Sienta la cabeza
Me analizo porque lo necesito y para honrar la tradici¨®n. Provengo de Villa Freud, un barrio de Buenos Aires popularmente rebautizado as¨ª porque cuenta con la mayor proporci¨®n de psic¨®logos, psicoanalistas, psiquiatras y psicogaitas por habitante del mundo entero.
Natalia Idelsohn, la psicoterapeuta que lleva mi caso, me sugiri¨® que escribiera sobre la psic¨®loga Faf¨¢ Franco. Ellas no se conocen por afinidad profesional, sino porque la hija de Natalia, Diana Machado -mi compa?era de clases de claqu¨¦ en otro barrio de Buenos Aires, hace casi 30 a?os-, realiz¨® un v¨ªdeo sobre el espect¨¢culo Sienta la cabeza, protagonizado por Faf¨¢, C¨¦cile Ribas y Nick Prescott.
La cita es en la calle de Bellafila, al costado del Ayuntamiento. Llego a la zona con una hora de antelaci¨®n, para explorarla. Cada vez que lo hago flipo con la flipaci¨®n flip¨®gena, para entendernos. Mi primer hogar en Barcelona estaba a pocos pasos de aqu¨ª, en la calle de Marquet. Hace 26 a?os esto era un hervidero de yonquis y bolsas de basura reventadas contra los adoquines. Cada portal oscuro que serv¨ªa de refugio al club de la jeringa es hoy una galer¨ªa de arte, una tienda sofisticada o un bar en el que apetece tomarse un capuccino, como en los cascos antiguos de las principales ciudades europeas.
Si hay mucho pelo, tanto mejor, pero Faf¨¢ y C¨¦cile son capaces de convertir en reina por un d¨ªa al mism¨ªsimo Calvo Sotelo
Los miembros del tr¨ªo me cuentan su vida. Faf¨¢ Franco es oriunda de S?o Paulo, Brasil. Trabajaba en una peluquer¨ªa y decidi¨® estudiar psicolog¨ªa. Una vez licenciada, consigui¨® un puesto en una cl¨ªnica para drogadictos. Se le ocurri¨® reforzar la terapia cort¨¢ndoles el pelo a los pacientes, con lo cual la incidencia sobre sus cabezas pas¨® a ser tanto interior como exterior. A continuaci¨®n se dedic¨® a educar ni?os de la calle, a los cuales tambi¨¦n hac¨ªa la coiffure: as¨ª acortaba distancias y les apuntalaba la autoestima. Hace 12 a?os se vino a Barcelona a estudiar peluquer¨ªa, actividad en la que -hasta ese momento- hab¨ªa sido autodidacta.
C¨¦cile Ribas es de un pueblecito de Ibiza llamado Sant Agust¨ª. Estudi¨® Bellas Artes y se radic¨® hace tres a?os en Barcelona, donde tiene su propio taller de escultura. Su biograf¨ªa es as¨ª de corta y contundente.
Nick Prescott naci¨® en Edimburgo, Escocia. Toca el piano, la guitarra, la mandolina y la computadora. Miembro de un grupo llamado Swamp Trash (Basura del Pantano) -ah¨ª es nada- que fusionaba bluegrass con cajun y lleg¨® a editar dos ¨¢lbumes, al disolverse la banda decidi¨® venirse a Espa?a a ense?ar ingl¨¦s. Entre Madrid y Barcelona eligi¨® a la segunda por el mar, hace 13 a?os. Desde entonces ha ido insert¨¢ndose en la escena musical barcelonesa. En su trayectoria figuran bandas sonoras para exposiciones y eventos variopintos, como las manifestaciones contra la guerra de Irak, a las que aport¨® un montaje de resonancias b¨¦lico-apocal¨ªpticas.
?En qu¨¦ consiste el espect¨¢culo Sienta la cabeza? Nick, de nombre art¨ªstico Mercurio, vestido de duendecillo c¨®smico, es el disc jockey. C¨¦cile y Faf¨¢, ataviadas como hadas intergal¨¢cticas, se deslizan seductoramente al ritmo de la m¨²sica e invitan al p¨²blico a pasar al tocador. "?Corte o peinado?" es la frase clave y pr¨¢cticamente lo ¨²nico que dicen durante las tres horas de funci¨®n.
Los ni?os levantan la mano primero, claro. No temen al rid¨ªculo, les encanta disfrazarse y pillan al vuelo cualquier propuesta l¨²dica (con perd¨®n de la palabra). Pero la nave empieza a orbitar cuando alg¨²n adulto salta al ruedo.
Las dos sacerdotisas de un reino perdido pulverizan cualquier distinci¨®n entre escultura, maquillaje y peluquer¨ªa. Trabajando en est¨¦reo, cada una en su tocador, convierten las testas de sus encantadas v¨ªctimas en instalaciones, parques tem¨¢ticos, fallas valencianas...
Sus obras pueden ser abstractas o figurativas, barrocas o minimalistas, tradicionales o vanguardistas. Lo mismo puede decirse de los sonidos generados por Nick.
Si hay mucho pelo, tanto mejor, pero en realidad s¨®lo hace falta tener una cabeza para servir como materia prima. Faf¨¢ y C¨¦cile son capaces de convertir en reina por un d¨ªa al mism¨ªsimo Calvo Sotelo.
Las primeras esculturas vivientes se reintegran al p¨²blico y los voluntarios se multiplican. El ambiente es saludablemente orgi¨¢stico y carnavalesco. Respetables abuelas, el se?or de la ¨®ptica, todo el mundo ofrece la cabeza y el ritual sube de tono.
El cl¨ªmax suele alcanzarse cuando un valiente acepta que se le corte el pelo. No vayan a pensar que siempre es el punki alucinado del pueblo que pretende ahorrarse la peluquer¨ªa. Ecologistas de tomo y lomo, antrop¨®logas diplomadas, polic¨ªas municipales: cualquiera puede contagiarse la locura y entregar su cuerpo al altar de los sacrificios.
He visto el v¨ªdeo de Diana Machado y el ¨¢lbum de fotos del tr¨ªo. Mi tocado favorito es uno en el que la cabeza se convierte en una isla desierta con dos palmeras; entre ellas, una cuerda con ropa colgada: super mono.
Al d¨ªa siguiente de la funci¨®n, si el tr¨ªo a¨²n est¨¢ por ah¨ª -festivales de teatro, fiestas mayores, etc¨¦tera- no es raro que vean a alguien luciendo todav¨ªa su peinado. ?Ha dormido colgado de una percha? ?Ha pasado la noche en vela para prolongar todo lo posible su inmersi¨®n en la otredad? No es f¨¢cil aceptar que uno ha sido el portador de una instalaci¨®n de arte ef¨ªmero. Has flipado con la flipaci¨®n flip¨®gena y no quieres que se acabe.
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