Sonrisas y l¨¢grimas del Gordo y el Flaco
Simon Louvish descubre en una biograf¨ªa los secretos, ¨¦xitos y desgracias de la pareja c¨®mica
Eran antag¨®nicos, dispares, hab¨ªan sido criados en mundos diferentes, viv¨ªan cada uno su vida; pero juntos, en pantalla, se fund¨ªan en un alma, representaban lo mismo y plasmaban con sus gags y su vena c¨®mica la dura existencia del hombre corriente. "Hac¨ªan que las cosas m¨¢s simples resultaran complicadas. Con ellos reconoc¨ªamos nuestros fracasos y luch¨¢bamos con su esp¨ªritu de superaci¨®n; el Gordo y el Flaco nunca se daban por vencidos, siempre lo intentaban de nuevo", asegura Simon Louvish, autor de Stan y Ollie (T&B Editores), bi¨®grafo de una de las parejas de c¨®micos con m¨¢s huella en la historia del cine o en la iconograf¨ªa del mundo contempor¨¢neo, que es decir lo mismo.
Mirar con el espejo que planta Louvish a Stan Laurel y Oliver Hardy es adentrarse en un terreno de secretos desconocidos que el autor de otras jugosas biograf¨ªas de c¨®micos cl¨¢sicos -como Monkey business, sobre los hermanos Marx- va descubriendo por capas.
"Con ellos reconoc¨ªamos nuestros fracasos y luch¨¢bamos con su esp¨ªritu de superaci¨®n"
Si Oliver Hardy marcaba alrededor de 140 kilos en la b¨¢scula, Laurel no pasaba de 75
El flaco, Arthur Stanley Jefferson, que luego llegar¨ªa a conocerse en todo el mundo como Stan Laurel, jam¨¢s se despeg¨® de su flema brit¨¢nica: naci¨® en 1890, en Ulverston, en el norte de Inglaterra, en el seno de una familia incrustada ya en el teatro. "Su padre era un empresario serio y comprometido, que organizaba funciones para las clases trabajadoras, a quien jam¨¢s le hizo gracia el gusto de su hijo por el vodevil y el music hall", afirma Louvish. El gordo, Norvell Hardy, nacido en Harlem, Georgia, en 1892, en cambio, no quiso volver a saber nada de su pueblo, donde hab¨ªa sido propietario del cine local, ni de su Estado del Sur, cuyos vecinos estaban a punto siempre para encender una hoguera con carne humana fruto de un permanente enfrentamiento por problemas raciales. "Era hijo de un veterano de la guerra civil y se cas¨® con Madelyn Saloshin, una jud¨ªa, en la ¨¦poca en que esta etnia no gozaba de sus mejores d¨ªas de fama por la regi¨®n con el caso de Leo Frank, hombre al que se acusaba injustamente de haber violado a una ni?a".
Aquello supuso demasiado esc¨¢ndalo para el hijo de un veterano y, por otra parte, fue un matrimonio sobre el que Hardy siempre pas¨® de puntillas en su biograf¨ªa. "Es un agujero negro en su vida. Jam¨¢s quiso comentar casi nada sobre su primera mujer", asegura Louvish. Y eso que fue con la que se abri¨® camino en el mundo del espect¨¢culo, primero como cantante con un grupo de gente de buen a?o al que llamaban La Media Tonelada de Armon¨ªa, y en Jacksonville (Florida), un lugar parecido a Hollywood que no cuaj¨®, y despu¨¦s en California, ya en la colina incipiente, donde empez¨® a hacer peque?os papeles a destajo en el cine de la ¨¦poca.
Para hacernos una idea, Hardy, que tambi¨¦n hizo pel¨ªculas en Florida, rod¨® all¨ª entre 1915 y 1917 un total de 65 filmes, as¨ª que lleg¨® a Hollywood ya bien cuajado como actor. Mientras, Stan Laurel se abr¨ªa paso en el teatro y llegaba a Estados Unidos como miembro de la compa?¨ªa Karno, con la que desembarc¨® en Nueva York en 1912 como comparsa de la estrella del grupo: Charlie Chaplin.
Viv¨ªan en hoteles de mala muerte y actuaban en tugurios hasta que Chaplin decidi¨® emigrar a Hollywood un a?o despu¨¦s. Stan continu¨® en escena, de hecho no abandon¨® ese mundo en toda su vida: "Viv¨ªa como un miembro orgulloso de la casta teatral, fiel al dicho que divide al mundo entre actores y ciudadanos -actors and civilians, que dice literalmente-; le obsesionaba el trabajo, le marc¨® siempre", asegura Louvish.
Pero donde realmente decidi¨® ganarse los garbanzos fue en el cine. "Lleg¨® un momento en que pens¨®, si Chaplin puede, ?por qu¨¦ no yo?", dice Louvish. As¨ª que, como casi todo c¨®mico con buena vista en la ¨¦poca en la que Europa ard¨ªa en guerra y Estados Unidos ahogaba los llantos del mundo en carcajadas, Laurel se cas¨® con Charlotte Mae Dahlberg, con la que empez¨® a actuar en escena y prob¨® suerte en Hollywood con su primera pel¨ªcula: Nuts in may, en 1917.
