedado con Jean Pierre en vez de volver con Felipe. Porque, pasado el tiempo, tambi¨¦n durante el desayuno, tom¨¦ conciencia de que Felipe ya no estaba y s¨®lo quedaba el c¨ªnico burgu¨¦s de cuatro cuartos. Qu¨¦ suerte la m¨ªa, condenada a revivir una misma obra teatral con cada uno de sus personajes.
Pero ah¨ª no termina esta historia. Iba yo el otro d¨ªa paseando por la Concha en una bell¨ªsima tarde oto?al, por un paseo poblado de globos y banderas. Y mira por d¨®nde, me parece ver a lo lejos ondear la bandera de mi ni?ez y de mi primera ciudadan¨ªa, o sea bien s?re, la tricolor.
Entonces me abro paso entre la multitud y ya no la ve¨ªa; y, al poco, volv¨ªa a aparecer un instante y de nuevo desaparec¨ªa. Pero al fin, me di de bruces con ella, es decir con ¨¦l, con Jean Pierre.
-"?Qu¨¦ haces t¨² aqu¨ª con la bandera de De Gaulle?".
Jean Pierre ni se inmut¨® por lo que pretend¨ªa ser un golpe bajo. Abri¨® sus brazos y me envolvi¨® de rojo blanco y azul gritando ?Ainhoa! En ese instante volv¨ª a tener veintitr¨¦s a?os. La muchedumbre gritaba "?libertad!" . No hizo falta que me explicara por qu¨¦ el rojo se le hab¨ªa convertido en tricolor. Tambi¨¦n en mi alma hab¨ªan ca¨ªdo algunos muros y de sus ruinas hab¨ªan brotado m¨¢s colores.
Pasaron las horas y el sol se meti¨® por detr¨¢s de Igueldo como si estuviera amaneciendo por poniente. Ya de noche junto a unos valencianos escuchamos cantar a un bertsolari. Y poco despu¨¦s, apareci¨® desfilando un escuadr¨®n de bolcheviques y cantamos con ellos la Internacional junto a un buen amigo del PP que no cant¨® porque no se la sab¨ªa. Un ertzaina se acerc¨® para decirnos que nos disolvi¨¦semos. Al ver su casco y sus ojos tras el pasamonta?as, cre¨ªmos que era un CRS. Est¨¢bamos a punto de salir corriendo en busca de un adoqu¨ªn, cuando nos dimos cuenta de que s¨®lo quer¨ªa que despej¨¢semos la calle para que pudieran pasar los autobuses que se acercaban al boulevard.
Nos metimos por la parte vieja, no sin antes doblar cuidadosamente la bandera y ponerla fuera de la vista; que una cosa es la revoluci¨®n y otra la imprudencia. Y horas despu¨¦s est¨¢bamos escuchando la seductora m¨²sica de los cajuns, el jazz de los acadianos franc¨®fonos que, tras ser expulsados de Canad¨¢ por los ingleses, celebran el rencuentro en las granjas sure?as de Louisiana. "Laissez le bon temps rouler".
Jean Pierre me dijo que ahora vive en Bayona, gan¨¢ndose la vida en una agencia de Air France. Mi vida tambi¨¦n ha cambiado. Aunque ¨¦l asegura que sigo siendo la misma de entonces.
-"Pero soy vasco, ma ch¨¦rie, y ciudadano de Europa. Hab¨ªa aqu¨ª algo que me llamaba y yo no pod¨ªa dejar de acudir a esa llamada".
Y me lanz¨® una mirada tan canalla que s¨®lo fui capaz de musitar: -"Mi Mackie...".
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