Esperpento
El que representa estas ¨²ltimas ma?anas el informativo de las ocho de la ma?ana de RNE con motivo del resultado de las elecciones catalanas. El pugilato por el desprop¨®sito entablado entre algunos de los tertulianos y los profesionales que elaboran la informaci¨®n parece extra¨ªdo de una pel¨ªcula de los Ozores. Tal parece como si el se?or Ibarretxe se hubiera transterrado a Catalu?a, eso s¨ª travestido de socialista, y el se?or Carod hubiese sido sustituido por el se?or Otegui. Resulta que la unidad y cohesi¨®n de Espa?a no corr¨ªan riesgo alguno cuando reg¨ªa aquella Generalitat una formaci¨®n nacionalista mayoritaria en el Parlament, y, de repente, en horas veinticuatro, la patria est¨¢ en peligro porque va a gobernar la Generalitat una mayor¨ªa vertebrada por las versiones catalanas de dos partidos espa?oles y la dosis de nacionalistas en el poder pasa de la mayor¨ªa a la minor¨ªa, de m¨¢s de cincuenta esca?os a diecis¨¦is (en total menos esca?os nacionalistas por cierto de los que hab¨ªa en 1984). ?Muy bueno lo tuyo, Morgan!, como dir¨ªa Ernest.
Hay quien cree que tal fen¨®meno responde a una inteligente estrategia electoral del partido que nos rige: revestirse con la bandera roja y gualda y al grito de ?No pasar¨¢n! hacer frente a esos abominables separatistas, con vistas a lograr mantenerse en el para¨ªso de la mayor¨ªa absoluta. Gracias a Dios no faltan en el PP cabezas pensantes que estiman que hacerle la campa?a cotidianamente al se?or Carod, que es lo que los susodichos a la postre acaban por hacer, no es precisamente la mejor de las ideas. Literalmente: "A fuerza de pasarse de rosca vamos a conseguir hacer simp¨¢tico a un partido independentista y republicano". No anda muy desencaminado el dirigente popular, la obsesi¨®n maragalliano/esquerrista de los se?ores de la villa y corte y su pr¨¢ctica informativa me recuerdan a aquel humorista del 85 que en la TV del se?or Calvi?o sacaba en cada programa semanal al Duque y a Pelopincho "en busca del voto perdido", gracias a cuya amable campa?a algunos pasamos de dos diputados a dieciocho.
Que ERC es un partido nacionalista, independentista y republicano resulta obvio, pero ¨¦sa es solo una parte de la verdad. Porque ¨¦se es un partido que siendo lo que es, y usando de una ret¨®rica bastante mas incendiaria que la tranquila del se?or Carod, form¨® parte de la mayor¨ªa reformista del primer bienio republicano y dio ministros a la Rep¨²blica Espa?ola. Lo que pudo integrar la Rep¨²blica en las muy precarias condiciones de los a?os 30 ?no va a poder hacerlo la democracia actual en circunstancias con mucho m¨¢s favorables? ?Acaso era menos independentista el PNV cuando la sede de la calle G¨¦nova serv¨ªa de escenario a los acuerdos entre los se?ores Aznar y Arzallus? Pues de la misma manera que hizo bien el se?or Aznar procurando la integraci¨®n de los nacionalistas vascos en la gobernaci¨®n del reino en 1996, hacen bien las versiones catalanas del PSOE e IU en integrar en la gobernaci¨®n de Catalu?a a ERC en 2003, y exactamente por las mismas razones: porque si se les deja a la intemperie seguir¨¢n al margen, si se les abre la puerta y entran la pr¨¢ctica y la responsabilidad les moderar¨¢n y al hacerlo la base pol¨ªtica del r¨¦gimen democr¨¢tico ser¨¢ mayor y m¨¢s s¨®lida. Por nosotros que no quede. IDEA lo dice de otro modo: si hay que equivocarse lo m¨¢s indicado es equivocarse por el lado de la inclusi¨®n.
Pero lo que hace esperp¨¦ntico al esperpento no es la tenebrosa sombra del se?or Carod, que amenaza a los tertulianos con el terrible castigo de una cal?otada, es la imputaci¨®n de traici¨®n a la patria que se hace al PSC -y por extensi¨®n al PSOE- por haber tenido el atrevimiento de formar una mayor¨ªa de izquierda en Catalu?a y llevar a la presidencia al se?or Maragall, sin duda alguna el ep¨ªtome de rojo-separatismo que el contubernio entre las logias e Israel ha impuesto a la patria hispana (una compa?¨ªa de seguros por cierto). Se puede ser m¨¢s rancio, pero f¨¢cil, lo que se dice f¨¢cil, no es.
A uno le puede gustar m¨¢s o menos el se?or Maragall (a m¨ª personalmente m¨¢s bien menos) pero ver en ¨¦l cosa distinta de lo que es, un heredero de la Espa?a plural de su abuelo el poeta, un federalista de ra¨ªz almiralliana y un socialdem¨®crata la mar de tradicional antes que un error es sencillamente una estupidez. Claro que para eso hay que admitir la legitimidad de "una cierta idea de Espa?a" que tiene m¨¢s de Pi y Margall y de Carlos VII que de la Espa?a del Cid o la de los manuales de FEN de los cincuenta. Precisamente una de las cosas que hacen que el se?or Maragall no consiga dormirme cada vez que habla. Y que los dirigentes m¨¢s l¨²cidos del PSOE y del PP a bien admiten o bien comparten.
Mientras tanto conecto la radio camino del coche, oigo al locutor y a los tertulianos y no puedo dejar de pensar ?De verdad no ser¨ªa una buena idea darle la independencia a la Comunidad de Madrid?
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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