En el mismo a?o, Oliver y Madelyn tambi¨¦n llegaban a la costa oeste, pero todav¨ªa tendr¨¢n que trabajar cuatro a?os cada uno por su parte hasta su primer encuentro. Fue en 1921 con The lucky dog, una pel¨ªcula en la que no se hab¨ªan constituido como la pareja hist¨®rica. El destino les acechaba, pero ellos miraban para otro lado.
Tuvieron que pasar seis a?os m¨¢s, hasta 1927, para que el director Leo McCarey hiciera el descubrimiento. "A partir de ah¨ª no se separaron", asegura el bi¨®grafo. Y sobrevivieron bien a ese salto tecnol¨®gico que arruin¨® las carreras de tantos divos del cine mudo: la incorporaci¨®n del sonido a la pantalla. "No les afect¨® porque los di¨¢logos eran insustanciales, no como ocurr¨ªa con otras estrellas de la ¨¦poca como los hermanos Marx, en los que el texto hablado era tan importante", dice Louvish. "La acci¨®n, la peripecia, lo que les ocurr¨ªa, era lo que contaba", sigue el autor del libro.
Las cosas estuvieron claras desde el principio en una sociedad que perdur¨® 25 a?os en la pantalla, en los escenarios, con giras teatrales europeas tambi¨¦n y en apariciones en la televisi¨®n. Todo era perfecto. Jam¨¢s se produjeron altercados por las disparidades, aunque ¨¦stas fueran enormes a veces. Unas eran de peso: si Oliver Hardy marcaba alrededor de 140 kilos en la b¨¢scula, Laurel no pasaba de 75. Pero otras eran m¨¢s llamativas, como los salarios: si en 1935, Hardy hab¨ªa ganado 85.310 d¨®lares, Laurel hab¨ªa engordado su cuenta corriente con 156.266. "El Flaco era el autor de todos los gags y los guiones. En lo creativo era mucho m¨¢s lanzado que Hardy, que resultaba mucho menos ambicioso. Stan Laurel era el aut¨¦ntico cerebro", certifica Louvish.
Su ¨¦poca gloriosa fueron los a?os treinta y cuarenta, con pel¨ªculas como La canci¨®n de la estepa, H¨¦roes de tachuela, De bote en bote, El abuelo de la criatura, Fra Diavolo, Un par de gitanos, Dos pares de mellizos, Cabezas de chorlito o Haciendo de las suyas, esa en la que ambos luchan por subir un piano a una casa sin conseguirlo y que para Louvish es la que mejor explica su forma de entender el mundo. "Se convirtieron en un solo organismo, en un cuerpo ¨²nico. Por separado era dif¨ªcil que trabajaran. Hardy pod¨ªa hacerlo, de hecho hizo alg¨²n papel en alguna pel¨ªcula, pero Laurel era incapaz de andar por libre", asegura Louvish.
En la vida real, tambi¨¦n luchaban con los suyos. Con sus esposas sobre todo. "Stan Laurel se cas¨® ocho veces, aunque s¨®lo con cinco mujeres distintas". Mientras que Hardy atraves¨® un verdadero infierno en su segundo matrimonio con Myrtel Reeves, con la que cas¨® en 1921 y se separ¨® definitivamente en 1940 tras una uni¨®n marcada por las peleas y los problemas con el alcohol que padeci¨® ella.
En los a?os cincuenta lleg¨® el declive. En Estados Unidos fue menguando su predicamento, y sus apariciones eran m¨¢s frecuentes en Europa, concretamente en Gran Breta?a, donde hicieron bastantes galas teatrales. "Incluso rodaron una pel¨ªcula de producci¨®n europea en 1951, lo que se llama un europudding, que se titulaba Utop¨ªa y que era mal¨ªsima", dice Louvish. As¨ª que en 1954 dijeron adi¨®s definitivamente. "No fue traum¨¢tico para ellos. Sencillamente se retiraron y no hubo m¨¢s problemas".
De regreso jam¨¢s se habl¨®, y menos despu¨¦s de que el 7 de agosto de 1957 falleciera Hardy tras padecer un c¨¢ncer que le redujo el cuerpo a 55 kilos. Hasta el final hab¨ªa sido un aut¨¦ntico librepensador espantado por su infancia claustrof¨®bica en un entorno fan¨¢tico del Sur, aunque en su lugar de nacimiento haya una placa de la que sus habitantes se muestran orgullosos, sin tomar en cuenta que se le despidiera de este mundo con ritos mas¨®nicos.
Stan Laurel pas¨® sus ¨²ltimos a?os en su casa de Santa M¨®nica, en California, donde recib¨ªa a cualquiera que quisiera ir a visitarle. "Segu¨ªa relacion¨¢ndose con sus amigos del mundo del teatro, con los que siempre llev¨® un estilo de vida brit¨¢nico, con afici¨®n al golf y a las carreras de caballos, en las que jugaba a ser un peque?o gentleman", describe Louvish. Pero su personaje risue?o, de ojos parpadeantes y paradigma de una lucha estoica por la vida se apag¨® en 1965 de un ataque al coraz¨®n. Los Hijos del Desierto, la asociaci¨®n de admiradores que roba su nombre de una de sus pel¨ªculas, guarda constantemente un recuerdo que todav¨ªa sobrevive. Ellos, que seg¨²n Louvish "eran incapaces de caminar por la calle sin caerse en una alcantarilla", se habr¨ªan perdido en este mundo de banda ancha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.