Ahora, el territorio
La gesti¨®n pol¨ªtica se refleja en la forma en que el territorio se va transformando. Como si el presidente de la Generalitat fuera el arquitecto jefe de Catalu?a, el territorio refleja sus ideas pol¨ªticas e intereses econ¨®micos. Por esto, la herencia territorial de los 23 a?os de pujolismo es tan negativa. No s¨®lo ha sido incapaz de pensar modelos alternativos y propios, que supieran sacar provecho de las cualidades del paisaje, de la especificidad de las estructuras urbanas y de la riqueza cultural, sino que el modelo de crecimiento capitalista se ha aplicado de la manera m¨¢s burda. S¨®lo algunos centros hist¨®ricos, paseos peatonales, parques y edificios culturales, generalmente de gesti¨®n municipal, se han convertido en islas de calidad y de vida urbana en contrapunto a un territorio que existe como reserva de suelo para ser consumido.
Pensar nuevas pol¨ªticas territoriales es un reto no s¨®lo para urbanistas, ge¨®grafos y soci¨®logos, sino para todos
No s¨®lo se ha sido incapaz de inventar nuevas instituciones supraurbanas que gestionen coordinadamente la creciente complejidad de la construcci¨®n del territorio sino que, en un acto de barbarie, Jordi Pujol elimin¨® en 1988 la Corporaci¨®n Metropolitana. Y como era de prever, la voluntad de debilitar la fuerza de Barcelona ha terminando por perjudicar a toda Catalu?a.
Mientras la capacidad para gestionar la complejidad del territorio disminu¨ªa, los desaf¨ªos han ido aumentando: por ejemplo, la localizaci¨®n intramunicipal de nuevos sistemas construidos como conectores y ejes de circulaci¨®n, ¨¢reas industriales, o centros log¨ªsticos, de negocios y comerciales.
Entre los fracasos en la pol¨ªtica de infraestructuras, uno de los m¨¢s sangrantes es el Eix Transversal, lugar recurrente de graves accidentes. Pero es que la pol¨ªtica de control, seguridad y disciplina vial, dentro del siniestro panorama espa?ol, es nula en un Gobierno que ha optado por favorecer a ciegas la industria del autom¨®vil (y de la traumatolog¨ªa).
En este contexto, el retroceso, a pesar de los enga?os medi¨¢ticos de los ¨²ltimos a?os, ha sido grave en toda Catalu?a, donde la insuficiencia y la p¨¦rdida de capacidad del Estado de bienestar no s¨®lo se manifiesta en la ense?anza, la sanidad o los servicios sociales, sino que tambi¨¦n es clara en el territorio: la degradaci¨®n del paisaje, los incendios de cada verano, la desertizaci¨®n, la especulaci¨®n, el deterioro del litoral, la destrucci¨®n de los deltas y los ecosistemas a¨²n supervivientes, la imprevisi¨®n y los graves defectos en las infraestructuras viarias, la falta y el abandono en los transportes p¨²blicos metropolitanos e intermunicipales, la ineficacia para poner en pr¨¢ctica alguna alternativa m¨¢s sostenible en todos estos campos.
Los ejemplos son hirientes en su evidencia: se ha frenado el magn¨ªfico proyecto del Anillo Verde de la Diputaci¨®n de Barcelona, mientras el Gobierno conservador saliente de la Generalitat se ha despedido con un canto del cisne espeluznante: una exposici¨®n sobre el territorio catal¨¢n, Hyper Catalunya, presentada durante el pasado verano en el Macba, un despliegue de los planteamientos del urbanismo de extrema derecha, deslocalizado y simplista, insultante por su falta de conocimiento real del territorio, por su falta de sensibilidad ecol¨®gica y por su analfabetismo en materia de urbanismo y proyecto territorial. Es cierto que mientras que algunos siguen pensando s¨®lo en las ciudades tradicionales, con sus centros hist¨®ricos maquillados y sus esquinas mod¨¦licas, el aut¨¦ntico reto est¨¢ en periferias articuladas y no segregadas, en los nuevos complejos de centros comerciales, en las grandes infraestructuras de transporte, en la conversi¨®n de las carreteras en v¨ªas c¨ªvicas, en los intersticios que quedan entre n¨²cleos urbanos, en los sistemas de suministro de energ¨ªa e informaci¨®n, en la creaci¨®n de corredores ecol¨®gicos y en la protecci¨®n de parques naturales y zonas agr¨ªcolas. Pero la complejidad y escala de estos fen¨®menos no puede resolverse con un urbanismo hiperdesarrollista que devora paisaje con m¨¢s infraestructuras, campos de golf, pistas de esqu¨ª y segunda residencia, o que construye en el mar y en la cima de las monta?as.
El siglo XIX cre¨® la cultura urbana, y uno de sus fundadores fue Ildefons Cerd¨¤. En la primera mitad del siglo XX se produjo un salto trascendental con los principios del urbanismo moderno, que fue m¨¢s urbano que nadie, a pesar de la leyenda negra que provocaron sus manifiestos dramatizadores contra la ciudad tradicional. A partir de los a?os setenta, y especialmente en el contexto de la globalizaci¨®n, con el crecimiento masivo y descontrolado de las ciudades y el desbordamiento de los barrios residenciales, el pensamiento urbano y territorial ha necesitado transformarse y ponerse al d¨ªa continuamente. Hace falta pensar el territorio con nuevos criterios, y ahora que el proyecto territorial de Catalu?a va a ser decidido por la coalici¨®n de la izquierda plural, con un experimentado arquitecto jefe como Pasqual Maragall, ha llegado el momento de pensar, debatir y poner en pr¨¢ctica unos nuevos marcos urbanos y unos nuevos modelos territoriales, de dar un impulso m¨¢s resolutivo a las agendas 21, dando prioridad a criterios sociales, integradores y sostenibles. Tenemos una cultura de normas urban¨ªsticas, pero hacen falta normas para el territorio y el paisaje; se sabe gestionar las ciudades, pero no las entidades intramunicipales, los consejos comarcales, las veguer¨ªas o las regiones. Hay que pensar y aplicar nuevas pol¨ªticas territoriales, algo que ya han afrontado algunos autores como Oriol Nel.lo. Se trata de un reto que no es s¨®lo para la cultura profesional del urbanismo, la geograf¨ªa o la sociolog¨ªa, sino que lo es para todos.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de la ETSAB-UPC
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