Tres biograf¨ªas y un sinf¨ªn de actos en Alemania por el bicentenario de la muerte de Kant
Pensadores contempor¨¢neos revisan el legado del fil¨®sofo y de la Ilustraci¨®n en Occidente
Muy pocos individuos marcaron tanto y de manera tan duradera el devenir de Occidente como el fil¨®sofo Immanuel Kant, que falleci¨® el 12 de febrero de 1804. Con obras como Cr¨ªtica de la raz¨®n pura, Cr¨ªtica de la raz¨®n pr¨¢ctica y La paz eterna erigi¨® los fundamentos cient¨ªficos, filos¨®ficos y pol¨ªticos de una sociedad ya carente de dioses y absolutismos. Decir Kant es decir Ilustraci¨®n, como se recuerda en estos d¨ªas en Alemania, donde las celebraciones del bicentenario de su muerte ya est¨¢n en marcha con nuevas publicaciones y una larga serie de actos acad¨¦micos.
Ya muy disminuido, probable v¨ªctima del Alzheimer, Kant falleci¨® a los 80 a?os en K?nigsberg, Prusia Oriental (hoy Kaliningrado, Rusia), donde hab¨ªa nacido en 1724. La conmemoraci¨®n del bicentenario de su muerte se inici¨® el a?o pasado, con la publicaci¨®n de tres nuevas biograf¨ªas: Immanuel Kant, de Steffen Dietzsch (editorial Reclam); El mundo de Kant, de Manfred Geier (Rowohlt), y Kant, de Manfred K¨¹hn (C. H. Beck). Los tres se han propuesto desvirtuar la famosa sentencia del poeta y periodista alem¨¢n Heinrich Heine, que ya en 1834 escribi¨®: "La historia de Immanuel Kant es dif¨ªcil de describir. No tuvo ni vida, ni historia. Vivi¨® una vida mec¨¢nicamente ordenada, casi abstracta de solter¨®n". Los obst¨¢culos, de hecho, son grandes. "No existe un diario; los detalles sobre su vida son escasos. Hay que buscarlos entre lo que por casualidad dej¨® caer y entre los recuerdos de quienes estuvieron m¨¢s cercanos a ¨¦l. ?stos, casi siempre, son recuerdos de gente mayor de un fil¨®sofo ya mayor", admite Manfred K¨¹hn.
Kant apenas se convirti¨® en un personaje p¨²blico hasta los 57 a?os, cuando public¨® Cr¨ªtica de la raz¨®n pura. De sus a?os mozos se sabe poco m¨¢s que fue hijo de un humilde talabartero, que su educaci¨®n escolar estuvo marcada por un estricto protestantismo, y que le cost¨® mucho abrirse paso en la universidad. Adem¨¢s, pr¨¢cticamente no sali¨® de K?nigsberg, una ya de por s¨ª remota ciudad en Prusia Oriental.
Tampoco se tiene constancia de amores: existe una carta de una joven, Maria Charlotte Jacobi, fechada en 1762, en la que aparece una insinuaci¨®n er¨®tica, y hay tambi¨¦n especulaciones sobre posibles visitas a un prost¨ªbulo y sobre su supuesta homosexualidad, seg¨²n explica Manfred Geier, en una entrevista concedida al semanario Der Spiegel, que ha dedicado una portada al bicentenario. "Cuando necesit¨¦ a las mujeres, no me las pod¨ªa permitir econ¨®micamente, y cuando me las pude permitir, ya no las necesitaba", afirm¨® -al parecer- alguna vez Kant. Amante de la buena comida, fue un excelente anfitri¨®n en infinidad de tertulias convocadas en su propia casa.
Pero claro, no es materia prima ¨¦sta de un best seller, por lo que los tres bi¨®grafos -todos ellos reconocidos especialistas en la obra de Kant- se han concentrado en la vida intelectual del fil¨®sofo, en su carrera acad¨¦mica, y c¨®mo ¨¦sta se vio marcada por los grandes debates del siglo XVIII: "Sus ideas son reacciones al clima cultural de su tiempo (...). Incluso acontecimientos relativamente lejanos como las revoluciones americana y francesa tuvieron un claro impacto sobre ¨¦l y, por consiguiente, sobre su obra", escribe Manfred K¨¹hn.
El contexto pol¨ªtico es tambi¨¦n evidente en el m¨¢s breve y comprensible, y por ello mismo popular, de sus escritos: Qu¨¦ es la Ilustraci¨®n, art¨ªculo publicado en 1784 y hasta hoy d¨ªa lectura obligada en los colegios alemanes. El famoso llamamiento al sapere aude, al servirse del propio entendimiento, es una invocaci¨®n al pensamiento cr¨ªtico, independiente y agn¨®stico, s¨ª, pero tambi¨¦n una zalamer¨ªa a Federico II, rey de Prusia, seg¨²n ha recordado en estos d¨ªas otra publicaci¨®n alemana, Die Zeit.
El imperio de la raz¨®n
Entre quienes respondieron al llamamiento del semanario para debatir una vez m¨¢s la pregunta de qu¨¦ es la Ilustraci¨®n se encuentran pensadores como el alem¨¢n Alexander Kluge, el italiano Gianni Vattimo, el franc¨¦s Bernard-Henri L¨¦vy, el egipcio Nasr Hamid Abu Said y el estadounidense Francis Fukuyama. La mayor¨ªa de ellos destaca las limitaciones del entusiasmo ilustrado: ni los excesos de los medios de comunicaci¨®n, ni los avances de la gen¨¦tica, ni el contrapunteo entre George W. Bush y Osama Bin Laden permiten augurar hoy d¨ªa el imperio de la raz¨®n.
Incluso cr¨ªticos como la estadounidense Susan Neiman, sin embargo, advierten de que no por ello se ha de menospreciar el ¨ªmpetu kantiano: "Quien considere an¨¦mica la Ilustraci¨®n, s¨®lo debe visualizar lo que sucede donde ¨¦sta es inexistente. Los talibanes nos han permitido vislumbrar un mundo en el que est¨¢n a la orden del d¨ªa las ejecuciones p¨²blicas, la esclavitud de las mujeres, la censura total, la prohibici¨®n de la m¨²sica y del arte, las relaciones econ¨®micas feudales y el tratamiento m¨¦dico sin anestesia. Que nosotros vivamos en un entorno en el que esto no suceda se lo debemos a la Ilustraci¨®n. Y a personajes como Kant".
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