Moda

El d¨ªa 22 de diciembre el PP abandon¨® el Parlamento de Andaluc¨ªa antes de que se votara la presentaci¨®n de un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley Nacional sobre T¨¦cnicas de Reproducci¨®n Asistida. Los parlamentarios del PP tambi¨¦n se fueron, el mismo d¨ªa, del Parlamento vasco, disconformes con una sanci¨®n interna a su l¨ªder Carlos Iturg¨¢iz. Pero, cinco d¨ªas antes, en Madrid, los diputados populares eran los ¨²nicos que votaban en el Congreso: todos, menos el PP, se negaban a participar en la reforma del C¨®digo Penal que meter¨¢ en la c¨¢rcel a quienes, sin autoridad, convoquen consultas populares, y a sus posibles interventores y colaboradores (?unos miles de personas presas?).

No es excepcional el Parlamento de Andaluc¨ªa: va a la moda. Me figuro que tendr¨¢n sus justificaciones los parlamentarios que se ausentan f¨ªsica o espiritualmente de su sitio. En los tres casos, en Sevilla, en Vitoria y en Madrid, ten¨ªan sus razones, pero ninguna posibilidad de que su opci¨®n resultara triunfante en la Asamblea. ?Val¨ªa la pena permanecer en el Parlamento? En una ¨¦poca de gestos bruscos, los parlamentos est¨¢n inc¨®modos, peleados, de muy mal humor. Yo me imagino el Parlamento como un lugar para argumentar, debatir y votar. El parlamentario ser¨ªa un orador persuasivo, capaz de convencer a la Asamblea que legisla, e incluso de hacer que la peor raz¨®n parezca la mejor.

Pero nuestro parlamentarismo, como el de casi todas partes, padece esclerosis. Si alguno de sus miembros se moviera, es decir, se dejara influir por las razones del contrario, en ese mismo instante estar¨ªa acabado pol¨ªticamente. Ser¨ªa confundido con un tr¨¢nsfuga, se le obligar¨ªa a devolver el voto a su partido. El triple desprecio al Parlamento en los ¨²ltimos d¨ªas es un s¨ªntoma de la decadencia de la conversaci¨®n pol¨ªtica. Predomina la superstici¨®n del poder fuerte, de mayor¨ªa absoluta: una idea plebiscitaria del poder. Se elige a un presidente, l¨ªder que s¨®lo se apoya en el Parlamento de un modo ficticio: lo que lo legitima es la pura masa de votos populares emitidos cada cuatro a?os. El Parlamento es un accesorio de lujo, es decir, superfluo.

La nueva moda es abandonar el Parlamento, en Sevilla, en Vitoria y en Madrid. ?Se llegar¨¢ un d¨ªa al abandono definitivo de los parlamentos? Las elecciones pueden sobrevivir igual de democr¨¢ticas que hasta ahora, cada cuatro a?os. Pero los parlamentos quiz¨¢ deber¨ªan ser sustituidos por un funcionario que recordara los votos que avalan las acciones del presidente y su partido, seg¨²n el n¨²mero de esca?os obtenidos en su d¨ªa. Los acuerdos entre partidos, si son necesarios para designar presidente, se establecer¨ªan, inamovibles, en un despacho, cada cuatro a?os e inmediatamente despu¨¦s de las elecciones. El Parlamento sobra.