Real visita
La verdadera noticia de este 6 de enero podr¨ªa haber sido la de que los Reyes Magos hubieran decidido este a?o quedarse en Oriente, que es donde de verdad se necesitan sus regalos y, sobre todo, sus prodigios. Eso no quiere decir que, como la realidad prueba muy bien, todos los ni?os est¨¦n aqu¨ª sobrados, no ya de juguetes, sino ni siquiera de comida. Pero quiz¨¢ los ni?os madrile?os en general hubieran comprendido tan sensata noticia y, miren por d¨®nde, priv¨¢ndolos de la m¨¢gica visita por una vez, se hubiera ejercido una buena pedagog¨ªa con los peque?os en el intento de hacerles penetrar en la realidad por medio de la ficci¨®n. Los que quiz¨¢ lo hubieran llevado peor ser¨ªan los propios Reyes Magos, y no porque les falte un coraz¨®n magn¨¢nimo, ni porque carezcan de sensibilidad para ver que el nuevo Ni?o Jes¨²s se muere de fr¨ªo sobre las ruinas de Irak o de Ir¨¢n y sufre las amenazas de Herodes Sharon en tierras de Palestina, sino porque en todas esas tierras ocupadas o abatidas por la tragedia no hay lugar para el sue?o, que es el territorio en el que Melchor, Gaspar y Baltasar se mueven. O, porque en todo caso, ellos tambi¨¦n necesitan un respiro.
Creo que Melchor, nada m¨¢s llegar a Madrid, qued¨® sorprendido por la modernidad de la luminaria navide?a, y lo primero que declar¨® Gaspar fue su satisfacci¨®n por las trompetas barrocas y los timbales de la cabalgata. Baltasar no pod¨ªa creerse lo de los ni?os africanos que lo rodeaban y bailaba al son de la m¨²sica ¨¦tnica en la plaza Mayor. Supongo que los Reyes ser¨¢n tres santos, o como si lo fueran, pero no se alimentan de cirios de beatas ni conceden favores desde los altares: est¨¢n instalados en el cuento, en la fantas¨ªa y en el prodigioso territorio de la inocencia, que es donde cualquier monarqu¨ªa encuentra hoy m¨¢s c¨®moda permanencia.
A los republicanos nos tendr¨ªa que hacer m¨¢s gracia Pap¨¢ Noel, pero las monarqu¨ªas son m¨¢s irreales y donde m¨¢s se justifican los reyes de cualquier clase es donde est¨¢n acompa?ados de la magia o son parte de ella. Adem¨¢s, es m¨¢s f¨¢cil disfrazarse de Pap¨¢ Noel que de Rey Mago y de esa facilidad procede la impostura frecuente de ese gordo con barba blanca que transita por las tierras ocupadas o por los centros comerciales como un s¨ªmbolo adelantado de la peor globalizaci¨®n. Que Bush se disfrace de Pap¨¢ Noel y se pasee as¨ª, de inc¨®gnito, entre las tropas americanas de Irak, con lo bien que le queda ese uniforme, mostr¨¢ndolo igual en su propia identidad que en la del mismo mito navide?o, es tan posible como que aqu¨ª lo haga uno de sus secuaces disfraz¨¢ndose de Baltasar, por ejemplo, si bien los de aqu¨ª no necesitan ese disfraz para sentirse monarcas, aunque tampoco les resulte tan f¨¢cil emular a los reyes: cualquier Melchor parece m¨¢s listo que Pap¨¢ Noel.
Pero, a pesar de todo, la iconograf¨ªa de los Reyes Magos no queda libre de ser manipulada, algo que no conviene contar a los ni?os y que quiz¨¢ tampoco nos convenga a nosotros recordarlo en la medida en que seguimos necesitados de creer en los Reyes. Porque otra noticia hubiera sido que los magos de Oriente, y sobre todo Baltasar, por su color, se encontraran con problemas en las aduanas o tuvieran que jurar por sus muertos que no est¨¢n dispuestos a quedarse a trabajar aqu¨ª. No obstante, supongo que en ese caso la concejala de las Artes se emplear¨ªa a fondo ante el Ministerio del Interior para que no le estropearan su cabalgata. No en vano ha trabajado Alicia Moreno para que Melchor, Gaspar y Baltasar paseen por Madrid como si lo hicieran por Barcelona, que es una novedad con la que los reyes no contaban.
Entrar en la ciudad, rodeados de m¨²sica, teatro en la calle, el Rat¨®n P¨¦rez y el Mago de Oz sum¨¢ndose al desfile, les ha permitido trabajar y divertirse como unos reyes modernos. Ya en su visita de esta noche depositaron carb¨®n en abundancia junto a unos zapatos que creyeron de Tamayo y S¨¢ez, al parecer perdidos en Carabanchel, y en la casa de la presidenta arist¨®crata de la Comunidad dejaron la promesa o la amenaza de venir el a?o pr¨®ximo en pateras y dirigir un mensaje a la infancia por Telemadrid y no en Radio Taxi, aunque a la se?ora marquesa le parezca una ordinariez dejar un zapato abandonado en sus balcones. En la casa del alcalde, lector de Rilke, dejaron poes¨ªa espa?ola: El sue?o verdadero (Visor), la obra completa de Vicente Gallego. Podr¨¢ leer en sus p¨¢ginas: La infancia es un regalo que disgusta / porque uno no sabe de qu¨¦ sirve, / y, cuando al fin lo entiende, ya lo ha roto.
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