Poema pedag¨®gico

Hay en Francia viejas escuelas rurales de clase ¨²nica, donde ni?as y ni?os de una comarca -desde cr¨ªos de parvulario hasta chicos y muchachas en el umbral de la pubertad- hacen girar su vida alrededor de un maestro o una maestra que les somete al lento y quebradizo esfuerzo de abrir su inteligencia y dar sus primeros pasos en la aventura del conocimiento.

En una escuelita del Auvergne, la vida de un par de decenas de chicos y chicas, de entre cuatro y diez a?os, discurre alrededor de la calmosa e inagotable pasi¨®n pedag¨®gica de un maestro llamado Georges L¨®pez, hijo de andaluces emigrantes. La c¨¢mara de Nicolas Philibert entra en este peque?o ¨¢mbito y, de oto?o a primavera, va poco a poco dejando de ser una intrusa y desvela que la peque?ez del escenario en que se mueve es una peque?ez ilimitada.

El di¨¢logo de los ni?os y el maestro es un murmullo incesante, eco sonoro de una tarea igualmente incesante, una laboriosidad suave y obstinada, cuya monoton¨ªa es rota por brotes de imaginaci¨®n y gracia en estado puro: el arte de romper un huevo y convertirlo en tortilla; el debate sobre las pesadillas; la busca de una definici¨®n del trabajo. Los ni?os cuchichean, dibujan, pelean, inventan, debaten, laboran infatigables. Suyo es el sublime mon¨®logo coral del aprendizaje de ser.

La c¨¢mara de Philibert es porosa, libre, no tiene prisa, sabe esperar, se mueve en un tiempo sin rupturas ni elevaciones dram¨¢ticas, tiene sed de espontaneidad y absorbe delicadamente el hormigueo de los rostros y los comportamientos de los ni?os galvanizados por su maestro. La c¨¢mara de Philibert acecha en busca de signos y gestos. No acumula planos, sino que los funde en una sola toma, lo que crea la impresi¨®n de que el filme es todo ¨¦l un ¨²nico plano, una ¨²nica mirada que logra hacernos ver algo tan invisible como el crecimiento: esa m¨ªnima ni?ita subida en una silla haciendo fotocopias; la rara capacidad de los ni?os para distinguir lo masculino de lo femenino; el prodigio de la captura del flujo de mentes abiertas; la busca de la ni?a perdida en un trigal; la conmovedora despedida del maestro.

Se ve materialmente crecer a los ni?os en el milagro documental de Ser y tener. Un peque?¨ªn llora al sentirse abandonado en la escuela mientras otro ni?o, ya crecido, llora al ver que la escuela lo abandona. El gozoso y doloroso c¨ªrculo de la conquista del ser y del saber se cierra; y se abre de nuevo el viejo caudal inagotable del poema pedag¨®gico, una de las fuentes esenciales del cine.