Los estados generales de la ense?anza
"El mundo de las palabras, de los sones y de las frases nos pertenece". Lo dec¨ªa Andr¨¦ Malraux, para enfatizar la importancia de la cultura, "del conocimiento de aquello que hace del hombre alguna cosa m¨¢s que un accidente del universo". Eran tiempos de reconstrucci¨®n. Y Malraux quiso hacer llegar la cultura a todos los rincones de Francia. Ha pasado casi medio siglo y en Catalu?a acaba de llegar un nuevo Gobierno con voluntad de sacar al pa¨ªs de su tendencia al ensimismamiento y encontrar su lugar en el mundo global. La clave est¨¢ en la educaci¨®n. Y no hay que perder tiempo, porque los demonios familiares del pa¨ªs siguen despiertos, empe?ados en ahogarnos en el ejercicio retr¨®grado de siempre: hurgar en nuestro ser e inventar una nueva tradici¨®n para legitimar a los que acaban de llegar. El sentido com¨²n convertido en horizonte insuperable de los catalanes ha dado algunos dividendos en pragmatismo y prudencia, pero ha frenado y reprimido demasiadas veces la creaci¨®n y la innovaci¨®n. Los problemas de autoestima de un pa¨ªs que no acaba de creerse a s¨ª mismo y que est¨¢ permanentemente mir¨¢ndose al espejo han hecho gastar muchas energ¨ªas en la b¨²squeda de ra¨ªces y fundamentos inmarcesibles. Ha llegado el momento de dejar de obsesionarse en qu¨¦ somos y empezar a ser sin complejos. Y creo que el Gobierno catal¨¢n podr¨ªa predicar con el ejemplo, colocando la educaci¨®n como prioridad absoluta de su trabajo.
Tengo la sensaci¨®n de que existe un clima favorable a esta apuesta. Creo que si el nuevo Gobierno catal¨¢n consultara a los ciudadanos sobre sus prioridades, muchos apostar¨ªan por la ense?anza. La ense?anza abarca un espectro muy amplio: la transmisi¨®n de los conocimientos acumulados, la preparaci¨®n t¨¦cnica y pr¨¢ctica de los ciudadanos para ocupar un lugar en la sociedad, el conocimiento de las cartas de navegaci¨®n necesarias para no perderse en la vida real, el reconocimiento de los signos que roturan nuestro entorno, la familiarizaci¨®n con el saber y la cultura. A partir de estos presupuestos, lo dem¨¢s, la excelencia, la innovaci¨®n y la creaci¨®n, se da por a?adidura. Sin una educaci¨®n de primer nivel, s¨®lo puede darse por casualidad y sin continuidad alguna.
Naturalmente, la mayor¨ªa de los ciudadanos piensan en la ense?anza en relaci¨®n con el futuro profesional. Los padres, sin distinci¨®n de clases, quieren que sus hijos tengan los conocimientos necesarios para ganarse la vida con decoro y con mayor facilidad que ellos. El auge del ingl¨¦s y la inform¨¢tica refleja, en estos momentos, que las perspectivas laborales son el motor de la demanda social de ense?anza. Pero sobre esta inquietud ciudadana se puede construir un pa¨ªs que haga del nivel educativo un objetivo nacional.
Dar prioridad a la educaci¨®n implica principalmente a las consejer¨ªas de Ense?anza y de Universidades e Investigaci¨®n. Pero no s¨®lo. Significa la movilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos -y la colaboraci¨®n responsable de los privados- y una pol¨ªtica cultural que potencie las industrias de la cultura y apueste por la calidad, sabiendo que la creatividad est¨¢ en muchas partes y no s¨®lo en los lugares tradicionales de culto. Para que un pa¨ªs haga suya la ense?anza como prioridad es necesario que se entienda que la cultura es un bien de primera necesidad. Lo cual requiere probablemente una peque?a revoluci¨®n cultural, empezando por la mentalidad de los propios dirigentes pol¨ªticos y culturales. La revoluci¨®n educativa que este pa¨ªs necesita est¨¢ re?ida con los gremialismos, que asoman inmediatamente cuando hay un cambio de gobierno.
En una sociedad que vive bajo el signo de la mercantilismo, el ¨¦xito medi¨¢tico y el individualismo compulsivo, es evidente que la apuesta por la educaci¨®n tendr¨¢ apoyo social si se la considera como camino hacia el ¨¦xito en t¨¦rminos de rentas y de reconocimiento. No es necesario que acabemos crey¨¦ndonos nosotros mismos el gui¨®n escrito del discurso hegem¨®nico, hasta el punto de pensar que a nadie le interesa la educaci¨®n y la cultura si no es por los resultados. Puesto que los resultados tambi¨¦n son importantes, utilic¨¦moslos como coartada. Pero de lo que se trata es de dar un salto cualitativo en la ense?anza en un pa¨ªs que necesita de aquello que le abra al mundo. Y nada es m¨¢s universal que la voluntad de saber. La prioridad de la educaci¨®n debe hacernos m¨¢s permeables, m¨¢s exportables, y facilitar la incorporaci¨®n de los que vienen de fuera a la vida colectiva.
Naturalmente, en el sistema educativo est¨¢ la clave. Dotarlo de m¨¢s recursos, mejorar la situaci¨®n del profesorado y comprometer a la escuela p¨²blica y a la escuela privada en la exigencia de calidad son condiciones necesarias para que este gran reciclaje educativo nacional sea posible. La cuesti¨®n de los profesores es central. Sobre ellos recae una responsabilidad excepcional: la formaci¨®n de los futuros ciudadanos del pa¨ªs. Durante muchos siglos, el ritmo lento de renovaci¨®n de conocimientos garantizaba que los saberes b¨¢sicos no se modificaban sustancialmente a lo largo de la vida de un hombre; actualmente, el saber se renueva a tal velocidad que los referentes pueden cambiar varias veces en una vida. Los profesores deben tener las condiciones de trabajo y las oportunidades de formaci¨®n necesarias para cumplir con estos retos. Pero una operaci¨®n de renovaci¨®n cultural de largo alcance debe contar con la complicidad de la ciudadan¨ªa. A los medios de comunicaci¨®n de masas corresponde hacer de intermediarios efectivos.
Quiz¨¢ la convocatoria de unos estados generales de la educaci¨®n que movilizaran a todos los sectores implicados ser¨ªa un buen punto de partida para hacer de la prioridad educativa una cuesti¨®n de conciencia nacional.
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